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Museos expoliados, daños por valor de 2.400 millones de dólares al patrimonio y un sector, el cultural, casi desaparecido. Es el balance de los tres años de guerra en Ucrania, una situación que sus cineastas, escritores, artistas y músicos no han dejado de denunciar a través de sus obras.
Es el caso de los realizadores Sergei Loznitsa, Mstyslav Chernov o Maryna Er Gorbach, de escritores como Andrei Kurkov o Victoria Amelina -fallecida en un ataque ruso- o de la Kalush Orchestra, que ganó Eurovisión 2022.
Pero también de artistas e intelectuales internacionales que han ahondado en sus obras en el drama ucraniano, como la mexicana Lydia Cacho, el grafitero británico Banksy o el actor norteamericano Sean Penn, que grabó un documental sobre la figura de Zelenski.
Junto al trabajo de cineastas y escritores, diversas exposiciones han logrado mostrar al mundo parte del arte salvado, pero importantes obras han desaparecido, destruidas por los bombardeos o expoliadas por las tropas rusas.
El arte como arma de guerra
El patrimonio y los museos ucranianos han sido uno de los principales objetivos del ejercito ruso desde el inicio de la guerra. Al menos veinte museos ucranianos han sido objeto de bombardeos y han quedado parcial o totalmente destruidos, según la Unesco.
Los museos ubicados en zona invadida han sido saqueados: el expolio más significativo lo han sufrido los museos de Bellas Artes y el Provincial de Jersón y el Museo de Historia Local de Melitopol. Este último atesoraba un valioso conjunto escita de oro, todo un emblema de cultura ucraniana.
La guerra que se libra también se debate en el terreno cultural. Tradicionalmente los creadores ucranianos han sido incluidos en los libros de historia como rusos. Es el caso de artistas como Sonia Delaneuy, Alexandra Ester o David Burliuk.
De las Pussy Riot a Banksy
Artistas de la talla de Banksy han tratado de llamar la atención sobre el conflicto con sus obras. El grafitero se desplazó hasta el país en 2022, al poco de estallar el conflicto, y realizó siete murales en ciudades como Kiev, Irpin o Borodyanka.
Las mediáticas Pussy Riot han sido muy críticas con la manera en la que la prensa rusa aborda la contienda. En ‘Mama don’t watch TV’, un tema publicado en 2022, muestran su oposición a la guerra, piden que Putin sea juzgado y claman a Occidente que deje de comprar gas y petróleo a Rusia.
El año que estalló la guerra, Eurovisión coronó a Ucrania como ganadora del certamen por ‘Stefania’, un tema de la Orquesta Kalush, que combinaba ritmos folclóricos ucranianos con el hip hop, y que contó con el favor del voto del público, en una clara muestra de apoyo al país.
También la literatura ha sido un espejo de la cruda realidad ucraniana en obras como “Diario de una invasión”, de Andrei Kurkov, que narra el terrible impacto de la guerra en la sociedad, o ‘Looking at Women Looking at War’, de Victoria Amelina, una novela inacabada porque la escritora fue asesinada por un misil ruso.
La mexicana Lydia Cacho, perseguida en su país por su trabajo periodístico, quiso aportar su grano de arena con ‘El día que invadieron mi planeta’, un conmovedor relato que retrata los horrores que sufre la niñez ucraniana.
El cine se vuelca con la guerra de Ucrania
El cine ha sido uno de los géneros que en estos tres años mejor ha plasmado los estragos de la guerra y lo ha llevado a salas de cine y televisiones de todo el mundo. Comenzando por ‘Superpower’, un filme de Sean Penn que inicialmente tenía por objetivo retratar a Volodimir Zelenski, “el actor convertido en presidente”, pero se estalló la guerra y se convirtió en un documental sobre el líder ucraniano.
Es también el caso del desgarrador y brutal ’20 días en Mariupol', ganadora del Óscar al Mejor Documental, que sigue el trabajo de los periodistas que se juegan la vida para contar al mundo la guerra de primera mano.
Muchos títulos han seguido: ‘The Invasion’, de Sergei Loznitsa, narra como la vida continúa entre bombardeos; ‘Searching for Nika’ (Stanislav Kapralov), ‘Klondike’, ‘Una casa hecha astillas’, o ‘Mariuopolis 2’, el documental póstumo del lituano Mantas Kvedaravicius, asesinado por las fuerzas rusas en el asedio a Mariupol.