
El director Joseph Kosinski, conocido por revitalizar el género de acción con Top Gun: Maverick, vuelve a la carga con una propuesta visualmente ambiciosa: F1: La película. A través del uso de cámaras IMAX colocadas dentro de monoplazas reales, el filme captura la intensidad del automovilismo profesional con un nivel de realismo pocas veces visto en pantalla grande.
La producción no se conformó con recrear circuitos: Kosinski y su equipo filmaron durante eventos oficiales del calendario de la Fórmula 1, lo que otorga a la película una autenticidad arrolladora. La cinematografía de Claudio Miranda —ganador del Óscar por Life of Pi— lleva al espectador directamente al asiento del piloto, mientras el diseño sonoro emula el rugido visceral de los motores en plena aceleración. La experiencia se ve enriquecida por una banda sonora encabezada por Hans Zimmer, acompañada por colaboraciones inesperadas como Doja Cat, Ed Sheeran y Myke Towers.
Este cóctel de adrenalina y sofisticación ha sido celebrado por buena parte del público: quienes aman las carreras han calificado la película como “el Top Gun de la Fórmula 1”. Y con justa razón. F1 se posiciona como una nueva referencia para el cine de deportes de motor, superando incluso los estándares fijados por títulos como Rush (2013) o documentales como Senna (2010).
Brad Pitt se luce al volante, pero falta gasolina en el guion
La gran figura de esta cinta es Brad Pitt, quien interpreta a Sonny Hayes, una exestrella del automovilismo que regresa del retiro con la misión de liderar una escudería ficticia llamada APXGP y entrenar a una joven promesa, Joshua Pearce (interpretado por Damson Idris). Junto a ellos, figuras como Javier Bardem y Kerry Condon completan un elenco carismático que aporta presencia escénica a un relato que, lamentablemente, no siempre les da mucho con qué trabajar.
La película recurre a una fórmula conocida: el veterano que busca redención y el novato que lucha por demostrar su valor. Aunque hay momentos de camaradería y tensión bien logrados, el guion no arriesga más allá del camino habitual. Los conflictos emocionales se tocan superficialmente, y las motivaciones de los personajes rara vez se profundizan. Todo se subordina a la acción en la pista.
Esta debilidad es el principal talón de Aquiles de F1: La película. A pesar de contar con un reparto capaz de sostener escenas intensas y una dirección con dominio técnico absoluto, el filme se ve lastrado por una narrativa que no logra despegar. Si el objetivo era hacer una obra que celebrara el espíritu de la Fórmula 1, lo consigue en términos de espectáculo, pero queda a deber en cuanto a drama humano.
Una experiencia dividida entre emoción y frustración
F1: La película es una apuesta ambiciosa que logra cautivar a nivel técnico y estético, pero que tropieza en su núcleo emocional. Es un espectáculo que se disfruta especialmente en salas IMAX, donde cada curva, derrape y aceleración se convierte en una experiencia sensorial envolvente. Brad Pitt y Joseph Kosinski entregan una obra que celebra la pasión por la velocidad, aunque no alcanza la meta cuando se trata de profundidad narrativa. Es cine de alto octanaje, ideal para los fanáticos del automovilismo, pero que tal vez deje con hambre de historia a quienes buscan algo más que velocidad y glamour.
El resultado es claro: una victoria a medias. Y, como en toda carrera, habrá quienes celebren la llegada a la meta… y quienes cuestionen si el camino recorrido fue realmente memorable.