Cultura

No creo que una novela pueda cambiar el mundo ni conmover a Donald Trump, pero sí creo puede arrojar algo de luz en la noche oscura del alma, como decía San Juan de la Cruz”. Presenta su libro “Arderá el viento”

Guillermo Saccomanno: “El arte de la novela da la posibilidad de decir no a lo que vemos”

Autor. No soy muy optimista, por suerte, lo cual es bueno para la literatura porque el bien no tiene buena prensa. El mal, en cambio, es mucho más atractivo, dice Guillermo Saccomanno. (Archivo)

“No creo que una novela pueda cambiar el mundo, mientras existan niños muriéndose de hambre en una guerra como la de Afganistán  o en  las otras que hay en el planeta, pero sí creo que el arte de la novela exige conmover, provocar, incitar, cuestionar y da la posibilidad de decir no a lo que vemos”, dice el escritor Guillermo Saccomanno.

El autor argentino visitó México para presentar su reciente libro “Arderá el viento”, con el cual ganó el Premio Alfaguara 2025, agrega que “no creo que una novela puede conmover a Donald Trump, pero sí creo puede arrojar algo de luz en la noche oscura del alma, como decía San Juan de la Cruz”.

Y va más a fondo y señala que “creo también que el arte de la novela exige conmover, provocar, incitar, cuestionar, decir no, la posibilidad de decir no. Los escritores tenemos esa ventaja. Y tenemos la posibilidad de lo que a mí me interesó en esta novela, donde hay varios tonos, es la posibilidad de recurrir a técnicas del folletín, de la novela libertina, de la novela negra”.

Son algunas de las reflexiones del escritor acerca de lo que vive el mundo y las artes, por lo que su reciente historia la ubica en un pequeño pueblo costero argentino y el mismo Guillermo repite el refrán: “Pueblo chico, infierno grande”, para hacer referencia a lo que pasa en algunos países del mundo.

La historia de “Arderá el viento” narra el arribo del matrimonio de los Esterházy al pueblo, una pareja que administra y dan nueva vida al “Hotel Habsburgo”. Tiene dos hijos, cuyas personalidades son tan dispares como conflictivas; el esposo, un ingenuo que se cree artista; y la mujer, que se vale de cualquier argumento para conseguir lo que desea.

Un marco en el que todo parece que no cambia, pero lo que hay en el fondo es un sistema de corrupción que engloba a todos los pobladores, pero nadie tiene el valor de aceptarlo, por lo que existe una red de complicidades políticas condimentada por el tráfico de drogas. Una red que se revela por el muerto que aparece al inicio de la novela y todos saben qué pasó, pero nadie lo expresa. “En mi novela pasa de todo, miserias y virtudes, un pueblo chico es una metáfora”, precisa el escritor.

Respecto a este comentario de corrupción, se le pregunta cómo mira con el tiempo la novela, en la cual con precisión de bisturí refleja la estupidez e ingenuidad humana.

Después de escribirla ya no la veo, ni la siento ni la escucho. Es decir, una vez que uno termina un libro, lo publica, el libro sale, el libro ya no es de uno. Entonces, lo que uno pueda decir acerca del libro está más acá o más allá, pero nunca en el lugar del punto de vista claro, nítido.

Es decir, uno pierde toda objetividad. Una vez que la termina y la publica, el autor pierde toda objetividad y por lo general está más cerca de la vergüenza que del orgullo, porque depende de los lectores si la novela cumplió su cometido. Si es que tienen un cometido las novelas, esto me pregunto a veces.

No soy muy optimista, por suerte, lo cual es bueno para la literatura porque el bien no tiene buena prensa. El mal, en cambio, es mucho más atractivo.

Los libros, cuando uno hace un libro, es una cosa que sale al mar y si alguien la agarra y divierte, es bueno, porque creo que la literatura es diversión antes que nada, y después crítica, análisis.

Mi literatura es ficción y no creo exactamente en el realismo, en reflejar la realidad. Está la invención, que es la que mediatiza y la distancia e historia es lo que permite la imaginación.

Por ejemplo, la memoria argentina se ha basado un poco en ello, en recuperar trozos de historia, y si no fuera por las madres y las abuelas de Plaza de Mayo, no habría memoria. Y algún acto heroico como el de Raúl Alfonsín con el Juicio a las Juntas Militares por los crímenes cometidos durante la dictadura militar (1976-1983), incluyendo desapariciones, torturas y ejecuciones. Fue el primer país en hacerle un juicio a las Juntas Militares.  Después el acto importante de Néstor Kirchner, con el cual se realizaron juicios por los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar. No soy ni alfonsinista ni kirchnerista, pero estoy tratando de ser objetivo, más allá de mi pensamiento de izquierda.

De joven fui trotskista, así que no hace falta que los aprecie mucho. Pero creo que estos dos hechos han sido muy importantes, no sé si para toda la población para nuestra historia.

Vivimos en un mundo complejo y en lo que hace a Argentina, creo que la dictadura militar fue muy fuerte, una de las más sangrientas de Latinoamérica. Contó con el apoyo civil, lo que se llama la complicidad civil, no solo la complicidad capitalista, con la inyección y apoyo de Estados Unidos.

Porque en Argentina el golpe de Estado, de 1976, lo pidieron los civiles, lo pidieron los partidos políticos cuando faltaban días para que cayera el gobierno de Isabel Perón por peso propio y hubiera elecciones. Fueron los partidos políticos, y esto no lo quiere aceptar ningún partido político. La clase media es cómplice de todo esto y creo que aquellos que apoyaron el golpe, que se sentían más seguros y tranquilos con el golpe de Estado, aunque fue un desastre en lo que fue en salud, el pan, el trabajo, etc., fueron las familias pequeño-burguesas y también de trabajadores, porque no idealicemos tampoco a los pobres y no pensemos que por ser pobre uno es bueno. Esas familias se reprodujeron y esa idea de la clase media se reprodujo también hasta llegar a nuestros días.

GOBIERNOS RECIENTES

Guillermo Saccomanno señala que los últimos gobiernos de Argentina no dieron soluciones económicas y el poder está cada vez más concentrado en unos pocos puños. “Entonces, si no hay un reparto equitativo de la riqueza, si los gobiernos como éste que tenemos ahora, este clown de Milei, que liquida precisamente los ministerios de trabajo, de salud, vivienda, etc., no parece ser un buen camino. Sí ayer estábamos al borde del abismo, hoy dimos un paso al frente”.

Entonces, añade, creo que, en Argentina, a menos que se forme un frente en algún momento, estamos lejos de una salida. “Aparentemente más cerca de una explosión que de una salida”.

Esto en torno a lo político, pero sobre el concepto del silencio, añade Guillermo, no decir qué opinamos, como sociedad y solo nos quedamos rodeados de ese barullo, de esa información diferente, a lo que sabemos: que hay un cuerpo ahí, que hay crímenes y chivos expiatorios. Sí callamos y aceptamos esa información como cierta, es parecido a no saber y no entender”.

Cuenta que en su vista a México estuvo viendo un poco la televisión y mostraron los crímenes, etc. “Están muy bien las denuncias, etc., pero debería haber un poco de análisis de la complejidad que todo esto tiene, que la estructura del narco tiene, la complejidad de los políticos que están ahí detrás, los capitales que están detrás, y tal vez la DEA que está detrás. Es como ver mi novela donde pasa de todo, miserias y virtudes, menos virtudes”.

Por eso digo que “Arderá el viento” es una especie de metáfora de lo que estamos viviendo aquí, allá y en todas partes.

Tendencias