Escenario

ENTREVISTA. El cineasta argentino platicó con Crónica Escenario en su más reciente visita al país donde presentó su filme Deus Irae sobre sacerdotes que limpian a todo mortal de los demonios que intentan poseer sus almas

Pedro Cristiani y el miedo en la iconografía religiosa: “Cuando la monstruosidad sale de lo reconocible, es mucho más terrorífica”

Fotograma de Deus Irae Formó parte del Festival Mórbido. (CORTESÍA)

El cineasta y guionista argentino Pedro Cristiani estrenó en la edición número 17 del Mórbido Fest su más reciente cinta, Deus Irae, retomando una historia de hace 14 años que por fin se convierte en largometraje, siendo una de las funciones de cierre del certamen de terror sobre unos sacerdotes que limpian a todo mortal de los demonios que intentan poseer sus almas.

Crónica Escenario charló con él sobre este proyecto mientras repasamos sus lejanos orígenes: “Deus Irae fue un cortometraje del 2010 que tuvo una repercusión que jamás esperamos. Lo que sí ocurrió fue que, con el paso de los años, surgieron muchísimos otros proyectos y realizaciones, pero esa historia era algo que siempre volvía a la conversación”, dijo.

“Como una deuda pendiente que uno tenía en explorar más profundamente este universo y algo muy interesante que ocurrió es que nunca conseguimos la financiación para hacer la película”, comenzó rememorando Cristiani.

“Lo que terminó pasando fue que siete años más tarde de haber hecho el corto, decidí poner de mi propio bolsillo el dinero que tenía en el banco para financiar los primeros 25 minutos del largometraje y presentarlo como Work in Progress en el Marché du Film del Festival de Cannes”, siguió sobre el inicio del proyecto.

“Luego ganó el Sitges Pitchbox, en el Festival de Sitges, y a partir de ahí empezamos a conseguir el interés para contar con la financiación y terminar el largometraje”, continuó ahondando en la evolución del proyecto.

Para Pedro, el verdadero desafío recaía en hacer de esa historia algo eficiente de hora y media. “No queríamos estirarlo ni que se sintiera como esos cortos que son muy eficientes, pero luego el largometraje es una versión diluida del cortometraje, o termina ocurriendo que una escena se reproduce y después la historia va para otro lado. Entonces lo que hicimos fue explorar realmente a estos exorcistas que tienen que volverse algo peor que el mal para poder conquistar al demonio”, manifestó.

“La pregunta se volvió más humana y a partir de ahí la cinta se volvió mucho más interesante porque ¿en qué tipo de monstruo nos tenemos que convertir para derrotar al mal. Tomando eso como punto de partida, tenemos un protagonista que es absorbido dentro de esta realidad. Un sacerdote que visita familias que dicen haber visto algo sobrenatural o tener poseídos y cuando regresa de visitarlas encuentra que alguien los ejecutó y todo apunta a él”, apuntó a su vez Cristiani.

“Entonces se pone a investigar y empieza a descubrir que hay un grupo de sacerdotes que se dedica a ejecutar literalmente al mal con biblias, plegarias y armas. Lo que termina ocurriendo es que este sacerdote se vuelve tan obsesionado que termina formando parte de este grupo. De esa manera empezamos de una realidad más cotidiana que se va enrareciendo hasta que es arrastrado hacia su mundo”, puntualizó el cineasta.

Para dar vida a esta trama, había que cambiar ciertos aspectos como la estética del filme. “El cortometraje tenía algo mucho más de novela gráfica, muy influenciado por Punisher o Blade, porque eran sacerdotes con anteojos oscuros y gabardinas de cuero. Pero el largometraje ha evolucionado hacia un lado más perturbador, más al estilo de El Exorcista III o Possession de Zulawski. Es una pieza de género muchísimo más perturbadora”, exhibió Pedro.

Además, había un lazo que vinculaba ese proyecto de 2010 con el actual: el regreso de Gastón Ricaud. “Tenemos una relación de muchísimos años y su personaje conecta el cortometraje con el largometraje. El Padre Marcos era mucho más activo, ya que estaba en el mejor momento de su vida para hacer exorcismos violentos con cierto nivel de sadismo”, dijo.

“Y en el largo, lo interesante es que nos hicimos cargo de los 14 años que habían pasado y ahora es alguien con una cicatriz en la cara, cansado, que sigue haciendo exorcismos porque no hay nadie que pueda tomar su lugar. Entonces eso lo volvió también un personaje mucho más interesante”, afirmó el también guionista.

“El padre Marcos se vuelve el guía del padre Javier, que es el nuevo que es arrastrado en esta realidad. Entonces lo interesante es que al ser más veterano resulta ser alguien más peligroso. Porque si entra en acción es porque tiene un objetivo y no se va a detener hasta cumplirlo, ya no tiene esa juventud de poder malgastar energía. Y de vuelta, él es en lo que se terminaría volviendo el padre Javier a medida que se deje llevar más profundamente en esta espiral de sacerdotes oscuros”, añadió el argentino.

Otro aspecto de llamar la atención es la narrativa capitular, sintiéndose como si fuera un libro. “Nuestra intención siempre fue generar una película de género latinoamericana que no intente replicar la estructura norteamericana porque algo que uno encuentra mucho en las películas de género de acá es que tratan de ser el nuevo Conjuro o Sinister. Pero en Latinoamérica tenemos una base literaria, cultural y religiosa del terror muchísimo más potente”, aseveró Pedro.

“La religión, por ejemplo, la sientes y respiras, y esa es una característica que tenemos en Latinoamérica que la cultura anglo no la tiene. Lo cotidiano de lo religioso forma parte de nuestro ADN. La idea era siempre generar una pieza de terror que fuese inequívocamente latina, pero que al mismo tiempo no trate de replicar el terror de género norteamericana”, comentó.

“Por eso se la ha dividido en capítulos, que a veces no son lineales, van hacia adelante y retroceden en el tiempo. Entonces, en vez de tratar de comprimir todo en una película, decidimos abrirla para un libro uno”, complementó.

También resalta el manejo del tiempo y la realidad en Deus Irae, algo que nos remonta incluso a sus primeras obras. “Quise también abordar el punto de vista de una persona que está perdiendo su conexión con la realidad. Entonces la idea siempre fue que el espectador lo experimente de la misma forma que el protagonista está sintiendo esa falta de linealidad. Que en un momento el protagonista pueda tener baches y más adelante se llenan y resignifican la historia por la información con la que antes no contabas”, dijo.

“Desde Moebius, mi primer proyecto como guionista, viene esa idea de que el tiempo lineal es solo una excusa que nosotros ponemos para intentar organizarlo. Pero tanto la realidad como el tiempo no lo son. Hay momentos que un minuto para nosotros puede parecer un día y hay días que pueden parecer 30 segundos”, siguió explicando.

“Entonces, ya desde el momento que el tiempo es completamente elástico, advertimos que haya un comienzo, un medio y un final junto a la concepción de que la realidad como nosotros la conocemos no es otra cosa que un punto de vista fabricado por una mayoría. Pero desde el momento que tú te paras en un ángulo mínimamente distinto, todo cambia, toda esa realidad te das cuenta que de acuerdo a donde estés parado se puede caer”, expuso el realizador.

Finalmente, Cristiani dio cátedra de otro factor destacado en su cinta: el diseño de las criaturas. “Cuando un demonio posee a una persona en Deus Irae, lo que hace es que se alimenta del alma, anida dentro de la persona y empieza a divertirse con el cuerpo. Lo empieza a cambiar y lo utiliza como un capullo para que el demonio usa esa materia prima, que es la carne y los huesos, para intentar replicar su forma natural”.

“Siempre trabajamos con efectos físicos. No hay nada digital en la película. Incluso muchas veces cuando estábamos en pleno rodaje, el mismo director de fotografía me decía si quería hacer un plano más cercano del efecto y le decía que no, porque desde el momento que tú cortas a eso, la gente cree que estás haciendo trampa”, siguió.

“Pero si tú dejas el plano fijo y ves la transformación de la persona, te das cuenta que es todo físico en todo momento. Entonces hemos intentado crear tensión al no cortar y quedarnos 15 segundos más con el efecto”, añadió.

El cineasta se siente satisfecho con los resultados: “Es excelente porque cuando tienes el efecto práctico en la cámara es imperfecto pero te da reflejos y convive con los actores, volviéndose un protagonista más de la película. Si te basas en efectos de poca producción, estás en una zona segura de control hermoso y es mucho más honesto con las criaturas demoníacas de las que hablamos”, explicó Pedro.

“Otra cosa es que la película es muy monstruosa, pero esa monstruosidad la empezamos a volver la deformidad de lo normal, porque pasa lo siguiente. Si tú al comienzo muestras un monstruo, a medida que va avanzando la película, tienes que ir mostrándolo cada vez más grande para justamente hacer un crescendo narrativo y visual”, sumó.

“Pero nosotros optamos por enseñar una criatura hermosa y en la siguiente hora se vuelve una perversión mucho más perturbadora que tener digamos algo a lo (John) Carpenter que después deriva en (David) Cronenberg”, meditó el argentino.

“Cuando la monstruosidad sale de lo reconocible, es mucho más terrorífica. Si sale de algo que no es humano, es algo alienígena. Pero cuando empieza a salir de la perversión de lo que tú reconoces, la iconografía religiosa, la deformación del cuerpo humano, de todos esos puntos reconocibles, tú generas algo nuevo que se queda muchísimo más en la retina”, concluyó el director.

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