Cuatro inadaptados —Garrett “El Basurero” Garrison (Jason Momoa), Henry (Sebastian Eugene Hansen), Natalie (Emma Myers) y Dawn (Danielle Brooks)— son transportados a través de un misterioso portal al Overworld, un mundo cúbico que se alimenta de la imaginación. Para regresar a casa, deben embarcarse en una misión mágica junto al experto artesano Steve (Jack Black), enfrentando desafíos como Piglins y Zombies mientras redescubren su creatividad y singularidad.

Aunque Una película de Minecraft logró una impresionante recaudación de $301 millones en su primer fin de semana, superando a otras adaptaciones de videojuegos, la calidad del filme deja mucho que desear.
La trama es caótica y carece de coherencia, con cambios abruptos y personajes poco desarrollados que dificultan la conexión emocional del espectador. El guion parece una amalgama de ideas inconexas, y la dirección de Jared Hess no logra cohesionar los elementos narrativos.

Jason Momoa ofrece una actuación exagerada y poco convincente como Garrett, mientras que Jack Black, aunque aporta energía a su personaje, no puede salvar el filme por sí solo. El humor, característico de Hess, se siente fuera de lugar y no logra resonar con el público adulto.
Visualmente, el Overworld está bien representado, capturando la estética del juego, pero esto no compensa las deficiencias en la narrativa y el desarrollo de personajes. La película parece más un intento de capitalizar la popularidad del videojuego que una obra cinematográfica con mérito propio.

Una película de Minecraft es un ejemplo de cómo una franquicia exitosa puede resultar en una adaptación cinematográfica decepcionante. Aunque puede entretener a los fanáticos más jóvenes del juego, aquellos que buscan una historia sólida y personajes bien desarrollados probablemente saldrán del cine sintiéndose insatisfechos