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CORTE Y QUEDA. El biopic musical de Robbie Williams sigue dando de qué hablar y en Crónica Escenario hacemos un nuevo análisis con miras a su trascendencia más allá de las salas

‘Better man’: Los altibajos de una estrella pop, contados por su simiesco alterego

Fotograma de Better Man BETTER MAN (CORTESÍA )

A causa de la gran oferta generada continuamente en el ámbito cinematográfico, cada vez es más difícil encontrar relatos con originalidad, que busquen alejarse de las historias y contenidos convencionales. Ante ello, se agradece cuando, si bien una trama no es muy original; al menos está presentada y contada de una forma novedosa o amena.

Tal es el caso de Better man (Reino Unido - Australia - Estados Unidos - Suiza - China, 2024) biopic en clave de musical producido, escrito y dirigido por el australiano Michael Gracey, y centrado en la figura del compositor y cantante pop de origen británico Robbie Williams.

LOS RIESGOS DE LA FAMA

En su esencia, el argumento (escrito por el propio Gracey, con la colaboración de los guionistas Simon Gleeson y Oliver Cole) desarrolla la estructura tradicional de cualquier obra biográfica, dando pie a una ficción narrada en primera persona y a modo de autoconfesión por parte de su protagonista; mostrando sus humildes inicios, su gradual ascenso al estrellato, su llegada a la cima y el encuentro del amor verdadero.

Pero también detalla cómo la fama le induce a caer en diversos excesos, llevándolo a una crisis mental y emocional donde es invadido por sus propios miedos e inseguridades, alejándose de su familia y amigos, para entregarse al abuso del alcohol y las drogas.

Ello le hunde en una espiral descendente de soledad, ansiedad y depresión hasta tocar fondo, y de ahí debe iniciar el largo camino cuesta arriba para rehabilitarse, enfrentar sus temores y traumas, reconciliarse con aquellos a quienes dañó y de paso, hacer las paces con la vida misma.

UN FILME CON UN DETALLE NOVEDOSO

Lo novedoso de Better man no es tanto lo que cuenta, sino cómo lo hace. De inicio, en vez de usar el recurso común de seleccionar a un histrión quien encarne al estelar, decide en su lugar valerse de la técnica de captura de movimiento, para crear (a partir del trabajo corporal del actor Jonno Davies, conjuntado con las voces de propio Davies y de Williams) un alter ego digital con la forma de un chimpancé humanizado.

Una decisión explicada al inicio del filme, cuando el personaje afirma siempre haberse sentido menos evolucionado que otras personas, y de alguna forma ese recurso visual sirve para acentuar cómo el cantautor, a lo largo de la trama, siempre se percibe a sí mismo diferente a los demás y por ende fuera de lugar.

HOMENAJE A LA OBRA MUSICAL

El otro aspecto que favorece a la cinta, es el empleo de las propias composiciones de Robbie Williams no al modo rutinario de un soundtrack, sino como una parte activa de la narrativa. De hecho, la selección de temas y el empleo de los mismos para determinadas secuencias, funciona no sólo para subrayar los sentimientos y emociones del intérprete en esos determinados momentos, sino complementa también la trama misma, acentuando sus claroscuros.

Incluso pareciera que cada canción constituye la pieza de un gran rompecabezas, albergando un fragmento o faceta específica de su vida y carrera, y aquí son acomodados hábilmente para darles un orden y sentido.

De hecho no es aventurado decir que el tono mismo del relato empata a la perfección con la propia imagen, humor, y otros rasgos propios de la personalidad del artista, desarrollando un vínculo tan íntimo con este último, que incluso pareciera tornarse por instantes en la representación audiovisual de una especie de catarsis liberadora.

UN SHOW TAMBIÉN DEL CINEASTA

Finalmente, de la suma de ambos aspectos arriba mencionados, Michael Gracey saca partido para desplegar su estilo y habilidades mostradas en El gran showman (una de sus obras previas) para concebir atractivas coreografías y sofisticados números musicales, que engalanan el filme.

En especial destaca el número concebido para el tema “Rock DJ”: un plano secuencia que resulta visualmente deslumbrante y sin duda, es de los momentos más brillantes y trepidantes de la película.

Así, Better man logra eludir varios de los lugares comunes de los biopics, que muchas veces terminan por convertirse en productos autocomplacientes y/o autoindulgentes, o dirigidos exclusivamente a los acérrimos seguidores de una determinada estrella; ofreciendo en su lugar una experiencia más intensa, versátil, imaginativa, entretenida e incluso conmovedora por momentos.

Una producción susceptible de ser bien acogida por los cinéfilos afines a los musicales, sin importar si son fans o no del cantante en cuestión.

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