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En coincidencia con el inicio del Cónclave para elegir al Papa 267, un grupo de mujeres protagonizó una protesta inédita en el Vaticano al lanzar una “fumata rosa”

Fumata rosa en el Vaticano: mujeres exigen igualdad en la iglesia

A lo largo de los más de dos mil años de historia de la Iglesia Católica, jamás una mujer ha ocupado el trono de San Pedro. La elección del Papa ha sido, y sigue siendo, un proceso exclusivo para hombres. Pero, ¿por qué? ¿Qué impide que una mujer llegue a ser Papa?

En la Edad Media circuló una leyenda fascinante: la historia de la papisa Juana, una mujer que, disfrazada de hombre, habría sido elegida Papa en el siglo IX bajo el nombre de Juan Anglicus. Su secreto se reveló, según el mito, cuando dio a luz durante una procesión papal. La Iglesia negó siempre esta historia, y los historiadores coinciden en que no hay pruebas de que haya ocurrido. Hoy, se considera una fábula más simbólica que real, pero su persistencia revela una inquietud profunda sobre el papel de la mujer en la Iglesia.

La principal razón por la que no ha habido una papisa es doctrinal. Según el Derecho Canónico, solo los hombres pueden recibir el sacramento del orden sacerdotal. Esto excluye a las mujeres no solo del sacerdocio, sino también del acceso al episcopado y, por lo tanto, al papado, ya que para ser Papa es requisito ser ordenado como obispo. Además, el cónclave, el proceso mediante el cual se elige al Papa, está compuesto exclusivamente por cardenales varones. La participación femenina está completamente ausente, tanto en la elección como entre los elegibles.

El 8 de mayo de 2025, mientras comenzaba el Cónclave para elegir al Papa número 267, un grupo de mujeres realizó una protesta simbólica y sin precedentes en el Vaticano. Representantes de la Organización por la Ordenación de Mujeres en todo el Mundo lanzaron una “fumata rosa” para exigir la plena igualdad de género en la Iglesia católica.

Inspiradas en el humo blanco y negro que tradicionalmente indica los resultados de las votaciones en la Capilla Sixtina, las activistas enviaron un mensaje claro: “El lugar de la mujer está en el cónclave”. Con canciones, oraciones y columnas de humo rosa, pidieron a los cardenales escuchar las voces, vocaciones y anhelos de las mujeres a quienes se les niega la ordenación, el liderazgo y los roles de toma de decisiones.

“El humo rosa es también una llamada de socorro que los cardenales no pueden ignorar: la igualdad de las mujeres no puede esperar. La Iglesia ha perdido generaciones de mujeres que soportaron el dolor y la humillación de tener que demostrar la validez de su vocación y el valor de su ministerio”, afirmaron en su comunicado.

Aunque nunca ha existido una papisa real, la figura de la papisa Juana —real o ficticia— ha servido como símbolo de resistencia y crítica. Para muchas creyentes y activistas, su historia representa la lucha por abrir espacios de liderazgo a las mujeres dentro de una institución profundamente patriarcal.

La pregunta de por qué no ha habido una papisa no solo apunta a un pasado de exclusión, sino a un futuro en disputa. Las demandas, como la fumata rosa, son una señal clara: cada vez más voces dentro del catolicismo se atreven a decir que la igualdad no es un acto de fe.

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