Escenario

En un panorama cinematográfico donde los cuerpos que escapan a la norma siguen siendo raros protagonistas, “Mi piel oculta” irrumpe con fuerza para reivindicar la pluralidad del ser.

Mi piel oculta: el documental mexicano que repiensa la diversidad corporal y la memoria

Mi Piel Oculta

Un caleidoscopio de cuerpos e historias

Mi piel oculta abre sus puertas con la contundencia de la experiencia vivida. En pantalla aparecen Julia, Erika, Kany, Natalia y Rosaly, (cuatro mujeres y un joven trans), cuyos testimonios transcurren desde una infancia marcada por prejuicios hasta la adultez, donde el cuerpo se erige como espacio de lucha y memoria.

Julia recuerda con nostalgia y valentía el momento en que comprendió que su atracción por otras mujeres no “encajaba” en su entorno. “Fue como despertar en un cuerpo que ya no reconocía del todo”, confiesa, mientras la cámara se detiene en su mirada serena. Erika, por su parte, narra cómo aprendió a enfrentar el estigma social del sobrepeso: cada dieta, cada burla en el colegio y cada pequeño logro personal quedaron grabados en su piel. “Mi reflejo era un enemigo hasta que dejé de pelear conmigo misma”, dice con voz firme.

Kany, que transita su identidad de hombre trans, ofrece uno de los relatos más crudos y esperanzadores. Habla de la primera vez que al mirarse en el espejo sintió que su cuerpo le pertenece de verdad. Pero también de las cicatrices, (físicas y emocionales), que dejó la incomprensión familiar y el acoso en el espacio público.

Natalia, sobreviviente de cáncer, comparte cómo la enfermedad y la pérdida de tejido corporal la sorprendieron y la obligaron a reinventarse. “El espejo dejó de ser mi juez y se convirtió en mi testigo”, asegura. Finalmente, Rosaly reflexiona sobre el peso de los desencuentros amorosos y cómo su cuerpo llevó la memoria de cada ruptura.

Lejos de cualquier sensacionalismo, las historias se entrelazan con respeto. La película opta por planos cercanos, que capturan matices de la piel: una cicatriz que se estira al sonreír, un mechón de cabello que oculta una calva, una arruga que delata años de resistencia. Gracias a esta propuesta visual, cada protagonista se convierte en el centro de una conversación íntima, donde el espectador no solo escucha, sino que siente la textura de sus relatos.

Una colaboración intergeneracional

La magia de Mi piel oculta radica en el cruce de dos miradas: la de Guadalupe Sánchez Sosa, artista visual y figura clave de la animación experimental en México, y la de su hijo, Pablo Delgado Sánchez, egresado de dirección cinematográfica. El proyecto nació de la inquietud de Guadalupe por explorar la memoria corporal y se transformó en un viaje compartido cuando Pablo se sumó como codirector.

“Desde un inicio, el proyecto fue concebido por mi mamá y me plegué a seguir los comentarios y la guía de la realizadora en torno al rodaje del mismo”, explica Pablo. Su voz, a veces más pausada, otras con mayor energía, revela el respeto profundo que siente por la visión de Guadalupe. Ella, por su parte, describe el proceso como un “intercambio constante”: “Fue interesante unir nuestros talentos para desarrollar la historia; como si me prestara tus herramientas y yo pusiera las mías, y entonces sumáramos ambas”.

Esta sinergia se fortaleció durante la pandemia, cuando las restricciones hicieron tambalear la producción. Con Guadalupe fuera de la ciudad, Pablo coordinó el equipo, replanificó entrevistas y probó nuevos formatos de entrevista en línea.

Su capacidad para adaptarse y para mantener la cohesión creativa permitió que el documental llegara a buen puerto. El resultado es un filme cohesionado, donde no se advierte tensión creativa alguna, sino la calidez de un diálogo familiar que se extiende a todos los que participan frente a y detrás de la cámara.

Estética, apoyo institucional y recepción

Estética, apoyo institucional y recepción: la fusión de lo documental y lo animado

Mi piel oculta destaca, en primer lugar, por su audaz propuesta estética: un delicado equilibrio entre el registro documental y breves secuencias animadas. Artistas como Víctor Beltrán y Cecilia Rivera, junto con la propia Guadalupe, pusieron en movimiento emociones que las palabras no alcanzan a describir. Cuando un testimonio se torna especialmente doloroso, la imagen documental da paso a una animación en 2D: líneas sinuosas que representan cicatrices, manchas de color que aluden a recuerdos fragmentados, siluetas que danzan al ritmo de un suspiro. Este recurso dota al filme de una dimensión poética, donde la memoria no es sólo registrada, sino recreada.

La producción corrió a cargo de Cinestereo S.A. de C.V., Cacerola Films S.A. de C.V., La Gota Gorda y Bambú Audiovisual S.A. de C.V., con el respaldo de instancias como el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), el estímulo fiscal del artículo 189 de la LISR (EFICINE Producción y Distribución) y el Fideicomiso para la Promoción y Desarrollo del Cine Mexicano (PROCINE CDMX). Gracias a estos apoyos, el documental consiguió los recursos necesarios para transitar sin interrupciones de la etapa de investigación al rodaje y, finalmente, a la posproducción.

Desde su estreno en 2022, Mi piel oculta ha sido aplaudido en festivales como DocsMX y ha recorrido la Gira Ambulante, llegando a sedes clave como la Cineteca Nacional y el Centro Nacional de las Artes. En cada pase, la reacción del público ha sido intensa: risas nerviosas, silencios de reflexión y aplausos que rompen la solemnidad. Muchos espectadores se han sentido retratados; otros, conmovidos a cuestionar sus propios prejuicios. En redes sociales y foros de cine, la obra se ha destacado por su honestidad y por abordar con delicadeza temas que aún duelen.

Más allá de su recorrido festivalero, Mi piel oculta ofrece un aporte valioso al cine documental mexicano: amplía el campo de lo permitido, mueve el foco de la norma y demuestra que la pluralidad de cuerpos merece toda la atención. Cada proyección se convierte en un llamado a la empatía y a la reflexión colectiva, invitando a repensar las narrativas tradicionales y a reconocer la riqueza de nuestra diversidad.

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