Un equipo multidisciplinario ha estudiado una gran cantidad de textos para averiguar cómo la gente de la antigua región de Mesopotamia experimentaba emociones en el cuerpo hace miles de años.
Analizó un millón de palabras de la antigua lengua acadia del 934 al 612 a. C. en forma de escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla. Los resultados de la investigación se publicaron en la revista iScience el 4 de diciembre.
Desde la sensación de pesadumbre hasta el cosquilleo en el estómago, parece inherente a la condición humana el sentir emociones en el cuerpo, no sólo en el cerebro. Pero ¿siempre hemos sentido -o al menos expresado- estos sentimientos de la misma manera?
“Incluso en la antigua Mesopotamia, existía un conocimiento aproximado de la anatomía, por ejemplo, de la importancia del corazón, el hígado y los pulmones”, afirma la profesora Saana Svärd de la Universidad de Helsinki, asirióloga que dirige el proyecto de investigación. Uno de los hallazgos más intrigantes se relaciona con el lugar donde los antiguos sentían la felicidad, que a menudo se expresaba mediante palabras relacionadas con sentirse “abierto”, “brillante” o “lleno”: en el hígado.
“Si comparas el mapa corporal de la felicidad de la antigua Mesopotamia con los mapas corporales modernos [publicados por el científico finlandés Lauri Nummenmaa y sus colegas hace una década], son en gran medida similares, con la excepción de un brillo notable en el hígado”, dice en un comunicado el neurocientífico cognitivo Juha Lahnakoski, investigador visitante en la Universidad Aalto.
Otros resultados contrastantes entre nosotros y los antiguos se pueden ver en emociones como la ira y el amor. Según investigaciones anteriores, los humanos modernos experimentan la ira en la parte superior del cuerpo y las manos, mientras que los mesopotámicos sentían más “calor”, “enojo” o “rabietas” en los pies. Mientras tanto, el amor es experimentado de manera bastante similar por el hombre moderno y el neoasirio, aunque en Mesopotamia se asocia particularmente con el hígado, el corazón y las rodillas.
“Queda por ver si en el futuro podremos decir algo sobre qué tipo de experiencias emocionales son típicas de los humanos en general y si, por ejemplo, el miedo siempre se ha sentido en las mismas partes del cuerpo. Además, tenemos que tener en cuenta que los textos son textos y las emociones se viven y se experimentan”, dice Svärd.
Los investigadores advierten que, si bien es fascinante comparar, debemos tener en cuenta esta distinción al comparar los mapas corporales modernos, que se basaban en la experiencia corporal autodeclarada, con los mapas corporales de los mesopotámicos basados solo en descripciones lingüísticas.
Como la alfabetización era poco común en Mesopotamia (3000-300 a. C.), la escritura cuneiforme fue producida principalmente por escribas y, por lo tanto, solo estaba disponible para los ricos. Sin embargo, las tablillas de arcilla cuneiformes contenían una amplia variedad de textos, como listas de impuestos, documentos de ventas, oraciones, literatura y textos históricos y matemáticos tempranos.
Los textos del Antiguo Cercano Oriente nunca se han estudiado de esta manera, vinculando cuantitativamente las emociones con las partes del cuerpo. En el futuro, este método se podrá aplicar a otros materiales lingüísticos. “Podría ser una forma útil de explorar las diferencias interculturales en la forma en que experimentamos las emociones“, afirma Svärd, que espera que la investigación suponga una interesante contribución al debate sobre la universalidad de las emociones.
El método lingüístico de corpus, que utiliza grandes conjuntos de textos, se ha desarrollado durante muchos años en el Centro de Excelencia en Imperios Antiguos del Cercano Oriente (ANEE), dirigido por Svärd. A continuación, el equipo de investigación examinará un corpus inglés, o material textual del siglo XX, que contiene 100 millones de palabras. Del mismo modo, también tienen previsto examinar datos finlandeses.