El Año Nuevo es, quizá, la celebración en la que más personas participan por tratarse del comienzo de un ciclo, de metas, cumplir sueños, pero también para algunas representa la oportunidad de avanzar; o bien, dejar atrás una mala racha. Es un período donde las reflexiones sobre nuestros propósitos, alcanzados o no, se ponen en la balanza.
De acuerdo con la experta en intervención clínica de la Facultad de Psicología de la UNAM, Liliana Guzmán Álvarez, las emociones de tristeza, alegría, o cualquier otra emoción asociada al cierre de año y al principio de uno, podrían estar influenciadas por algunas relaciones simbólicas que vamos construyendo a lo largo de nuestra historia de vida; es decir, al significado que le damos a estas fechas en función de las experiencias que hemos pasado.
Estos días nos llevan a reflexionar sobre los últimos 12 meses y a proyectar nuestras esperanzas hacia el futuro. Emociones como satisfacción y alegría suelen surgir al alcanzar metas, percibir que avanzamos o al sentirnos conectados con nuestros seres queridos. Por otro lado, pueden emerger sentimientos de tristeza o desesperanza si en el balance identificamos pérdidas personales, dificultades laborales o metas incumplidas, considera la psicóloga universitaria.
Culturalmente, el Año Nuevo se percibe como un momento de revaloración personal: un momento para pensar cómo hemos vivido y qué deseamos para el año que inicia, menciona en ocasión de esta celebración, que se realiza el 31 de diciembre de acuerdo con el calendario gregoriano adoptado por gran parte de los países.
La psicóloga señala que, en esta época, es común compararnos con los logros de los demás o con versiones pasadas de nosotros mismos, lo que puede generar insatisfacción si sentimos que no hemos progresado.
Además, aquello que algunas personas consideran o llaman depresión posaño nuevo, prosigue, no es algo que la generalidad experimentemos durante los primeros días de enero, es importante distinguir entre tristeza ocasional y depresión. La tristeza es una emoción natural y congruente con las experiencias difíciles o pérdidas que enfrentamos, mientras que la depresión es un problema más complejo que afecta nuestro funcionamiento en diversos aspectos de la vida.
Guzmán Álvarez destaca que la depresión requiere atención profesional, ya que puede impedir que una persona realice sus actividades cotidianas o encuentre disfrute en aspectos que antes le resultaban placenteros. En cambio, la tristeza asociada al balance de fin de año o al inicio de un nuevo ciclo suele ser temporal y puede superarse con apoyo emocional, la conexión con seres queridos o trabajando en metas concretas.
Aunque existe la noción del Blue Monday (considerado el día más triste del año, el tercer lunes de enero), en realidad las emociones no funcionan de esta forma, subraya la universitaria.
“No es una regla que todos experimentemos tristeza posterior al Año Nuevo; sin embargo, es común que después de los primeros días de este nuevo ciclo en el calendario, cuando ya pasaron las fiestas, los momentos de mayor conexión con la familia y los amigos, y los gastos que estas festividades representan, podría implicar también nuevas evaluaciones de nuestras vidas o de las cosas que tenemos pendientes; de aquello que quizá en nuestro balance previo no alcanzamos”, apunta Guzmán Álvarez.
Para afrontar este período y comenzar el año con una perspectiva más útil, la experta recomienda establecer metas claras y alcanzables. A partir de ello, en lugar de fijarnos objetivos abstractos debemos elegir propósitos concretos que impliquen acciones específicas o conductas observables. Por ejemplo, tomar un litro de agua al día para ser saludable, comer una ración de verduras en cada comida, etcétera.
La experta sugiere que, al plantearnos metas u objetivos, pensemos sobre aquello que realmente deseamos para construir una vida significativa. Es importante elegir objetivos que nos ayuden a acercarnos a nuestra existencia valiosa y a definir quién queremos ser.
En ocasiones compartir las metas con nuestra red de apoyo nos ayuda a avanzar y evaluar el progreso a lo largo del tiempo y que no se quede para fin de año. Además, para Guzmán Álvarez es “fundamental ser compasivos y amables con nosotros mismos para poder avanzar hacia nuestras metas sin caer en una autocrítica excesiva que obstaculice el progreso hacia nuestra vida significativa”.