Cronomicón

El documental sobre una de las catástrofes submarinas más sonadas de los últimos años muestra los abismos de la obsesión

OceanGate o la ballena blanca

Stockton Rush era un hombre adinerado que pudo dedicar su vida a contemplar el mundo desde la comodidad de su mansión; sin embargo, una pasión se lo impedía: quería trascender, que su nombre estuviera en los anales de la historia y qué mejor si eso estaba ligado a algo espectacular (ser un macho alfa como Elon Musk, se dirá en algún momento).

Para ello decidió construir un submarino como el que nunca nadie hubiera visto, con materiales revolucionarios y que, además, fuese el gran ícono para visitar el lecho marino en el que duermen los restos del Titanic. Para Stockton, pronto, lograr todo esto pasó de ser pasión a ser obsesión.

La referencia al capitán Ahab no podría ser más adecuada en este contexto marino, pues al igual que el personaje de Melville, lo que una vez había nacido como afición, tocó fibras que cada vez se hicieron más evidentes. Nada terrenal importaba en el caso de Ahab, ni la caza de ballenas, ni el dinero ni la gente que le acompañaba en la empresa. Todo se reducía a alcanzar al leviatán y que alguien más lo hiciera era un sacrilegio. Para Stockton, probar la valía de su submarino Titan y su empresa OceanGate dejaba de lado cualquier precaución sobre su vida y la de los demás.

Stockton Rush y su submarino de fibra de carbono son el centro del documental que, desde hace un par de semana, es llevado a los hogares por una de las principales empresas de streaming. En el desarrollo del documental, de las entrevistas a testigos y protagonistas de la tragedia ocurrida el 18 de julio de 2023, cuando el submarino implosionó en su recorrido hacia el Titanic, queda claro desde un principio que el resultado no podía ser otro:

Un submarino construido con un material inadecuado que dio mil señales de que sucumbiría tarde o temprano; infinidad de navegantes que indicaron lo absurdo de la empresa y que terminaron bajándose de la misma (forzados o voluntariamente) hasta dejar sólo un núcleo (se dirá abiertamente) más parecido a una secta que a una firma comercial de viajes extremos.

Todo apunta a una tragedia donde el abismo más profundo no era el marino, sino la obsesión de un hombre que pudo vivir sin preocupaciones.

Los testimonios a lo largo del documental se han conjugado con la presencia paralela en la web de entrevistas a personajes como James Cameron (un visitante frecuente a los restos del naufragio más famoso del mundo) o las audiencias que la Guardia Costera estadunidense realizó en virtud de que la implosión del Titán significó la muerte de 4 personas además de Stockton.

Todos sabían que eso iba a ocurrir, pero entonces... ¿por qué nadie lo detuvo?

Titan: El desastre de OceanGate es un documental muy recomendable, no para descubrir al responsable de la muerte de cuatro incautos y de su propia inmolación, sino para explorar una de las partes oscuras de los humanos

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