El contexto es la Polonia de los años 80 del siglo pasado. Sólo con esa referencia, el lector ya se ha visto obligado a echar mano de su currícula oculta para entender qué implicaciones trae la época y el país: una nación que, tras la cortina de hierro comunista, nunca dejó de dar señales de despreciar el autoritarismo.
Y en esa nación y en la época del surgimiento del sindicato Solidaridad y de Lech Walesa, un ufólogo radicalizado, dos frívolos y convenencieros conductores de televisión, comienzan a dar casa a extraterrestres que son reportados en una población rural.
Una policía buena, leal, pero ciega, completa el cuadro simbólico de personajes.
Proyecto OVNI es una serie nueva en Netflix que fue creada por Kasper Bajon, un oriundo del mundo de la nueva televisión casera. A pesar de estos orígenes, la serie no da concesiones excesivas a quien prefiere una historia sencillita y digerida de antemano. Bajon nació en 1983, es decir, era apenas un niño cuando se desmoronó el bloque comunista, pero su Proyecto OVNI utiliza la convulsión social de esa época para que sus aliens hunters realicen pesquisas a mitad de las manías de una forma de gobiernar, de usar el poder, más que infames.
¿Qué hay huelgas obreras en el paraíso proletario? Pues bueno, siempre resultará más interesante para el gran público la aparición de un hombre sapo y la abducción de un campesino que parece incapaz de mentir.
¿Qué el gobierno tiene la manía de espiar a todos y por todo? Pues bueno, eso no evita que los dramas personales discurran con o sin régimen autoritario y Bajon teje esa realidad a lo largo de 4 capítulos en buena forma. Los personajes, ligados trágicamente a sus obsesiones, a sus miedos y a sus flaquezas como humanos, habitan ese mundo opresivo, sin futuro desde el punto de vista político y lo hacen aún más palpable porque desde el punto de vista humano también va hacia un callejón sin salida.
La serie, en sus cuatro capítulo de temporada, tiene esas virtudes y también se deja ver, es entretenida aún y cuando el televidente opte por no saber nada del contexto; sin embrago, finalmente sería lindo que la TV indujera a googlear “Polonia en los años 80s” y descubrir un refilón oculto.
Finalmente, lo expuesto allí se contextualiza en el mundo comunista que se derrumba, pero tendría sus analogías obvias en la caída del priismo (y su chupacabras) o de esta Cuarta Transformación que vivimos y en la que el fondo del escenario principal también está lejos de ser ese camino a la felicidad que no hace mucho se le ocurrió a AMLO.
La serie es parte de la nueva programación disponible en México.