Cultura

La idea sale de una ruptura, “pero quedaba mejor decir salud mental” para hacerse un hueco en la agenda artística

La dramaturga argentina Marina Montero usa la salud mental para tratar la locura de amor

Obra
Autora La dramaturga argentina Marina Otero. (Leandro Teysseire)

La actriz, directora y dramaturga argentina Marina Montero estrena este jueves en la ciudad española de Gerona la pieza ‘Kill me’, que cierra una trilogía tras ‘Love me’ y ‘Fuck me’ y en la que, según explica, recurre a la salud mental para tratar la locura de amor.

La idea sale de una ruptura, “pero quedaba mejor decir salud mental” para hacerse un hueco en la agenda artística, reconoció este miércoles en una conferencia de prensa para presentar la obra, que podrá verse este jueves en el festival Temporada Alta.

Los temas que trata son los de la dependencia en una relación y el narcisismo y, para mostrarlos, realizó una audición en la que buscaba a bailarinas que tuviesen algún tipo de trastorno o vinculación con ellos.

Lo que le sorprendió es la cantidad de mujeres que se presentaron al encajar con el perfil y pudo ver “que se trata de algo mucho más presente de lo que se piensa, que está oculto”.

Después, algunas intérpretes presentan en la realidad un trastorno como el que se les atribuye en la escena y otras no, “pero no importa qué es real y qué no”, dijo la autora, afincada en España.

En su caso coinciden ambas cosas porque a ella se le diagnosticó un trastorno límite de la personalidad.

Sobre el escenario, los intérpretes son cinco actrices y un actor, un claro sesgo, “porque siempre se relacionó la locura con lo femenino”, así que Montero apostó por mujeres con la excepción del papel del bailarín ruso Vaslav Nijinsky, que recae en Tomás Pozzi.

Marina Montero recordó que Nijinsky, que fue diagnosticado de esquizofrenia, falleció en 1950, con lo que el papel de Pozzi es “el menos real, porque viene desde la tumba”.

‘Kill me’ contiene para Montero “un poco de danza y un poco de relato” que tiene que ver con los procesos humanos sin renunciar a la parte teatral.

“A nivel formal, cada una cuenta su historia breve; y como esos relatos se unen y la danza siempre aparece desde el lugar que me gusta, que es a partir de las emociones”, añade.

El papel de Nijinsky le sirve para analizar también que “la locura en otro contexto era una cosa y, ahora, es otra”. Y, con la obra, pide que se le pierda el respeto, algo que consigue con la danza.

A la conclusión de su trilogía, la dramaturga subraya que las tres obras son muy distintas, que cada proceso es diferente y lleva a un lugar distinto sin que sepa todavía qué va a venir ahora.

Sobre el teatro argentino, comenta que es “hermoso” y que lo añora, “pero es una mierda que no se pueda producir en buenas condiciones y, ahora, menos”.

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