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El antropólogo social explicó que esta definición ayuda a entender cuándo hay desaparición operada directamente por el Estado

El “enemigo interno” es una construcción del Estado: Claudio Lomnitz

Claudio Lomnitz El antropólogo Claudio Lomnitz encabeza el ciclo "Pensar la desaparición" en El Colegio Nacional. (El Colegio Nacional)

Con el objetivo de salvarse frente a una amenaza real o posible, el Estado define y fabrica a su propio enemigo interno bajo situaciones extraordinarias que determinan la desaparición forzada. Así lo afirmó el antropólogo social Claudio Lomnitz, miembro de El Colegio Nacional, al dictar la conferencia “El enemigo interno y la historicidad de la desaparición forzada”, de su ciclo Pensar la desaparición.

En ese sentido, consideró que la fórmula “abrazos no balazos”, empleada durante el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, es un planteamiento de “incorporación” en el que “la desaparición forzada puede acontecer para que el Estado no tenga que reconocer su autorización, o aquiescencia, frente a desplazamientos, asesinatos o masacres que son estratégicas por otras razones y para otros sectores”.

Lomnitz enfocó su ponencia en definir la periodización de la desaparición forzada en México, y la definición de enemigo interno por parte del Estado en tres momentos históricos: el llamado periodo de la Guerra Sucia, de las décadas de los 60 y 70 del siglo XX; la llamada Guerra contra el narco de Felipe Calderón y el anterior sexenio de López Obrador.

Así, dijo, en el último periodo presidencial, el crimen organizado fue definido “como una parte del pueblo, víctima de la injusticia y marginación operada por un Estado enemigo, (donde) ese ‘pueblo bueno’ debe ser reincorporado al pueblo por medio de pactos y subsidios; es decir, hay una imagen de justicia transicional: se va a volver a incorporar algo que había estado afuera”. Esta fue la fórmula ‘abrazos no balazos’. “Es una fórmula de reincorporación”, añadió el colegiado.

En el Aula Mayor de El Colegio Nacional, el colegiado señaló que su planteamiento sobre la relación entre normas jurídicas y la definición política de un enemigo interno, parte de una idea del filósofo alemán Carl Schmith, quien planteó que “Toda norma presupone una situación normal y ninguna norma puede valer en una situación totalmente anómala. Por esta razón, para que cualquier Estado pueda perdurar como una entidad política, la exigencia de paz interna lo obliga en situaciones críticas a decidir, también, respecto del enemigo interno”.

En esa cita, explicó, “la idea del enemigo interno es, en primer lugar, una decisión de Estado y, en segundo lugar, una decisión motivada por los riesgos que trae consigo la anomalía manifiesta, como falta de paz interna y de regularidad”. Por tanto, “la idea de Schmitt sirve para comenzar a pensar en la historicidad de la desaparición en la historia contemporánea de México”.

DESAPARICIÓN FORZADA.

En los últimos años, consideró, existe una tendencia a ver el fenómeno actual de la desaparición forzada en México como un continuo que inicia en las décadas de 1960, 1970 y sigue hasta nuestra época, pero, al mismo tiempo, se plantea una discontinuidad en la que hubo una época de desaparición forzada donde, “fue el Estado, y luego una época contemporánea en donde puede que siga habiendo desapariciones, pero ya no son desapariciones forzadas, porque no participa el Estado. Esas son las dos grandes posturas, y ambas, en mi opinión, son incorrectas”.

Así, “la desaparición forzada se ha convertido en un recurso político debido a la dificultad que enfrenta el Estado mexicano para establecer un estatus quo donde las normas jurídicas se correspondan con la normalidad. La desaparición forzada puede servir, aunque este no es su uso único, para aniquilar a un actor social sin necesidad de procesarlo jurídicamente por algún delito”.

“En estos casos, la desaparición sería como una versión más extrema de la prisión preventiva oficiosa, un recurso informal para sacar a una persona de su realidad social sin pasarla por un proceso de justicia. Esa es una forma de desaparición forzada que existe. Segundo punto: la dinámica y formas de la desaparición forzada en México desde los años 60 ha sido sensible a la manera en que el Estado mexicano ha definido el enemigo interno”.

De acuerdo con el periodo histórico, planteó, “hay momentos en donde hay una definición como más dura de un enemigo interno, y momentos en que esa definición se va desdibujando, haciendo caduca o menos importante”. Lomnitz se encargó entonces de detectar tres estrategias nítidamente divergentes en la historia de la definición del enemigo interno en la historia contemporánea de México y tres momentos de cambios entre una forma de esta definición.

TRES PERIODOS HISTÓRICOS, TRES ESTRATEGIAS

El primer momento histórico del que se ocupó el antropólogo social Claudio Lomnitz fue el de las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, particularmente en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, pero, posiblemente, iniciado en el sexenio de Adolfo López Mateos.

La estrategia en ese momento “combinaba un enemigo interno comunista, que era como un agente subversivo, una imagen de enemigo interno fuerte, con otro más débil: la contracultura juvenil y la revolución sexual y de género, que eran identificadas como de origen extranjero, en este caso estadounidense”.

En ambos casos, “el comunismo como el enemigo viril y la contracultura juvenil como el enemigo, podríamos decir, femenino. El enemigo interno era visto como una quinta columna de un interés o una influencia extranjera: el comunismo provendría de la URSS, o luego de Cuba, y la contracultura de los Estados Unidos. El enemigo interno sucumbía a una influencia externa, un mal mexicano, o, a veces, un extranjero, y se convertía en un agente que minaba la unidad nacional desde adentro”.

Con este enemigo interno, “la violencia de Estado tendió a ser directa, generando tanto presos políticos como, en algunas circunstancias, desaparecidos. La desaparición, en este contexto, era un recurso para liberar guerras al margen del proceso judicial, y ayudaba a mantener en relativo ocultamiento los lugares de subversión y las identidades de los grupos que consideraba subversivos”.

“La desaparición forzada aquí era una técnica de gobernanza orientada a la separación de ciertos grupos políticos de la esfera pública, a la que hubieran tenido acceso, aún mitigado y todo, si la represión se hubiera limitado al encarcelamiento, por ejemplo, en el caso del 68”.

La segunda gran definición del enemigo interno de la que se ocupó el colegiado fue la adoptada durante el sexenio de Felipe Calderón: “La criminalidad como enemigo interno tenía, eso sí, en el caso no solo mexicano, pero de toda Hispanoamérica, una genealogía distinta al enemigo interno anterior, que resonaba, por ejemplo, con la lucha contra el bandidaje durante los primeros períodos presidenciales de Porfirio Díaz”.

“Esta idea de Calderón del bandidaje, del crimen organizado como el enemigo interno, resuena con esa vieja historia latinoamericana y mexicana en donde hay una necesidad de garantizar, ya en el lenguaje más contemporáneo, de la época de Calderón, la seguridad ante los actores internos que viven de la violencia y de la actividad ilícita, y también garantizar los derechos de propiedad”.

Aquí, la desaparición forzada realizada directamente por el Estado “se convirtió en un recurso para poder apuntalar la imagen de vigencia del Estado de Derecho, así como la suspensión de los derechos del enemigo interno, significa su desaparición. La desaparición forzada apuntalaba la ficción de la efectividad del Estado de Derecho. Esto tiene que ver específicamente con el gobierno de Felipe Calderón: se declara una ‘guerra contra’ contra las drogas, contra el narco”.

“Has lanzado eso con la bandera del Estado de Derecho, pero de hecho no tienes el aparato administrativo, el aparato estatal que deberías tener para procesar aquello dentro del Estado de Derecho. Entonces ese es el espacio de la desaparición, desde el punto de vista de la desaparición forzada, desde el punto de vista del Estado en ese segundo momento. Y eso se refleja, por ejemplo, en la forma en que se retrata al criminal y al crimen organizado en este momento, en esta época”.

La tercera idea de enemigo interno fue la que se adoptó y diseñó durante el sexenio presidencial de Andrés Manuel López Obrador, “quien consideraba que los agentes de las economías ilícitas forman parte del pueblo y que habían sido víctimas de la exclusión y de la pobreza que había sido generada por las iniquidades del Estado anterior, es decir, de Felipe Calderón, Peña Nieto, etc.”.

“Un Estado que era a veces caracterizado como del PRIAN o bien como corrupto o bien como neoliberal. El enemigo interno del cual buscaban diferenciarse entonces era justamente ese, el del Estado justa e inmediatamente anterior al ascenso de AMLO a la presidencia en el 2018, del cual insistían siempre en diferenciarse, esa máxima ‘no somos iguales’, es una línea tajante que hace entre una quinta columna interna, que era este Estado corrupto, que era este PRIAN, que era este Estado neoliberal y un Estado que se iba a identificar plenamente con el pueblo”.

Aquí, “las técnicas de desaparición en México se vuelven algo muy importante: las fosas, los quemaderos o la disolución en ácido, todo eso se tiene que ver como indicios de posibles acuerdos tácitos o explícitos con diferentes actores estatales, ya sea locales o federales, lo que sea”.

Por lo tanto, “en el caso de la definición del enemigo interno como el Estado anterior, el Estado al que el Estado actual no es igual, al que los gobernantes actuales no son iguales, la ficción de la unidad entre pueblo y Estado ha sido reforzada por el recurso discreto a la desaparición forzada como estrategia represiva, no necesariamente de parte de un agente del Estado, no son desapariciones –bueno algunos sí–, pero en general no son desapariciones hechas por militares o por policías”.

“Son hechas por el crimen organizado, la organización tal o cual; pero el hecho de desaparecer ayuda a mantener esa ficción, de un modo paralelo al que en la época calderonista la desaparición reforzaba el mito del Estado de Derecho. En la tercera época, que es la actual, el problema está en que el dogma es que hay una identidad entre Estado y pueblo, pero si resulta que la violencia tiene asideras que se relacionan con diferentes economías”.

La conferencia “El enemigo interno y la historicidad de la desaparición forzada” se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.

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