Cultura

La colegiada rememoró cómo el inglés le sirvió de atenuador emocional al escribir sobre el feminicidio su hermana Liliana

Escribir en otro idioma también puede servir de guarida: Cristina Rivera Garza

Muestra
Escritora. Cristina Rivera garza continuó el ciclo Táctil con la ponencia "Duelo en lengua extraña". (Colnal)

Además de “desacabar” las cosas, la traducción tiene la capacidad de la resurrección, porque vuelve “a meter energía del presente en algo que parecía establecido y dado”, consideró la escritora Cristina Rivera Garza, integrante de El Colegio Nacional, durante la penúltima conferencia del ciclo Táctil.

Para la colegiada, trabajar en inglés, o en “modo traducción”, también se erigió como una guarida en la que se protegió del dolor que producía escribir sobre el feminicidio de su hermana. “A diferencia del español, la lengua en la que viví los hechos graves que exploro, el inglés me garantizó cierta distancia protectora que me permitía transitar por las partes más lóbregas, sin partirme de miedo o caer de rodillas”, dijo.

Inicialmente titulada “Duelo y traducción”, Rivera Garza renombró su ponencia como “Duelo en lengua extraña”, en la que se refirió al papel de la traducción y el uso de una lengua extraña —aquella que aprendió después de hablar y escribir en español — para atravesar el duelo, especialmente al escribir su libro El invencible verano de Liliana (2021), ganador del Premio Pulitzer 2024, en la categoría Autobiografía o Memoria.

La traducción, señaló, “nos enseña que nada está acabado, que todo puede volver a decirse y a reescribirse y, en ese sentido, la traducción ‘desacaba’ las cosas. Y esta cuestión de volver a insuflar vida, de volver a meter energía del presente en algo que parecía establecido y dado, me parece que es una capacidad casi de resurrección que tiene la traducción”.

Rivera Garza, sin embargo, no trabajó a la manera del traductor convencional, que traslada un texto de un idioma a otro, sino que tras empezar a escribir el libro que revive el feminicidio de su hermana Liliana, de pronto se vio sorprendida recurriendo al inglés, idioma con el que llevaba 30 años conviviendo.

“Me levantaba temprano dentro de la habitación vacía; cuando digo vacía quiero decir que sólo había una cama individual, una lámpara y ese ventanal enorme por donde entraba la luz del amanecer y la bruma que pronto la cubría. Todavía a medias, entre la vigilia y el sueño, me colocaba frente a la única mesa del lugar, sentada sobre la única silla y, sin atender a las necesidades de limpieza o de alimentación, empezaba a escribir”, relató.

Ahí, “donde no me acompañaba nadie, ni siquiera la coreografía de los muebles, tomó forma una de las versiones finales de El invencible verano de Liliana, la versión en inglés. Empecé a escribir el libro en otra ubicación, azotada por el calor y la humedad creciente de un verano muy largo, acompañada de papeles, los platos y tazas de todos los días, el aroma de las especies guardadas celosamente en la alacena”.

Así, “en algún momento del 2020, las primeras páginas aparecieron en la pantalla y pronto ya no hubo escapatoria. Muchas veces esas palabras le pertenecían al español, la lengua en que me formé luego de mi nacimiento; pero otros días, tal vez los más aciagos, escribí en inglés, casi escondida de mí misma”.

Todos los días, al iniciar la jornada de trabajo, la colegiada revisaba lo que había escrito el día anterior, ya fueran 5 o 230 páginas, pero el proceso tomo un rumbo extraño: “En lugar de utilizar la misma lengua para corregir conjugaciones o cambiar la sintaxis, empecé a valerme de la otra lengua para hacer lo propio: si había escrito en español corregía en inglés, si había escrito en inglés corregía en español. A eso algunas veces se le conoce como traducción, pero es otra cosa”.

“El proceso fue lento y agotador, pero sólo así pude avanzar en un libro que, debido al duelo personal que traía, se me complicaba a menudo. De esta manera se fue generando un archivo en el que el inglés interrumpía el español, o en el que el español le daba continuidad a alguna frase o párrafo en inglés. Así se creó el desorden que, después, con mucho tiempo y más trabajo, tuve que destejer”, continuó.

Vivir de manera bilingüe

Escribir El invencible verano de Liliana entre un idioma y otro, en “modo traducción”, produjo una bifurcación. Si bien no se trata del primer libro escrito por Cristina Rivera Garza con ese sistema, sí fue el primero que publicó en sus versiones originales, tanto en español como en inglés, como libros separados, aunque interdependientes.

La colegiada recordó que tiene poco más de 30 años de residir en Estados Unidos, país en el que ha trabajado y vivido de manera bilingüe, entre el inglés y el español. “A lo largo de los años he escrito piezas creativas directamente en inglés, pero no me ha interesado ni compartirlas ni publicarlas”. Entre 1997 y 2002, siendo profesora del Departamento de Historia de la Universidad Estatal de San Diego, publicó directamente en inglés algunos artículos académicos.

“Entre el 2008 y el 2016 fui profesora y a ratos dirigí el Programa de Bellas Artes en Escritura Creativa, en inglés, que ha impartido la Universidad de California, San Diego, desde el 2009. A partir del 2017, dirijo un PhD, un doctorado en Escritura Creativa en español en la Universidad de Houston. Mientras todo esto acontecía, escribí desde los Estados Unidos, directamente en español, libros tan disímiles como La Cresta de Ilión o Dolerse: textos desde un país herido, que publiqué en editoriales del mundo de habla hispana”.

De esta manera, dijo, “son muchos años de ir de una lengua a la otra, trabajando de manera intensa y consciente, con y entre el español y el inglés, y de esa interacción ha surgido poco a poco, pero indefectiblemente, un modo traducción que se enciende de inmediato cuando escribo cualquier cosa”.

Para la escritora, se trata, sobre todo, de un estado de alerta: “Uno no escribe en una lengua excluyendo a la otra, uno escribe en una lengua, desde o con, o incluso contra la otra. A manera de los espectros, una lengua acecha a la otra sin dejarla nunca en paz; a manera de los gemelos siameses, una lengua está pegada corporalmente a la otra y respiran a la par”.

“A manera del injerto, un pedazo de yema de una lengua se coloca en otra lengua para así producir nuevos frutos, plantas inéditas. Pero a pesar de la cercanía inevitable, casi orgánica, estas lenguas son distintas y ofrecen sus misterios y peculiaridades, sus reglas gramaticales, sus ritmos propios, sus idiosincrasias históricas, y por ello son capaces de intervenir e interrogarse críticamente una a la otra”.

Si el inglés “guarecía” a la colegiada “durante esos días aciagos del verano más candente, y durante los días en la intemperie del desamueblamiento”, pero estaba también “en los días plomizos, cuando los nubarrones de la tarde acababan con mi ánimo, conminándome a desertar”, preguntó: “¿En qué lengua se puede contar la verdad?”.

“La verdad, en mi caso, era el duelo silenciado a la fuerza por una narrativa patriarcal que se había negado a admitir su responsabilidad en los crímenes de violencia doméstica o, como son mejor conocidos ahora, terrorismo íntimo de pareja que se perpetran cada año. El 16 de julio de 1990, mi hermana fue víctima de feminicidio a manos de Ángel González Ramos, a quien todavía se busca”.

Ante la falta de un lenguaje disponible, la familia de Rivera Garza optó por el silencio. “Optamos por lo que tantos otros, replegarnos hacia adentro y perdernos en una mazmorra cuajada de culpa y de vergüenza de la que no podíamos salir. Fueron muchos años así. Tiempo después, y en un país distinto, explorar la historia no fue menos demoledor”.

La manera de salir llegó de “un vigoroso movimiento feminista”, que se gestó durante las dos o tres décadas anteriores. “El ejemplo de este vigoroso movimiento lo acabamos de ver hace un par de días, justo aquí, a un lado, en el Zócalo. Un lenguaje apto para identificar y protegerse de un sinnúmero de actos de violencia que, por su aparatosa frecuencia, se habían incrustado en la vida cotidiana, ganando la apariencia de naturalidad”.

De esta manera, aún ya con un lenguaje proporcionado por el movimiento feminista y una vida entera en Estados Unidos, “me tomó bastante tiempo comprender, bien a bien, que ese método, que podría entenderse como eminentemente literario, era también, y acaso, sobre todo, una estrategia de sobrevivencia. Me tomó todavía más tiempo entender que ese método, que parecía nuevo, estaba ya incrustado en todos los libros que había escrito desde los Estados Unidos”, explicó.

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