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Con cariño para Luis Cárdenas.
Los Juegos Olímpicos de Múnich, realizados luego de los de México en 1968, fueron deportivamente importantes debido a varias situaciones que ocurrieron entre el 26 de agosto y el 11 de septiembre de 1972 como por ejemplo los casos de Mark Spitz quién estableció un récord mundial al ganar siete medallas de oro; la polémica que despertó la final de basquetbol donde la otrora URSS ganó por un punto a la poderosa escuadra de los EU.
O el increíble desempeño del joven australiano Shane Gould quién a sus quince años ganó tres medallas de oro, una de plata y una de bronce en natación por nombrar solo tres momentos resplandecientes de los muchos que dejó la justa deportiva más importante a nivel mundial.
Juegos Olímpicos, cuyo eslogan fue “Los Juegos de la Alegría” para contrarrestar lo ocurrido previo a la inauguración - el 2 de octubre sobrevino la matanza de estudiantes en Tlatelolco – de los Juegos de la XIX Olimpiada en México, que serán recordados por siempre como “La Masacre de Múnich” debido al secuestro en plena villa olímpica y posterior asesinato de 11 atletas y entrenadores israelíes perpetrado por la organización terrorista palestina conocida como “Septiembre Negro” en una tétrica coincidencia de título acorde al tiempo.
CRÓNICA DE UNA TRAGEDIA ANUNCIADA
Septiembre 5 del director Tim Fehlbaum trata justamente de este acto terrorista, pero desde la perspectiva periodística en el interior de los estudios en Alemania de la televisora estadounidense ABC.
A diferencia de otras tantas películas contemporáneas donde el acto de la investigación nace a partir de un acontecimiento que llama la atención a uno o dos periodistas – recordemos primeramente a la madre de todas las películas de periodismo hasta la fecha: Todos los hombres del presidente (1976) de Alan J. Pakula – para desentramar el hecho y presentar los resultados de forma imparcial, contundente y fundamentada sin importar las consecuencias.
Septiembre 5 tiene la particularidad de presentar el acto periodístico de la cobertura en vivo donde, por cuestiones de origen noticioso, el equipo de la ABC que se topa de frente con el desarrollo de los hechos es de la fuente deportiva al ocurrir dentro de los Juegos Olímpicos.
Esto ofrece, además, la disputa interna en la televisora por la exclusividad de la nota bajo la consigna de: “¿Tiene más sentido que un portavoz de las noticias tome el relevo desde el otro lado del mundo estando nosotros aquí, a menos de 100 metros de lo que está ocurriendo?”.
Y al darse los fatales acontecimientos de la toma de las instalaciones habitacionales del equipo israelita en la villa olímpica por parte del, en ese momento desconocido, grupo terrorista es que el equipo de reporteros, productores, editores y jefes de información en Alemania y los Estados Unidos deben tomar decisiones que van, incluso, en contra de la cadena de mando y cobertura de la televisora debido a que los hechos están ocurriendo en el momento; y la propiedad de la primicia es fundamental en el ejercicio del oficio.
Por supuesto que esta una película basada en un hecho real, por lo que Fehlbaum decide tomar el camino, gracias al pulcro y minucioso guión escrito por Moritz Binder y Alex David, de mostrarnos toda la acción desde el espacio cerrado de los estudios ABC instalados cerca de la villa olímpica en lugar de decantarse por la secuencia que describiría los pasos que tomaron los terroristas para secuestrar a los deportistas israelitas.
Lo que permite al espectador ser testigo, en primera persona y minuto a minuto, de todos los sucesos tal como los vivieron los periodistas y el equipo de producción de la televisora; con todas las incertidumbres, conflictos internos, negociaciones entre las otras televisoras y prensa escrita, así como las tensiones y altas responsabilidades de quienes tienen que tomar las decisiones al momento en un verdadero acto de “salto de fe” respecto a la nota y sus consecuencias.
NUESTRO TRABAJO ES LA HISTORIA DE ESTAS PERSONAS, CUYAS VIDAS ESTÁN EN JUEGO
Dado que, como dije antes, esta es una historia real de hace más de 50 años, podemos ahora dimensionar la toma de malas y buenas decisiones que se dieron en esas 36 horas que pasaron y que sacudieron al mundo entero con imágenes que ahora resultan icónicas y que se dieron bajo la enorme presión de saber qué hacer y qué no en aras del ejercicio del periodismo determinante.
Un periodismo donde la ética juega un papel fundamental y es la que permea en la toma de decisiones por sobre lo que se quiere, en este caso, mostrar al mundo.
Es decir ¿se debe transmitir en vivo desde el lugar del secuestro y posterior ataque aun cuando eso podría llevar a que miles de televidentes sean testigos del asesinato en pantalla de alguien sin poder impedirlo? ¿Cuán delgada es la línea que divide la nota oportuna del sensacionalismo donde lo que importa es decirlo antes que los demás sin bases sólidas?
Por supuesto que esto requiere una enorme experiencia de los editores y productores amén de una norma profesional a prueba de coberturas basadas en exabruptos informativos.
Este es el único “pero” que le encuentro al guión y desarrollo de la historia; la realidad de los acontecimientos nos demostró - de la forma más dolorosa - que, debido a cómo ocurrieron los hechos, la cobertura televisiva de la gente de deportes de la ABC dio como consecuencia que los secuestradores tomaran decisiones sanguinarias debido a que ellos también estaban viendo la transmisión desde las habitaciones de los rehenes.
Y no solo eso, sino que, por no consultar una fuente confiable y con las prisas de dar un cierre esperanzador, cometieron el error de dar una nota que no tenía sustento y por lo tanto resultó apócrifa. Una falla atroz en el periodismo avezado.
En el caso específico de la transmisión televisiva, las consecuencias inmediatas fueron completamente pasadas por alto. Lo que resulta inexplicable dado que, si estás tomando el tema no desde la narrativa del secuestro y sus perpetradores sino de los hechos periodísticos reales, lo que menos se puede y se debe esperar es que la historia se muestre, efectivamente, imparcial y acorde a lo que es de dominio público y fácilmente consultable en los libros de historia.
Al menos, para mí, fue una lamentable omisión de objetividad.
ESTA ES NUESTRA HISTORIA, Y LA VAMOS A MANTENER
En resumen, Septiembre 5 es una película con un ritmo de impecable suspenso adecuado a la narrativa que por momentos rebasa la frontera del drama para mostrarse inconscientemente como un documental gracias, en gran medida, al trabajo interpretativo de Peter Sarsgaard, John Magaro, Leonie Benesch y Ben Chaplin.
Una cinta que se mete en la piel del ejercicio periodístico desde la cobertura in situ del acontecimiento. Cobertura que pone en primera persona a todos aquellos periodistas que deben tomar decisiones éticas que aporten veracidad, sustento y confiabilidad a la noticia por encima de la simulación de una veracidad que, al final, resulta efímera e insostenible.