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El escritor habla de su reciente novela “Hombre”, en la cual narra la historia de un hombre obsesionado con crear un imperio. “Hoy tenemos un malestar porque cada vez sacrificamos más nuestros deseos en aras de un beneficio cada vez más lejano”

Guillermo Arriaga: “La sociedad no debe confiar ciegamente en algún político, puede cometer errores graves”

Entrevista Guillermo Arriaga señala que no puedes creer que un padre va a resolver el problema de las drogas que termina por arruinar una sociedad. (Tec de Monterrey)

Guillermo Arriaga dice que aun con ese sentimiento de orfandad y vulnerabilidad que puede tener el hombre, “ninguna sociedad debe confiar ciegamente en algún político”. Se busca una figura paterna como AMLO, Trump o Putin, fuertes y dominantes, para que ayude a corregir ese sentimiento, sin saber que puede cometer errores graves.

Y ese es uno de los caminos por donde Arriaga lanza su reciente novela “Hombre”, en la cual narra la historia de un hombre obsesionado con crear un imperio, a la par del nacimiento de otro que es los Estados Unidos y la esclavitud a la que sometió a cientos de miles de personas, el genocidio contra sus pueblos originarios , el robo de tierras a México y el capitalismo que empobrece más a las mayorías.

“Hoy tenemos un malestar porque cada vez sacrificamos más nuestros deseos en aras de un beneficio cada vez más lejano. Cada vez nos alienamos más, cada vez estamos más lejanos de nosotros mismos. En los años 80 del siglo pasado,  Thatcher y Reagan hablaron del escurrimiento de los beneficios, de que el capital va a crear trabajos como nunca se imaginó y no fue cierto. Se concentró el capital, pero nunca hubo el derramamiento de beneficios”.

La novela me refiere al doctor Jekyll y el señor Hyde, ese cambio de personalidad que también sucede con Jack y se convierte en Henry. Es apretar un botón para despuntar la brutalidad humana.

Mi deseo era contar la historia de un hombre -Jack o Henry-,  que está obsesionado con crear un imperio, un ser capaz de generar lealtades y amores absolutos: sus hijos lo aman, las mujeres lo aman, los esclavos lo admiran y respetan, y hay quienes están dispuestos a dar la vida por él.

Por otro lado, es un tipo capaz de hacer lo que sea, es decir: matar a quien sea para construir su imperio, pero también es el hombre que se interesa por los demás. No es hipócrita ni falso, realmente quiere y respeta a su gente.

Su origen está en la figura de Alejandro Magno, quien dicen sabía los nombres de todos sus soldados, de sus esposas, de los hijos y a todos cuidaba. Era el primero que iba por delante en las guerras, era muy cruel, pero lo amaban sus hombres.

Además de la creación del imperio de Henry Loyd, cuentas el nacimiento de los EU, la esclavitud, la pobreza, las clases sociales, el caleidoscopio de una sociedad brutal.

Creo que el siglo XIX permitió el parto de las naciones americanas. Estados Unidos y México nacieron como países prácticamente en ese siglo y ambas naciones tuvieron un parto en medio de la barbarie, con un baño de sangre descomunal. Por ejemplo, no hay que olvidar las masacres de mexicanos contra los apaches, que fueron terribles. Siempre hemos visto en el western como los americanos eliminaron a los apaches, pero nunca lo hemos visto del lado mexicano.

También está la esclavitud, quizás el pecado más grave en la fundación de Estados Unidos, al que le siguieron otros como el despojo del territorio mexicano y el genocidio de los nativos americanos.  

¿Una civilización dolorosa y a la distancia nos cuestionamos si podemos tenemos un mejor futuro?

Creo que sí, y aunque son tiempos terribles, no contemplamos un genocidio como el que hubo en la Alemania nazi o como el que hubo contra las tribus originarias americanas. Lo grave es que hay guerras terribles, a lo que se suma el resurgimiento de la ultraderecha o de la ultraizquierda. Es decir, estamos en medio de movimientos radicales que pueden terminar provocando genocidios.

Vivimos los extremos: Por un lado, tienes a Putin, a Milley o a Trump acá, y por otro lado viene de la izquierda recalcitrante de Ortega o Maduro.

En estos extremos encaja tu novela, que muestra el deterioro de la conciencia humana.

Es así y creo que debemos entablar políticas de diálogo, porque es lo único que puede acabar con el radicalismo. Cuando la gente se asusta se radicaliza. Un ejemplo: los blancos americanos pobres, cuando ven que no tienen salida a sus problemas, entonces se radicalizan contra los extranjeros.

Por ello, debemos crear avenidas de diálogo, porque si no, esto puede acabar en un genocidio, al ser más fácil culpar al otro de nuestros males.

En esta novela ¿por qué decides hablar de los claroscuros del hombre?

Esta es una novela que intenté varias veces hacer la película. Por alguna razón no cuajaba. Intenté escribirla como película y no se daba. Esto significaba que necesitaba un lenguaje literario y, en el momento de sentarme a escribirla ya como novela, me di cuenta que requería de varias voces para entender la magnitud de lo que estaba haciendo este individuo -Henry-. Porque no solamente representa un personaje, sino también la creación de un país y, aunque es una ficción, creo que nos da una idea de cómo sucedieron las cosas: ¿Qué sucedió con los ataques de los apaches? ¿Qué sintió la gente frente a los apaches? ¿Cómo se sintieron los mexicanos? Se quedaron en el lado equivocado de la frontera. ¿Tú sabes lo que significa que un día amanezcas y te digan: esto que es tu país, ya no los es? Los papeles que te daban identidad, ya no sirven.

Tu pasaporte, tus escrituras valen madres. Ya eres nada ¿En qué te conviertes? Por eso quise hablar de estos problemas a ras de suelo. Creo que es la ventaja de la novela, que te permite entender la dimensión humana de lo que está aconteciendo y quienes sufren estos avatares.

En esta ficción describes lo que somos como hombres y es como un recordatorio de un pasado que no debemos repetir.

Te voy a decir una cosa: las novelas son un descubrimiento para el autor mismo. No escribo con ánimo de dar un mensaje, ni escribo con el ánimo de presentar ideas. Soy un contador de historias y quise contar una, pero en ese trayecto, los temas  surgen después de terminar la novela.

Con mis libros me vínculo en dos momentos: uno, mientras lo escribo; y otro, cuando veo la reacción de los lectores, porque son dos novelas distintas, la que tú escribes a cómo es leída por otros. Es aquí donde empiezan a surgir los temas que no sabía que estaban ahí.

El asunto del capitalismo, el de la ambición, el de la pérdida de familiares, el de la orfandad. De este último, en la historia la mayor parte de los personajes son de alguna manera huérfanos: los principales, son hijos de madres solteras y esta ausencia de padres los determina.

El misterio de dónde vienen ciertas personas, creo que es una tradición de la literatura. Me interesaba mucho que los personajes no supieran de dónde viene Henry Lloyd, que el lector poco a poco sepa sus orígenes.

Sobre la orfandad, Jack, cuando persiguen a su familia adoptiva para matarla, siente de nuevo esa soledad que hoy muchos tenemos ante un futuro tan incierto.

¡Claro! Hay algún momento en que la vulnerabilidad es producto de una orfandad. AMLO es una figura paterna, Trump es una figura paterna, Putin es una figura paterna, son figuras masculinas dominantes y muy fuertes.

Es curioso cómo estas sociedades buscan figuras paternas radicales, en lugar de buscar figuras maternas que pudieran ser más amables, más comprensivas.

Pero lo que vemos es como si esta orfandad y vulnerabilidad solo la pueda corregir un hombre fuerte, un padre que da articulación a la sociedad, sin darse cuenta que muchas veces ese padre va a cometer errores graves.

No puedes creer que un padre va a resolver el problema de las drogas que termina por arruinar una sociedad. No quiero con esto demeritar a estos presidentes. Cada uno tiene sus virtudes y por algo están donde están, pero creo que ninguna sociedad debe confiar ciegamente en algún político.

Esto del padre y la orfandad tiene que ver también con otra cosa que tocas muy bien en tu novela: el capitalismo, el dinero y en estos tiempos más salvaje, donde trabajamos más y ganamos menos.

Esto se plantea desde hace mucho tiempo, y tenemos Freud con el malestar de la cultura. Un malestar de la cultura porque cada vez sacrificamos más nuestros deseos en aras de un beneficio cada vez más lejano. Cada vez nos alienamos más, cada vez estamos más lejanos de nosotros mismos.

Un ejemplo, en los años 80, Thatcher y Reagan hablaron del escurrimiento de los beneficios, de que el capital va a crear trabajos como nunca se han imaginado y no fue cierto. Se concentró el capital, pero nunca hubo el derramamiento de beneficios.

Las clases obreras de Estados Unidos e Inglaterra quedaron al garete. ¿Por qué?, porque nunca hubo el escurrimiento de beneficios tal y como lo plantearon los economistas de Chicago.

Pero la novela te deja algo:  la esperanza de ya no ser al doctor Jekyll y el señor Hyde.

Los personajes interesantes son aquellos que tienen claroscuros, pero esencialmente me gusta crear arquetipos. Estoy contra del estereotipo, en cambio el arquetipo tiene algo, un peso en el consciente colectivo, mientras el estereotipo es la forma fácil en que tú vinculas un ser humano con una característica.

Entonces mi esperanza, no quiero decir por esto que lo haya logrado, es crear arquetipos, no estereotipos.

Y, por otro lado, lo que escribo son dramas al más puro estilo griego, donde al lector, es lo que más quisiera, se quedara con una reflexión sobre la naturaleza humana.

Porque creo que nosotros los seres humanos nos debatimos entre dos tensiones cada vez más fuertes: la naturaleza que no perdemos nunca y tiene una tendencia innata a la crueldad, y la civilización que trata de crear muros contra esa naturaleza.

Para ello debemos acercarnos a la naturaleza y de esa manera distanciarnos de ella, para sacar lo mejor de nosotros mismos, que es el espíritu de la civilidad.

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