
Frank Gehry, fallecido este viernes a los 96 años, consiguió en 1997 cambiar toda una ciudad y convertir la arquitectura en un fenómeno social con un solo edificio, el Museo Guggenheim Bilbao (norte de España), considerado un “icono” de la arquitectura moderna y un ejemplo de transformación urbana.
Gehry -que ganó el premio Priztker en 1989- ya era uno de los más prestigiosos y galardonados arquitectos del mundo cuando recibió el encargo del Guggenheim Bilbao, pero fue este edificio el que le convirtió a él en una celebridad mediática y a la arquitectura en el nuevo objeto de deseo de los políticos para transformar sus ciudades, no solo urbanísticamente, sino también económicamente.
El arquitecto canadiense-estadounidense murió hoy en su casa en la localidad californiana de Santa Mónica tras sufrir una enfermedad respiratoria. Nacido en Toronto, se trasladó a Los Ángeles cuando era un adolescente.
Siempre dijo que el Museo Guggenheim Bilbao fue un proyecto “especial” en el que contó con margen para “explorar con libertad ideas que no había podido explorar en el pasado”.
Con esa libertad que le concedieron las instituciones del País Vasco (región donde se emplaza la ciudad) creó un edificio curvilíneo revestido de placas de titanio. “Una de mis obras preferidas, que cuando se terminó me hizo exclamar, admirado: ¿Como he podido hacer esto?”, llegó a confesar.
Ese edificio cambió el rumbo de Bilbao, convertida por primera vez en un destino turístico de primer orden, y de la Fundación Guggenheim, reclamada por ciudades de todo el mundo deseosas de tener también una sucursal museística de esta enseña.
El arquitecto se confesó un “enamorado” del pueblo vasco y de Bilbao cuando, un día después de recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2014, puso la primera piedra del puente que lleva su nombre en la ciudad, la última gran obra de la regeneración urbana de la localidad que él mismo inició y que denominaba el ‘efecto Bilbao’.
Muchos otros, en cambio, acuñaron el término ‘efecto Guggeheim’ para referirse a ese proceso de revitalización cultural y económica que pivota sobre una obra icónica que cambia el rumbo de una ciudad.
Según datos de 2023, tras un cuarto de siglo de actividad, el museo había sido visitado por casi 25 millones de personas, un 61 por ciento turistas extranjeros, y había logrado un impacto económico directo de más de 6.500 millones de euros.
Las otras obras de Gehry en España
Además del Guggenheim Bilbao, Gehry hizo otras dos obras en España, una de ellas también en el País Vasco, en concreto el hotel de las bodegas Herederos del Marqués de Riscal, en la pequeña localidad de Elciego.
Un edificio también con formas onduladas y revestido de titanio, aunque en este caso de tres tonalidades distintas: rosa (en alusión al vino tinto), oro (por la malla que cubre las botellas) y plata (en referencia a la cápsula que cubre el tapón de corcho).
Inaugurado en 2006, fue definido por su creador como “un animal galopando por el campo, expresa movimiento”, y aparece como “flotando en medio de los viñedos” e integrado en el entorno.
Su tercera obra en España la encontramos en Barcelona. Es la Torre de La Sagrera, que no es un edificio, sino una escultura que representa un Pez Dorado, y que se levantó para las Olimpiadas de 1992 y cambia de color con la luz solar y el clima.