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Los hallazgos, publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), provienen de un equipo de investigación dirigido por los profesores HUANG Bing y RONG Jiayu del Instituto de Geología y Paleontología de Nanjing de la Academia China de Ciencias

Criaturas ya mantenían la ‘distancia social’ hace 436 millones de años

 

Distancia. Reconstrucción basada en especímenes de un solo individuo de N. Calypta con setas marginales (A) y una reconstrucción ecológica del conjunto viviente (B). (HUANG BING Y TAN CHAO)

  Investigadores en China han descubierto la primera evidencia directa de cómo los organismos prehistóricos usaban sus estructuras corporales para determinar la ‘distancia social’.

   Braquiópodos de aproximadamente 436 millones de años del período Silúrico temprano usaban estructuras diminutas con forma de cerdas, denominadas ‘setas’, para mantener un espaciamiento ordenado, similar a un tablero de ajedrez, lo que les aseguraba suficiente espacio para prosperar en el antiguo lecho marino.

   Los hallazgos, publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), provienen de un equipo de investigación dirigido por los profesores HUANG Bing y RONG Jiayu del Instituto de Geología y Paleontología de Nanjing de la Academia China de Ciencias. Los investigadores estudiaron restos fosilizados de Nucleospira calypta, una especie de braquiópodo, preservados en rocas de las regiones de Tongzi y Renhuai, en la provincia de Guizhou.

   Los braquiópodos -criaturas marinas con concha que dominaron los océanos del Paleozoico- dejaron fósiles excepcionalmente bien conservados, capturando no solo sus conchas, sino también sus delicadas ‘setas’. Estas estructuras delgadas y flexibles, que se encuentran a lo largo del borde del manto del braquiópodo, rara vez se encuentran en forma fósil, especialmente en rocas postcámbricas, debido a su diminuto tamaño (unos 20 micrómetros de diámetro, más delgado que un cabello humano).

   Para descubrir cómo las ‘setas’ sobrevivieron aproximadamente 436 millones de años, el equipo utilizó herramientas avanzadas de imagen: microscopía electrónica de barrido (MEB), fluorescencia de rayos X (FRX) y microtomografía computarizada (CT). Descubrieron que se conservaron mediante un proceso único: primero se mineralizaron rápidamente con pirita en aguas sin oxígeno, y luego se recubrieron de calcita a medida que las condiciones oceánicas se volvían menos ácidas. Esta doble protección las protegió tanto del aplastamiento como de la descomposición, incluso cuando la pirita se oxidó posteriormente y se convirtió en óxidos de hierro.

   Tras confirmar la identidad de las ‘setas’, el equipo se centró en la población en general. Utilizando herramientas de análisis espacial, como el mapeo del vecino más cercano y los polígonos de Thiessen, descubrieron que los braquiópodos no se dispersaban aleatoriamente. En cambio, formaban un patrón no aleatorio, similar a un tablero de ajedrez, lo que sugiere una regulación activa del espaciamiento entre individuos.

   Los investigadores encontraron una clara relación matemática: la distancia promedio entre braquiópodos era de 1,5 a 2 veces la longitud de sus setas. ¿Cómo lograban esto las criaturas de apariencia estacionaria? A diferencia de algunos braquiópodos, Nucleospira calypta carecía de tallo (o pedículo) y tenía una concha lisa y discoidal; características que probablemente les permitían deslizarse lentamente, milímetros a milímetros, ya sea impulsadas por corrientes débiles o por pequeños movimientos corporales. Cuando dos individuos se acercaban demasiado, sus setas extendidas se tocaban, lo que provocaba ajustes graduales con el tiempo. El resultado fue una disposición estable que minimizaba la competencia, fundamental para los animales filtradores que necesitan espacio para atraer alimento.

   “Esta es la primera vez que relacionamos directamente una característica anatómica específica -estas diminutas setas- con un patrón espacial estadísticamente significativo en fósiles", señalaron los investigadores en un comunicado de la Academia de Ciencias de China.

   Este estudio ofrece evidencia excepcional de que las comunidades antiguas no solo se formaron por el azar o por fuerzas ambientales, sino también por interacciones biológicas: organismos que usaban sus cuerpos para crear espacio, añaden los autores.

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