
Garbage no está interesado en repetirse ni en complacer a la nostalgia. Let All That We Imagine Be the Light, su octavo álbum de estudio, no es una obra de comodidad ni un tributo a tiempos pasados: es una declaración radical de evolución.
Shirley Manson se presenta en este disco como una artista atravesada por el dolor físico, el desarraigo emocional y el hartazgo político, pero lejos de perturbar su creatividad, se escucha más lúcida y feroz que nunca. Este disco es, sin rodeos, su resurrección sonora.
Nuevo disco de Garbage: las canciones de Shirley Manson
La gestación de este álbum coincide con uno de los capítulos más sombríos en la vida de Manson. Una fractura de cadera, cirugías múltiples y una pausa forzosa que le impidió seguir de gira se convirtieron en el crisol emocional desde donde renace esta nueva versión de sí misma.
Mientras Butch Vig, Duke Erikson y Steve Marker tejían los cimientos instrumentales del disco, la intérprete de Stupid Girl se sumergía en una introspección cruda, que transformaría el dolor en grandes mensajes sonoros.
Su voz, esa contralto que alguna vez fue símbolo de rebeldía generacional, hoy se siente más afilada y desnuda. “Todavía tengo el poder en mi mente y en mi cuerpo”, proclama en Chinese Fire Horse, una frase que se convierte en dogma frente al machismo y la violencia de género.
Desde los primeros segundos de There’s No Future in Optimism, Garbage deja claro que este no es un disco para el conformismo. Las guitarras rugen, los sintetizadores golpean como ráfagas de ansiedad, y la percusión marca un pulso existencial. Pero lejos de regodearse en el pesimismo, la banda apunta a un tipo de luz que no viene del exterior, pero sí de la elección consciente de resistir.
Las piezas centrales del álbum —Have We Met (The Void), Sisyphus y Radical— condensan la ambición emocional y sonora del proyecto.
Aquí Garbage logra una alquimia exacta entre lo íntimo y lo expansivo. Hay texturas que remiten al post-punk industrial, otras al pop melódico más sombrío, pero todo está tejido con una precisión emocional que evita la grandilocuencia. La producción es quirúrgica: permite que la suciedad conviva con la belleza, y que los matices respiren sin diluir la intensidad.
Garbage: reseña y remate de su nuevo disco
Lo que hace a Let All That We Imagine Be the Light tan impactante no es su solidez sonora, es su carga conceptual. Garbage construye aquí un manifiesto sobre el caos contemporáneo, el envejecimiento como subversión, y la ternura como estrategia de supervivencia. Las letras de Manson se resisten al cinismo fácil: no son panfletarias, pero tampoco se esconden detrás del arte por el arte.
En Get Out My Face AKA Bad Kitty, Manson escupe contra los estereotipos de género con una rabia lúcida y controlada. En Love to Give, la vulnerabilidad se convierte en un arma de reconexión, una confesión sin vergüenza de que el amor —aunque fugaz, aunque frágil— sigue siendo necesario para no hundirse.
Y cuando llega The Day That I Met God, el cierre inesperado y casi místico, lo hace con una mezcla de sarcasmo y reverencia: conocer a Dios bajo los efectos del tramadol, sólo para descubrir que su rostro era el de todos los que alguna vez amó.
Let All That We Imagine Be the Light no es un disco fallido, pero sí uno que se debate entre la necesidad de renovarse y el peso de querer decir demasiado en cada corte. Sin embargo, se puede calificar como uno de sus mejores discos.
Con este disco Shirley Manson está en su punto más alto. Y lo ha hecho, como siempre, sin pedir permiso: “Seguiré arrugándome y cediendo —perderé una pulgada de mi altura por aquí y ganaré una pulgada o dos por allá— pero seguiré luciendo linda en mi pijama, recién levantada y sin maquillaje, y siempre —sin importar cómo me vea— sin importar lo que digan de mí— siempre —y para siempre— rockearé MÁS FUERTE que la mayoría”, sentenció a sus críticos.