Cronomicón

UNBOXING FÚNEBRE

Contaba con 100 mil seguidores cuando Silvana me contactó por TikTok. Fue curioso. Hasta ese momento yo me desempeñaba como creador de contenido mostrando productos de calidad cuestionable en redes e invitando a mi audiencia a consumirlos para así yo tener una comisión, por eso, cuando Silvana me contó de su negocio, lo dudé en un principio.

La mujer insistió, me pidió incluso asistir a su local “Purgatorio” en un pueblo escabroso al que acudí para saber si, lo que decía, era real. Y lo era. Cuando llegué me encontré con un espacio impoluto donde los cadáveres descansaban unos junto a otros, algunos —los más privilegiados— esperaban detrás de las vitrinas relucientes a que su comprador llegara. Ella me explicó el negocio sin rodeos “Vendemos cuerpos para que las personas puedan dar sepultura a sus desaparecidos” mencionó. La miré extrañado, dubitativo.

—Pero… Estos no son sus verdaderos desaparecidos, ¿o sí?

Ella se encogió de hombros y negó con la cabeza, aseguró que los familiares estaban cansados, que es mejor enterrar un cuerpo y cerrar la herida, hilvanar las memorias y poner fin a una letanía perpetua. “Con un cuerpo bajo tierra el alma descansa, no sólo la del muerto, también la de los vivos que se quedaron a esperarlo” concluyó. Le pregunté entonces qué era exactamente lo que quería de mí. Silvana sonrió, sacó su celular y me mostró sus redes sociales recién creadas.

—¡Vamos a expandir el negocio! —soltó emocionada.

Fruncí el ceño. Mis ojos atisbaron un cuerpo a la lejanía, arrumbado en lo que parecía la parte trasera del local, una suerte de bodega. Era una mujer joven con laceraciones en el abdomen y las piernas.

—¡Haremos envíos a domicilio!

La miré, anonadado. Negué con la cabeza, le dije lo complicado que eso sonaba. Silvana argumentó que casi todas las personas en su pueblo ya habían adquirido un cuerpo, por lo que debía “innovar” para no quedarse atrás. Señaló que el tema de los desaparecidos era una plaga en todo el país, por lo que seguro habría muchísimos interesados. Yo asentí, incapaz de negar esa verdad. Yo, como joven de ciudad, recorría las calles tapizadas de carteles con fotografías y datos que buscan, incansables, a un fantasma.

—Eso no responde a las pregunta, ¿qué busca de mí?

—Quiero que hagas contenido mostrando los ejemplares con los que contamos, también que manejes mis redes y des difusión… incluso podemos pautar para llegar a más gente interesada.

Me quedé callado por algunos minutos, repasando los “ejemplares”, cuerpos desnudos cuya alma deambulaba por algún sendero al que yo me terminaría por unir en algún momento. Su carraspeo me despertó de mi marasmo.

—No sé si mi contenido empate con… esto.

—Es un producto más… verás que te hará crecer en redes de manera exponencial. Además, la paga es muy buena.

Miré a Silvana, después a los cuerpos, asentí.

Han pasado tres meses desde ese día, y Silvana tenía razón. Mi cuenta roza casi el millón de seguidores. Las personas, en un principio incapaces de creer lo que sus ojos veían en el video corto donde mostraba algunos cuerpos, suplicaban que me cancelaran la cuenta, sin embargo, mis mensajes directos estallaban cada hora con miles de personas solicitando informes. La gran mayoría de los interesados eran gente curiosa, después, se acercaron colectivos y, más tarde, madres cuyo duelo se arrastraba como una sombra tras ellas.

Las madres llegaban, al inicio, como no queriendo creerlo. Preguntaban, daban nombres, mandaban fotos, finalmente acudían al “Purgatorio”, inspeccionaban los cuerpos. Respiraban aliviadas al no encontrar a sus familiares, otras, por otro lado, a veces encontraban resquicios de lo que habían buscado por años. Nunca compran nada.

Silvana dice que es normal, que si ella fuera madre quizá tampoco se rendiría, sin embargo hay otros que deciden por ellas, desde hermanos, padres, tíos, hasta abuelos que compran el cadáver y le dan sepultura bajo el nombre de esa persona que sigue en algún lugar del mundo.

El trabajo como tal es sencillo. Llego temprano al local, reviso novedades, los alisto y los coloco frente a un tripié que expide una luz blanquecina que a veces hago más cálida para que se noten los detalles del cuerpo. Me paro frente a la cámara y hago un unboxing, es decir, saco al cuerpo de una bolsa negra y voy mostrando sus características: rostro, cabello, piernas, abdomen… todo. Incluso a veces lo hago en vivo, las personas se emocionan, entre todos imaginamos cuál pudo ser su historia. Siempre hablamos de su vida, nunca de su muerte, nadie se aventura a comentar qué fue ese suceso que puso fin a sus días, aunque todos, en el fondo, sabemos lo que sucedió.

Gracias a mi impecable trabajo comienzan a llegar los patrocinadores. Me contactan un día a través de las redes del “Purgatorio”, ofrecen una buena suma a cambio de mostrar sus productos mientras hago los unboxing o los en vivo, incluso sugieren que cuando se entregue el cuerpo a los compradores se lleven alguno de sus productos de regalo. Es una marca de maquillaje. Siempre tuve la duda de quién podría patrocinarnos, ¿qué le queda bien a un cadáver? Pues resulta que ahora contamos con “productos de alta gama” para maquillarlos y que den una mejor apariencia. Aunque, claro está, hay cosas que no se pueden maquillar.

Silvana se emociona mucho cuando le cuento, le parece una maravilla. Maquillaje para cadáveres. Me pregunta que con quién voy a usar el primer kit que nos mandaron, yo sugiero a la chica nueva, esa que nos acaba de llegar, Silvana asiente entusiasmada.

Sacamos a la chica de su bolsa, la colocamos en una sillita y frente a nosotros el aro de luz y el celular, doy play. Las personas comienzan a llegar al en vivo. Maquillo a “Sarita” como decidí ponerle. Jamás los nombro, pero en esta ocasión me parece que es una buena idea porque estrenamos patrocinador. Muestro los labiales, la base, el rubor, todo lo que nos mandó la marca, los voy destapando y los pruebo en el rostro inerte de Sarita. Los comentarios estallan cuando una joven escribe “NO PUEDE SER ES MI HERMANA”

Silvana está al tanto de los comentarios, palidece un poco. No es común, de hecho, jamás le ha pasado que llegue un verdadero pariente de los cadáveres que expone. Las personas conectadas comienzan a hacer preguntas. Me acerco a la pantalla a ver qué sucede. Hay mucha gente que apoya a la chica, que nos exigen respeto, un respeto que nunca antes nos habían pedido. Cuando el cadáver tiene una verdadera familia las cosas cambian. Apago el en vivo.

Le pregunto a Silvana qué hacemos. Ella me pide que guarde todo, que haremos otro en vivo después. Me dice que Sarita se pondrá a la venta mañana. Insisto en que quizá no sea buena idea, en que deberíamos regresarla a su familia. Silvana niega con la cabeza.

—Si es verdad que es su hermana entonces vendrá por ella cuanto antes… si no, se irá con la primera persona que la compre. Aquí no hay prioridades a familiares.

La miro pasmado.

Al día siguiente Sarita se expone en la vitrina. La compran de inmediato. Claro. Una chica joven en sus 20´s, agraciada, tez morena y facciones suaves. Todos quisieran una hija como ella, pero que estuviera viva.

A los pocos días llega la familia verdadera. Traen los documentos, las fotos, la carpeta de investigación. Todo. Silvana los atiende con una sonrisa gélida. “Ya es muy tarde” dice “Ya se la llevaron hace un par de días” La madre la mira con incredulidad, sus manos tiemblan, su rostro se parte en una expresión de horror y el llanto surca sus mejillas. La hermana, por otro lado, se altera demasiado. Busca en cada rincón la prueba de su hermana, esa que estuvo aquí pero ya no está. Arma un alboroto, intenta atacar a Silvana, pero Homero, su esposo que ha vuelto de un largo viaje con proveedores, la detiene y le exige que se calme.

Silvana, conciliadora, les dice que no se preocupen. Saca un folleto y se los entrega. “Tenemos nuevos servicios, miren…” les señala el papel que ahora sostienen con incredulidad, en el texto se lee “Cadáver personalizado”. Cierro los ojos y me aprieto el huesito de la nariz… esto es nefasto… Silvana se está adelantando, se suponía que anunciaríamos esa novedad hasta dentro de tres meses. Acaba de arruinar el plan de marketing.

La madre pregunta qué es esto, que si es una burla. Silvana se mantiene recta. “No, nada de eso… Mire, usted puede elegir otro cadáver, me deja la foto de su hija y lo mandamos personalizar con modelado facial y…” La madre le suelta una cachetada, Silvana no reacciona. Homero, molesto, las saca del recinto.

Silvana suspira y guarda el folleto. La reprendo por arruinar la gestión de redes. Ella asegura que no tengo de nada que preocuparme, ya que “Purgatorio” no hace más que ir en ascenso.

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