En algún punto rural de México, un adolescente se debate entre seguir viviendo a la sombra de ser el hijo de un sicario que fue asesinado años atrás o vislumbrar un horizonte ajeno a la brutalidad; convertirse para un cartel en un número más, mismo que un tatuaje en el pecho se lo esté recordando o encarar desde otro lugar su sino.
Se trata de Sujo, segundo largometraje del tándem conformado por las directoras, guionistas y editoras, Astrid Rondero y Fernanda Valadez, posterior al éxito obtenido por Sin señas particulares (2020).
A propósito del estreno de la película (tras su largo recorrido por festivales, en el cual hizo escala en Sundance, Sofía, San Sebastián y Morelia, entre varios lugares más), compartimos la entrevista con las realizadoras, quienes hablaron acerca de cómo el cine les ha permitido profundizar en los matices de personajes que transitan por espacios violentos, indagar en los prejuicios del espectador ante estos escenarios e imaginar algún resquicio de esperanza para nuevas generaciones en este país en llamas.
Pregunta: El estreno de Sujo coincide con la aparición de Emilia Pérez, dirigida por Jacques Audiard, la cual ha suscitado una aglomeración de enconos en redes sociales durante las últimas semanas. De espíritus distintos, ambas películas comparten el hecho de que formulan y lanzan preguntas similares: ¿un perpetrador de violencia puede cambiar? ¿una persona tiene la capacidad de burlar su destino trágico en un entorno adverso? Mientras que la película francesa apuesta por el culebrón kitsch y el musical para intentar encontrar una respuesta, ustedes hacen lo propio centrándose en la persona, su humanidad e intimidad. ¿Cómo fue la escritura de Sujo como personaje, desde que es un niño hasta que ya es un adolescente y busca su futuro?
Astrid Rondero (AR): El origen del personaje fue la serie de conversaciones que Fernanda y yo entablamos con chicos que fuimos conociendo mientras hacíamos el scouting para Sin señas particulares en zonas rurales de Guanajuato.
Ese proceso nos permitió escuchar acerca de los avatares y retos que viven los hombres jóvenes en esas regiones y una constante en sus relatos y anécdotas era su tremenda vulnerabilidad frente a la violencia, en donde parecía que solo podían tener dos alternativas: quedarse en su lugar de origen y enrolarse en el cartel local haciendo cualquier tipo de trabajo o la migración, no necesariamente la migración fronteriza, sino la interna, un fenómeno que ha quedado pendiente de abordar públicamente.
Con Sujo queríamos, a través de la formación del personaje y su crecimiento, adentrarnos en esos avatares, pero también en esas posibilidades de cambio, con los elementos en la vida de este chico que le permiten tener un horizonte un poco distinto, como es el interés de estudiar al llegar a la Ciudad de México.
Uno de los aspectos que deseábamos explorar en la película era que el personaje tenía que ser un chico que le permitiera al espectador sentir empatía, pero, al mismo tiempo, provocara que saliera a la superficie su prejuicio, sobre todo en la segunda mitad del relato, en donde la violencia es una posibilidad, como en la secuencia en el gimnasio de boxeo.
No queríamos ser ingenuas y decir: “Claro, consiguió estudiar, ser otra persona y después aparece el letrero de Fin”, ese no era el chiste, sino el tratar de preguntarnos si esto es algo viable en el México del crimen organizado, de la marginalidad, de la pobreza rural, pero también en el México de la universidad pública o el México de la Central de Abastos en donde convergen muchísimas historias.
Para dejar abierta la pregunta, colocamos al personaje en un punto donde sus triunfos fueran muy pequeños, es decir, por un día él toma una decisión positiva en su vida y asiste a un salón de clases, no sabemos si lo logrará después, pero por ese día hay esperanza.
Sin justificar sus acciones y pasos, queda claro que el hecho de que una persona entre a un ambiente violento, es un problema que tiene muchas capas, el cual no admite el juicio superficial y apresurado.
AR: Efectivamente. Pienso que aquello que hace al cine una herramienta tan importante para nosotras es que permite ahondar en la personalidad, en la configuración moral de un personaje, como puede ser el padre de Sujo, y en las dificultades que la sociedad le impone.
A través de los elementos de la ficción, se logra que otras personas entiendan cosas que no necesariamente se tienen tan presentes. Pienso, por ejemplo, en las terribles noticias que escuchamos día con día; lo que menos se quiere es pensar que aquel sicario abatido cuya imagen apareció en la televisión fue un niño abandonado, no es la postura de la sociedad en este momento, pero el arte sí puede hacerlo.
Es algo que necesitamos hacer constantemente, recordarnos que no es de la noche a la mañana en la que un joven amanece siendo sicario, sino que hay un contexto político y social de disparidad, de vulnerabilidad y de orfandad del Estado, que hace que una generación entera esté entregada al trabajo del sicariato en numerosas zonas del país.
Fernanda Valadez (FV): Cuando hicimos Sin señas particulares estábamos muy marcadas por el shock y por la impresión de que la violencia se había convertido casi como un rito de paso para toda una generación.
Muchos de los mexicanos que en este momento estamos entre nuestra tercera y cuarta década de vida, llegamos a la edad adulta con este cambio social tan fuerte que fue la mal llamada guerra contra el narcotráfico, pero en el transcurso de tres sexenios, hay niños que nacieron en esta crisis. Entonces, se ha acumulado una serie de fenómenos sociales que son importantes revisitarlos por medio del arte, la cultura y el periodismo.
En la última escena de la película se nos revela el origen del nombre del protagonista y también que, precisamente, el padre, varios años antes de que fuera despojado de su identidad y se convirtiera en un número más para un cartel, tuvo la capacidad de hallar belleza en los detalles de su vida e imaginar un futuro, hasta que algo cambió en él…
AR: Creo que esa fue la imagen rectora para hacer toda la película, que el final fuera la revelación de qué significa el nombre del protagonista, revelación que el personaje no iba a saber; quién la iba a conocer era el espectador.
Todo eso es lo que nos motivaba porque genuinamente Fernanda y yo creemos que hay más que víctimas y victimarios, malos y buenos, que vivimos todos en una realidad tan compleja, tan llena de claroscuros, con tanta adversidad que se debe de hacer el esfuerzo de no verla de esa manera tan reduccionista.
Lo hemos dicho en otras ocasiones, Sujo es una carta de amor a estos chicos que creen que esta herencia es lo único que tienen. Creo que por eso ha habido tanta gente que ha arropado a la película en el transcurso de los meses, sumándose al proyecto como coproductores o distribuidores, sintiendo una fuerte convicción de que están apostando por un personaje y eso para nosotras es un gran regalo.
El protagonista de Sujo es Juan Jesús Varela, con quien vuelven a trabajar tras Sin señas particulares. En ese sentido, ¿cómo se conformó el elenco?
FV: Juan Jesús Varela es un chico de extraordinario talento y para nosotras, el acompañamiento mutuo que nos hicimos para este proyecto, fue una experiencia muy dulce y emocionante.
A Juan Jesús lo conocimos cuando hicimos el casting de Sin señas particulares, en ese momento él era un adolescente de 15 años que encontró en la actuación una vocación y a partir de ese momento ha estado trabajando en la industria local, haciendo videoclips y también tuvo un papel en Perdidos en la noche, la película más reciente de Amat Escalante.
Cuando Astrid y yo platicábamos y barajábamos la idea de que Juan Jesús protagonizara Sujo, nos preocupaba que pudiera crecer mucho, porque en ese momento seguíamos en la pandemia, aunque resultó que él es traga años y a pesar de que ya tenía 21 años, pudo hacer el papel.
Respecto al resto del elenco, tenemos dos actrices profesionales: Yadira Pérez, quien tiene una carrera muy importante, sobre todo en teatro, la cual interpreta a Nemesia, y Karla Garrido, quien ha hecho mucho trabajo en series y que interpreta a Rosalía; ambas, figuras protectoras del protagonista.
Por otro lado, están los otros adolescentes, que son actores locales: Jairo Hernández, quien es estudiante de la Escuela de Artes Escénicas de la Universidad de Guanajuato, y Alexis Varela, quien también tiene el deseo de convertirse en actor profesional. Ellos y otros chicos que hicieron papeles pequeños, trabajaron con Lizeth Rondero, hermana de Astrid, quien es una actriz de gran trayectoria en teatro y que tiene mucha experiencia trabajando con jóvenes.
Desde Sin señas particulares habíamos hecho con ella una dinámica para el casting, como si este fuera un taller de actuación y posteriormente un trabajo de sensibilización. En el caso de Sujo fue un proceso más largo y más profundo, lo cual nos permitió el vincularnos con los adolescentes de una mejor manera.
Finalmente, está Sandra Lorenzano, quien es una escritora y académica argentina-mexicana muy reconocida, quien interpreta a Susan, otra figura importante en el proceso de madurez de Sujo. Yo la conocí hace un par de años en un conversatorio acerca de madres buscadoras de sus familiares desaparecidos, en el cual ambas participamos.
Desde ese primer encuentro sentí que ella era la persona correcta para hacer ese papel y le compartí la idea a Astrid, por lo que aquí Sandra hace su debut en la actuación. Entonces, el elenco es una mezcla entre actores profesionales, no profesionales y los que se encuentran en formación.
En el trastoque de vidas y cotidianidades que provoca la violencia en los personajes, no solo se encuentra el drama de la orfandad, sino los nuevos roles que estos deben de adoptar y aprender a ejercerlos. Es el caso de Nemesia, la tía de Sujo, quien se convierte en una figura materna y de autoridad.
FV: Nemesia es uno de los personajes que más nos gustan dentro de la película. Es una mujer fuerte, que, efectivamente, como dices, no tenía la maternidad entre sus planes, pero que termina llevando el cuidado de Sujo, desde que es un niño.
También es un personaje a través del cual podíamos plantear una educación que no es la escolarizada, ni la oficial, es una educación a lo mejor rústica, sobria, pero también muy espiritual, amorosa y abierta a entender que más allá de lo que nos duele hay todo un universo, hay otras personas, está la naturaleza como un misterio que todo el tiempo nos está interpelando.
La figura de Nemesia la queríamos poner en oposición a la de Rosalía, que es una mujer mucho más pragmática, y que a través de estas dos mujeres pudiéramos plantear la idea de que todos somos el resultado de las personas que nos cuidan o que nos van tendiendo la mano.
Si bien, Susan, la maestra universitaria que se cruza en el camino de Sujo, huyó de otro conflicto social como lo fue la dictadura militar en Argentina, comparte pérdidas y heridas con el protagonista y eso de algún modo los acerca. ¿De dónde surgió la idea de este personaje?
AR: Siempre, desde el guión, estaba la presencia de una mujer extranjera, pensando que quizás solo a partir de ser una persona de afuera, podía ver más allá del prejuicio. Como mencionaba Fernanda, cuando coincidió con Sandra Lorenzano, inmediatamente me dijo: “Astrid, tienes que conocerla. Creo que ella es Susan”.
En cuanto la conocí y ambas fuimos a su clase, porque en la vida real ella sí imparte clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, todo nos hizo total sentido y terminó de darle forma al personaje.
Además, Sandra imparte una clase que si la hubiéramos puesto en la película, nadie nos lo habría creído, llamada Arte como Procesos de Paz, en donde hace una revisión histórica de lo que puede hacer el arte en los países latinoamericanos, en los cuales prácticamente hemos pasado por procesos de guerra interna.
Parte de su historia personal permeó al personaje de la ficción y encontrábamos lógico que Susan fuera justamente una migrante que había huido a México de la dictadura militar en Argentina, porque la conectaría mucho mejor con el personaje y también porque nos permitiría hablar desde lo latinoamericano.
Hace algún tiempo escuché una crítica hacia la película en la que se decía que Susan es una mujer blanca y extranjera que llega en su papel de salvadora, y no, en realidad, lo veíamos desde el punto de vista de lo latinoamericano, los procesos internos de la región, que creemos que nos conectan, esa era la búsqueda. Creo que Sandra logró imprimirle una gran verdad al personaje y eso fue un gran privilegio para nosotras.
En Sujo, nuevamente colaboran con la fotógrafa Ximena Amann y la editora Susan Korda, con quienes han trabajado en gran parte de su filmografía compartida. ¿Cómo comienza esa relación creativa?
FV: Creo que ese es uno de los grandes aprendizajes que he tenido trabajando con Astrid a lo largo de los años. Cuando nos conocimos en 2010 haciendo su cortometraje En aguas quietas, lo que yo encontré como estudiante del Centro de Capacitación Cinematográfica, mientras que ella estaba a punto de graduarse del ese entonces todavía Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, fue una generación de cineastas que se juntaban para filmar un proyecto en el que todos creían y hacían suyo.
Astrid tiene la gran capacidad de poder compartir la pasión por un proyecto. Y lo que hemos hecho desde entonces es tratar de tener un grupo fundamentalmente de colaboradoras. Ximena Amann es una fotógrafa que Astrid conoció en el CUEC, hizo En aguas quietas, mi cortometraje 400 maletas y la ópera prima de Astrid, Los días más oscuros de nosotras. Ximena es una cómplice, ella siempre está leyendo lo que escribimos, confiamos muchísimo en ella y la verdad es que trabajar con un equipo en el que confías incondicionalmente, es una fortuna.
AR: Por su parte, Susan Korda es una veterana editora estadounidense que tuvimos la suerte de conocer a través del programa Berlinale Talents en 2010. Ella sintió que tenía cómo colaborar con nosotras, nos hicimos muy cercanas y desde entonces siempre participa en nuestros proyectos.
Susan llega a cada película como una especie de colaboradora final para el corte más delicado, nosotras nos aventamos toda la talacha previa, pero lo que es muy bueno de Susan es que se convierte en una suerte de mediadora entre Fernanda y yo, es muy buena negociando nuestras ideas y siento que encuentra los ritmos de cada película, por lo que hemos tenido mucha suerte al contar con ella.
En una entrevista que concedieron en el marco del Festival de Sundance, explicaban que la película se sitúa en la región de Tierra Caliente, Michoacán, pero que por cuestiones de inseguridad terminaron filmando en Guanajuato. Sin embargo, también mencionaban que quizás con Sujo sea la última vez que puedan filmar en ese estado por el clima de violencia que ahí prevalece. ¿Cuál es su punto de vista acerca de este panorama aciago?
FV: Es una pregunta compleja. Yo soy originaria de Guanajuato y llevamos haciendo scouting de locaciones ahí desde que filmamos 400 maletas, el cual estrenamos hace diez años y que fue una primera exploración de Sin señas particulares.
Por un lado, de Guanajuato hemos recibido todo el apoyo por parte de la Secretaría de Turismo y de la Comisión de Filmaciones, siempre hemos tenido el respaldo de personas, resguardándonos en locaciones cuyo ambiente pudiera ser complicado.
Además, Guanajuato tiene una infraestructura y una serie de espacios y paisajes, lo cual hace que filmar ahí todavía sea atractivo. También el Festival Internacional de Cine de Guanajuato ha permitido que haya ya varias generaciones de cineastas y de creativos en distintos departamentos que hace que exista una producción creciente.
Pero, por otro lado, es innegable que la realidad de Guanajuato, como de muchos otros estados del país, es difícil y que nos pone ante el cuestionamiento y la necesidad de pensar, tal y como lo hace mucha gente en otros ámbitos, cómo enfrentar situaciones de extorsión, asaltos, secuestros y eso ha hecho a cualquier actividad profesional algo riesgoso.
Hace algunas semanas estábamos platicando, justamente pensando en el hecho de que, desde que filmamos en Rosarito durante 2015, Los días más oscuros de nosotras, ya se hablaba de extorsiones como una práctica común que había que prever en una producción; incluso, un compañero nos dijo: “No vayan para allá sin tener un colchón para una posible extorsión”.
Afortunadamente, no nos ocurrió nada, pero es un problema que no solamente sigue sin resolverse, sino que se ha ido convirtiendo en cosa de todos los días. Todavía no sabemos si podremos volver a filmar en mi estado.