Cultura

Lo cual nos deja el sabor de boca de que asistimos a una función estudiantil, de jóvenes que se están fogueando

La Bohéme en Bellas Artes

Ensayo
Boeme. Una imagen del ensayo de la ópera La Bohéme. (CNO-Fabián Cruz)

Si tuviera que definir en una palabra la reciente producción (2024) de la ópera La Bohème de Puccini que se presentó en Bellas Artes diría: Deplorable.

Vi el ensayo pre general y dos de las funciones y no… casi nada fue rescatable. Entre lo rescatable está por ejemplo, la Mimí de Eugenia Garza, quien es una cantante madura; llena de experiencia, mostró una sabiduría canora y actoral sobresaliente. A 25 años de haber debutado con ese personaje, todo muy bien e incluso tuvo momentos memorables y además junto con Josué Cerón, la única que realmente actuaba, enhorabuena a la maestra Garza.

Josué Cerón cantó en todas las funciones el personaje de Shaunard, bien actuado y bien cantado; absolutamente correcto y brillante, es un verdadero profesional que está totalmente preparado para ese personaje; hoy por hoy es garantía de solvencia musical y canora, y le hemos visto más de media docena de personajes, siempre muy bien.

Lucía Salas hizo un gran esfuerzo con su personaje de Musetta, pero no alcanzó a obtener el aplauso del público en las funciones que yo asistí, en ninguna de las dos arias: El Vals y el Ave María (Madonna Benedetta, fate la grazia a questa poveretta che non debba morire…) la voz se oía poco, la actuación poco creíble y exagerada, no gustó, y es que nos dejó mucho a deber. La Musetta es un personaje, que si la Mimí se descuida, puede llevarse la función, pero aquí eso no ocurrió y estuvo muy lejos de ocurrir.

El Marcello interpretado por Daniel Gallegos, tampoco llenó los requerimientos del personaje; en lo actoral porque se veía muy jovencito y Marcello es como el patriarca del grupo de bohemios, sin ser tampoco un viejo, pero en lo vocal porque se oía como todo un tenor, incluso más atenorado que Mario Chang del primer elenco. No basta con decirse barítono, hay que sonar como tal; un barítono Pucciniano debe tener mucho más empaque, color baritonal en la voz, no convence con ese timbre. La tesitura no la define las notas que uno pueda cantar, la define el color de la voz.

Mario Chang el tenor que cantó el en primer elenco; me pareció que empuja mucho la voz y la agranda en busca de un sonido como de tenor spinto (spinto quiere decir en italiano justamente eso: empujar) pero el personaje de Rodolfo tiene otros requerimiento como dulzura, ternura, enamoramiento, media voz, etc. no todo es fuerte y empujado, no es un tenor de espada como podría ser un Radamés o un Manrico, o un Alvaro de “La Forza del Destino”, enfocarlo así es un error. Como dijera un ex director de la ópera: “no parece que la quieres enamorar, parece que la quieres matar”. En suma no me parece que esté listo Mario Chang para este personaje. Pero tampoco su compañero lo está; el tenor del segundo elenco: César Delgado tiene muchos problemas vocales sin resolver: el registro agudo muy cerrado y se le va la voz hacia atrás (así se dice en canto) no se le entiende bien qué vocal está cantando. Se sabe todo el personaje; notas y palabras, pero eso es apenas el principio, falta actuarlo bien, expresar todas las emociones, cantarlo correctamente, estar muy familiarizado con el personaje, musicalidad, expresión facial y corporal, etc. Y no es que nada de eso estuviera ausente, es que no está todavía maduro el personaje, y hay que resolver problemas técnicos… En suma: todavía no.

Lo cual nos deja el sabor de boca de que asistimos a una función estudiantil, de jóvenes que se están fogueando y Bellas Artes —nuestro más importante teatro de ópera de México— no está para eso. No hace mucho era un teatro de ópera de tipo A, hoy día es de B o menos B, por eso digo que es deplorable.

El Benoit y Alcindoro de Juan Carlos Martínez, pues por el estilo, se veía jovencísimo y se oía así, además de que insisto, esos dos personajes: el señor de la renta y el cliente de Musetta, no son unos payasos; son víctimas de las bromas de los osados jóvenes bohemios y sus escenas son cómicas, pero ellos son personajes serios a los que les ven la cara de tontos, no son unos payasos. Habiendo muy buenos bajos ya maduros y con una voz realmente grave como Arturo López ¿por qué escoger a este chico que además no da el tipo? seguramente porque es de la escuelita.

Mención aparte merecen Jennifer Velasco y José Luis Reynoso. Ella, magnífica Mimí en lo vocal y en lo actoral, ahí sí ni qué decir; felicidades, nos emocionó y nos sorprendió gratamente; es poseedora además, de una presencia estupenda de lo más adecuada para el personaje. José Luis, el bajo que cantó el Colline, muy bien en lo actoral y magnífica voz de bajo, verdaderamente se lució en su aria y en todas sus participaciones (sus bocadillos) Enhorabuena a ambos.

“Las penas que me maltratan, son tantas que se atropellan y como de matarme tratan se agolpan unas a otras y por eso no me matan” dice un son cubano (La Tarde de Sindo Garay) pues bien, los errores garrafales y aberraciones de la dirección escénica de Ruby Tagle son tantos, que se atropellan, y me llevaría mucho espacio describirlos. En lo escénico no recuerdo haber visto nunca una Bohème tan llena de defectos y tan absurda. Por ejemplo, el gentío atiborrado en el 2o acto; los meseros bailarines; las bailarinas semidesnudas del tercer acto, en medio del frío de muerte, que sólo ensucian la escena. Como la ensucia también ese actor haciéndola de Puccini, del que el público nuevo se preguntaba: “¿qué onda con ese señor?”

¿Escenografía? ¿Cuál? Todo el tiempo una negrura total: unas pocas utilerías mal iluminadas con humo de hielo seco y una tarima giratoria para los cuatro actos.

La orquesta y el coro bien “a secas”, así como el coro infantil. El director orquestal, Oliver Díaz, bien. Hizo lo que se pudo, tomando en cuenta las circunstancias tan adversas y claro, sin ningún rasgo de genialidad.

Pues señor Lombardero (nuevo director de la Ópera de Bellas Artes): ya vió el cochinero que le dejaron, ni modo. A ordenar la casa, que no será tarea fácil.

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