
Flavio González Mello ingresa este jueves 19 de junio a la Academia Mexicana de la Lengua para ocupar la silla número 32 y su discurso versará sobre la comedia que habla sobre la vida, un género que pareciera menor y está desplazado por el drama y las grandes epopeyas asociadas a la muerte, pero no lo es, incluso señala que le parece “extraño que la sociedad dé más valor a la muerte que a la vida”.
En conversación en la sede de la AML en el Centro Histórico, el dramaturgo y guionista asegura que en el imaginario se tiene una idea de lo que debe ser la alta y baja cultura. En la primera se enmarca las grandes épicas y tragedias y en la segunda a la comedia, sin ver el valor que tienen cada una.
Respecto a su ingreso a la AML, dice estar muy contento y el encuentro con la institución fue muy diferente a lo que pensaba. Explica que no sólo se habla de lengua y sus aristas, sino que hay personas destacadas de muchos ámbitos que enriquecen el diálogo.
¿Cómo un dramaturgo y guionista mira la lengua?
Es una forma de trabajo ligada a las imágenes, piensas en imágenes también en acciones, en emociones que puede tener el actor mediante un diálogo sintético. Esto pasa porque no tenemos todo el espacio que tiene un novelista para explayarse y hacer la descripción de todo lo que piensa el personaje y por ello, este diálogo en el teatro, debe ser como la punta de un iceberg: suficientemente sólido para que el espectador se imagine todo lo que motivó esas palabras.
Esto es lo que creo que hacen los grandes dramaturgos como Shakespeare o Chejov, quienes con pocas palabras o ninguna crean una línea completa de pensamiento del personaje.
En “Tartufo”, de Moliere, hay una escena muy famosa donde un personaje está abajo de una mesa espiando como a su mujer la quieren seducir. La mesa permanece quieta y el silencio que genera es el contraste de contraste de todo.
¿Tocas un tema sustancial en la escritura: el silencio. Qué significa en tu obra?
Creo que la gran aportación de Antón Chejov a la dramaturgia hace un poco más de un siglo fue descubrir el valor del silencio y empezar a acotar las pausas viendo el libreto teatral a veces más que como una retórica, como una pieza musical que efectivamente donde el ta ta ta y luego el silencio, y luego el ta ta ta y luego el silencio.
La dramaturgia del siglo XX deriva un poco de ese tipo de búsqueda, que fue profundizada por autores como Harold Pinter, donde quizá lo más importante está en el silencio, en lo que no se dice.
Y el silencio está en mi obra a veces parece que tiene más peso la palabra. Una de éstas que es “1822 el año que fuimos imperio” que narra la pugna entre Servando Teresa de Mier y Agustín de Iturbide, nuestro efímero emperador. Los personajes hablan mucho porque son muy locuaces, porque es política y están desde la tribuna del Congreso mexicano, pero justamente eso permite que cuando van a elegir emperador a Iturbide con una serie de maniobras, el silencio de los diputados que no se atreven a ir en contra de la figura en el poder cobre peso.
Porque hay todo tipo de silencios: despectivo, cómplice, temeroso y uno que algunos dirían cobarde, hay un silencio que puede ser valiente, es decir no unirse a un coro que está festejando algo éticamente reprobable. Ese silencio tiene una forma de resistencia.
Entonces, el silencio es tema muy interesante y que el drama en general explora mucho. Juan Mayorga, el dramaturgo español más importante, cuando ingresó a la Real Academia de la Lengua su discurso fue sobre el silencio.
¿Cómo recibes este nombramiento?
Muy contento y entusiasmado porque tenía una idea muy vaga de lo que hacía la Academia Mexicana de la Lengua y pensaba que aquí sobre todo había gente que se dedicaba a las cuestiones de gramática y todo lo relacionado con la lengua.
Pero lo que me he encontrado aquí es que en realidad congrega a los que trabajamos con la palabra desde ámbitos muy diversos. Por ejemplo, está una física como Julieta Fierro o está un arqueólogo como Eduardo Matos, está un sociólogo y antropólogo como Roger Bartra y así pues músico como Carlos Prieto, entonces es muy interesante cómo puede haber desde lados tan disímbolos un territorio común que es la palabra,
¿Y de qué vas a hablar el próximo jueves?
De la comedia con el punto central de reflexionar sobre qué papel juega e importancia tiene. Siento que hay una idea generalizada de que la comedia está bien, pero es algo menos importante que las formas serias de arte. Lo que deseo plantear es dónde podría radicar la seriedad de la comedia. ¿Qué hace que una obra de Moliere pueda tener el mismo estatus que una de Shakespeare, aunque no sea una tragedia y no tenga la poesía depurada de Shakespeare, pero desde otro lado pueda ser un equivalente.
¿Por qué crees que se devalúa tanto la comedia?
En el ser humano hay una idea de lo que es la alta cultura y la baja cultura y generalmente la alta cultura se considera que ahí están las grandes epopeyas, que yo lo resumiría con el sentido de la muerte. La tragedia, las grandes gestas, pero sobre todo la muerte y la comedia, en cambio, habla de la vida. Y me parece extraño que la sociedad le dé más valor a la muerte que a la vida.
¿La inteligencia artificial, como la ves y dado que tiene una obra de este tema?
La reciente obra que estrené que se llama “Inteligencia actoral” y trata sobre qué pasa si un robot sustituye a un actor para interpretar a Hamlet. De ahí partimos y por ciento una de las cosas que me divierte hacer es que me gusta pensar en Hamlet como una comedia y no como una tragedia.