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La cultural del ejemplo como antídoto contra el no-engagement.

Los invito a que se imaginen una orquesta sinfónica en un momento sublime: cada músico entrega su pasión, unidos por la melodía que sienten en común. Así palpita una organización donde el engagement (compromiso) es algo vivo y espontáneo.

Sin embargo, la realidad que observamos en muchas empresas dibuja un contraste preocupante: un silencio de no-engagement. Colaboradores que asisten, sí, y cumplen con lo estrictamente necesario, pero sin esa chispa emocional, sin esa verdadera conexión con el propósito que impulsa la excelencia. Ahí vemos el estado de desvinculación que no solo impacta la productividad y la capacidad de innovar, sino que también desgasta el tejido cultural y dispara los costos ocultos del talento que se va. Personalmente, admiro profundamente la visión de Patrick Lencioni y la sabiduría práctica de Carolyn Taylor, dos referentes que iluminan el camino hacia organizaciones más humanas y, por ende, más exitosas.

Los síntomas del no-engagement son variados pero elocuentes: una satisfacción laboral apenas perceptible, la ausencia de esa milla extra, una resistencia sutil a los cambios, canales de comunicación obstruidos, un ambiente de trabajo donde la apatía parece contagiosa, e incluso, en casos extremos, un aumento de fricciones internas. Estos signos son a menudo la punta de un iceberg de problemas más profundos, enraizados en la vivencia diaria de cada empleado. La exploración que Patrick Lencioni en su libro “Cómo motivar y comprometer a los empleados” realiza sobre las “tres causas de la infelicidad laboral” – ese trío corrosivo de anonimato, irrelevancia e immedibilidad – nos ofrece una lente poderosa para comprender el origen de esta desconexión. Cuando un colaborador se siente como un rostro más en la multitud, cuando su trabajo parece desvanecerse sin dejar rastro de impacto, o cuando no tiene forma de calibrar su propio progreso, la desvinculación deja de ser una posibilidad para convertirse en una certeza.

El anonimato se manifiesta en la desconexión palpable entre líderes y equipos, donde el conocimiento de las individualidades – esas aspiraciones, talentos únicos y desafíos personales – brilla por su ausencia. Las personas se sienten como piezas intercambiables, y esa invisibilidad mina su sentido de pertenencia y la voluntad de entregar lo mejor de sí. La irrelevancia, por su parte, se instala cuando el vínculo entre la tarea diaria y el propósito trascendente de la organización se difumina. El trabajo se convierte en una serie de acciones sin un eco claro en el mundo real, despojándolo de su significado intrínseco. Y finalmente, la immedibilidad roba a los colaboradores la satisfacción natural de ver su propio progreso, de palpar el fruto de su esfuerzo. La dependencia exclusiva de evaluaciones subjetivas o distanciadas en el tiempo genera una sensación de deriva, de trabajar sin una brújula clara.

Para cultivar una cultura donde el compromiso se manifieste y superar este estado de no-engagement, la transformación debe comenzar en la cima. Es aquí donde Carolyn Taylor en su libro “La Cultura del Ejemplo” lo describe muy elocuentemente y cobra una relevancia crucial. Tuve la oportunidad de trabajar junto a Carolyn en proyectos desafiantes, y su convicción de que la cultura se vive, no se decreta, dejó una marca imborrable en mi perspectiva. Para ella, y estoy totalmente de acuerdo, la verdadera cultura de una organización no reside en los enunciados nobles de un manual, sino en la coherencia palpable entre lo que los líderes dicen y, aún más importante, lo que hacen. Si anhelamos una fuerza laboral comprometida hasta la médula, los líderes deben ser los primeros en encarnar ese compromiso en cada interacción, en cada decisión.

Sembrando las Semillas del Compromiso a Través del Liderazgo Auténtico:

  • Liderazgo que Ve y Escucha (Antídoto contra el Anonimato): Un líder conecta humanamente, dedicando tiempo a charlas significativas sobre la vida personal y profesional de su equipo. Reconoce talentos públicamente y celebra logros con autenticidad, sembrando una cultura donde cada individuo se siente valorado y visible.
  • Comunicación con Alma y Propósito (Derrotando la Irrelevancia): Los líderes narran con pasión la visión organizacional, uniendo el trabajo individual al impacto final. Comparten historias de valor real para clientes y celebran triunfos colectivos, infundiendo significado y propósito en cada tarea, inspirando más allá de la mera ejecución.
  • Transparencia que Empodera (Venciendo la Immedibilidad): La claridad en expectativas y la retroalimentación continua y honesta son clave. Los líderes modelan la apertura al feedback, fomentando una cultura de autoevaluación y aprendizaje constante. Celebrar avances con métricas claras refuerza el progreso y empodera el desarrollo.
  • Confianza que Libera Potencial (Cultivando el Engagement Integral): Un liderazgo que delega con convicción y fomenta la autonomía valora y respeta la capacidad de sus equipos para asumir retos. Cuando los empleados sienten que su juicio es valorado y tienen espacio para crecer, su compromiso se profundiza.
  • Bienestar como Prioridad (Construyendo una Cultura de Apoyo Genuino): Los líderes equilibran vida personal y profesional, promoviendo políticas que priorizan el bienestar integral de sus equipos. Este compromiso genuino fomenta una cultura de apoyo y comprensión, cimiento esencial para un engagement sostenible.

En última instancia la transformación del silencio del no-engagement en la vibrante sinfonía del compromiso exige un liderazgo que no solo hable de valores, sino que los encarne en cada acción. Al abordar con valentía las raíces de la desconexión que Lencioni ilumina y al abrazar la “Cultura del Ejemplo” que Taylor promueve, las organizaciones pueden transmutar entornos apáticos en comunidades laborales donde cada individuo se siente visto, valorado y profundamente conectado con una misión compartida. El engagement genuino trasciende la política; es una cultura que nace del liderazgo, liberando el potencial humano para un éxito organizacional significativo y duradero.

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