Jose Madero dio su primer concierto de tres en el Auditorio Nacional con su gira Sarajevo, donde el ex vocalista de Pxndx sigue consolidando su carrera como solista teniendo tres sold outs en este escenario ya familiar para él.
Cómo ya es usual en él, Madero comenzó directamente su repertorio con canciones de sus álbumes más famosos como Giallo, Noche, Psalmos y el más reciente, Sarajevo, característicos por tener cada uno un color asignado y así se distingan para los fans.
La apertura fue con “Hablemos del campo”, un tema que inmediatamente marcó el tono de la noche con su sencillo del nuevo disco. Pero, para sorpresa de muchos, el setlist no fue el de su concierto anterior en Monterrey. Como siempre, Madero mostró su versatilidad y dinamismo al introducir nuevos arreglos y versiones de sus canciones, siempre con un toque personal.
“Cerraron Chipinque” provocó un griterío colectivo, uno de los sencillos de Giallo que marcó toda esa era. Un momento especial fue la interpretación de “Literatura rusa”, una pieza de su repertorio que se mantiene vigente con el paso del tiempo, logrando que el público coreara cada frase.
La selección de canciones también se destacó por la facilidad con la que podía identificar el estilo y la etapa de Madero a través de la paleta cromática de sus álbumes, tan fáciles de distinguir por los colores que definen cada período de su carrera.
Los intermedios fueron una parte fundamental del concierto. Cortos, pero efectivos, permitieron a la audiencia tomar aire antes de volver a la carga con la energía inquebrantable de Madero. Y, como en cada uno de sus shows, la atmósfera se tornó mágica cuando sonó “Codependientes” y su interpretación de “Gardenias 87”, uno de los sencillos de este reciente álbum.
Las sorpresas no pararon ahí. Madero se atrevió a cambiar de vestuario, optando por una chamarra de manicomio que se convirtió en uno de los detalles visuales de la noche. En cuanto a la interacción con el público, fue más cercana que nunca, incitando a los asistentes a saltar y cantar con él en canciones como “A poco no”, “Sinmigo” y “Cum Laude”.
El concierto también ofreció momentos de calma y reflexión, como cuando Madero interpretó temas profundos como “Noche de brujas” y “Día de mayo”, antes de elevar el ritmo nuevamente con el aclamado “Padre nuestro”.
Sin duda, cada tema fue una ola de emociones que ya caracteriza sus conciertos, alternando momentos de alta intensidad con momentos de introspección.
Otro de los instantes especiales de la noche fue cuando presentó a Sofía Thompson, quien lo acompañó en la interpretación de “Dafne”, pidiendo un aplauso para ella y mostrando una química que no pasó desapercibida en el Coloso de Reforma, que continuaba desatando el “maderismo” esta velada.
Al llegar a las partes finales del concierto, la energía volvió a ser imparable con temas como “Zero”, que incluso logró bajar el ritmo para luego elevarlo con una intensidad inusitada en canciones como “Sonámbulos”. Y así, la pista se llenó de luces y movimientos cuando Madero incitó a bailar con “1980”.
Un momento que, sin duda, quedará grabado en la memoria de todos los presentes fue cuando, en un acto de conexión total con el público, el solista cantó “Ojalá” mientras las luces de los teléfonos móviles iluminaban el recinto. La conexión entre el artista y sus fans nunca fue tan palpable.
Y es que José Madero no ofreció solo un repaso por sus discos, sino una experiencia visceral que mostró su evolución artística. Gracias a un show lleno de matices, cambios de ritmo, interacciones genuinas con su público y, sobre todo, una muestra de por qué sigue siendo uno de los artistas más completos de la escena musical, es que el “maderismo” sigue fuerte y continúa creciendo.