
Entre las casi 1.9 millones de especies que se conocen actualmente a nivel mundial, hay un conjunto de especies cuya presencia en estado silvestre no ha sido documentada desde hace más de una década (incluso muchas de ellas por más tiempo) y tampoco se encuentran ex situ, es decir, fuera de su hábitat, en sitios de resguardo, como en zoológicos, acuarios o jardines botánicos. A estas especies se les ha denominado especies perdidas. Y aunque las especies perdidas no son especies declaradas oficialmente como extintas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), pueden estar en vías de extinguirse o algunas de ellas pueden haberse ya extinguido, pero aún no hay una certeza razonable de que el último individuo ha muerto.
La falta de registros de las especies perdidas ya sea mediante fotos, videos, audios o genética, puede deberse a varias razones. En algunos casos, las especies son naturalmente raras, con ciclos de vida complejos, con un tamaño poblacional pequeño y con una distribución espacial muy restringida, lo que las hace muy difíciles de ver. En otros casos, las y los científicos, naturalistas u otros especialistas no han registrado más individuos debido a que las especies habitan en zonas remotas e inexploradas, de difícil acceso o peligrosas por problemas de seguridad pública. También hay casos en donde las poblaciones fueron abundantes, pero con el paso del tiempo enfrentaron una o varias amenazas como la pérdida o deterioro de su hábitat, la introducción de especies invasoras, la sobreexplotación, las enfermedades emergentes o el conflicto entre humanos y vida silvestre, entre otros, lo cual redujo drásticamente la población hasta casi desaparecer. Finalmente, en otros casos simplemente no se han vuelto a buscar a estas especies desde que fueron descubiertas.

En la actualidad, de acuerdo con la organización Re:wild, se identifican poco más de 4,330 especies perdidas en casi 200 países, algunas de ellas desaparecidas desde finales del siglo XVIII o principios del XIX (Fig. 1). Los grupos con mayor número de especies perdidas son los reptiles (1,354), las plantas (695) y los anfibios (561). Con respecto a los países, Brasil es el país con el mayor número de especies desaparecidas (254), seguido por Colombia (209) y por los Estados Unidos (208). Con respecto a México, hay al menos 176 especies perdidas, donde el grupo con el mayor número de especies de este tipo es el de reptiles (66), seguido por el de anfibios (41) y por el de tiburones (23). Un caso emblemático en México es la culebra minadora de Tehuantepec, que no ha sido documentada desde ¡1810! Casi 215 años sin rastro de ella (Fig. 2).
Reconocer qué especies están desaparecidas es una gran oportunidad para enfocar esfuerzos en la búsqueda de especies cuya existencia muy probablemente está comprometida y para generar esperanza sobre su recuperación. De ser el caso, el redescubrimiento de una especie desaparecida, además de verificar que aún se encuentra viva, puede derivar en la implementación de acciones de conservación, como proteger o ampliar el espacio donde habita, restaurar su hábitat y disminuir o combatir las amenazas que comprometen su sobrevivencia. Afortunadamente, en varias ocasiones la búsqueda de especies perdidas ha tenido resultados exitosos e inspiradores, como lo sucedido con la salamandra Bolitoglossa jacksoni, la cual después de su descubrimiento en 1975 en los bosques de niebla en el oeste de Guatemala, no se tenía registro de ella, y gracias a una constante búsqueda, 42 años después fue redescubierta (Fig. 3).

La historia de las especies perdidas es mucho más que un recuento de ausencias; es un potente recordatorio de la riqueza inexplorada de nuestro planeta y de la fragilidad de la vida, especialmente de la silvestre. Cada especie “perdida” representa un universo de adaptaciones únicas, una pieza irremplazable en la compleja red de la vida y una fuente potencial de descubrimientos que podrían revolucionar la medicina, la tecnología o nuestra comprensión de los ecosistemas ¡Imagina cuántos secretos biológicos nos podríamos estar perdiendo!
Para conocer más sobre el tema, consultar https://www.rewild.org/ y Long y Rodríguez. 2022. Oryx. 56(4): 481-482.
* Red de Biología y Conservación de Vertebrados, INECOL.