Cronomicón

Cuento de la SOGEM

La laguna de los reyes

Me levantan las palabras de mi madre entre el humo del fogón. Escucho cuando dice que hoy mi padre lleva el ganado al campo, por el camino Blanco, hasta la laguna del Pedregal. Hoy es el día para encontrar a los reyes magos, sé que viven dentro de la laguna, oculta por la hierba alta. Mi abuelo me lo contó: en su pueblo se paseaban en el lago en un tiempo cuando había poca gente. Vivía la familia de mi abuelo y un vecino, pero llegaron más personas y a los reyes les dio pena salir. Decidieron vivir para siempre en el lago.

Reyes Magos

Pensé mucho tiempo en la historia, no la creía completamente, pero una tarde vi que los globos lanzados por mis compañeros desde la escuela se dirigían a la parte más baja del terreno, varias cartas quedaron atrapadas en los arbustos, muy cerca del agua. Las demás suplicas, casi todas, se hundieron en la laguna.

Quiero encontrar la casa de los reyes y pedirles que por favor me traigan el carro veloz con autopistas de plástico que anuncian en la tele. Mis amigos aseguran que el único método para recibir un regalo es atar una carta a un globo. Yo dejo mi zapato afuera de mi casa, pero ahora les hablaré de frente.

Caminamos, mi padre montado en su caballo, mi madre buscando los nopales tiernos, las vacas con su paso lento y yo con la mirada al frente, buscando el reflejo del sol. Pisamos restos arrastrados por una antigua corriente. Pienso que tal vez los reyes necesitan los restos para volver a construir nuevos regalos.

Llegamos al destino rodeado de cerro. El ganado de inmediato rodea los bordes. Mi padre corta leña, mi madre recolecta los frutos de campo y yo inicio mi búsqueda. Parece que hay mucha basura flotando, pero es el plástico con que jugaron los niños hace años. La luz en el agua me llama, se ven nubes entre el verde de la lama. Encuentro un montículo de tierra que me invita con su forma de resbaladilla a descender, sin pensar subo, resbalo por la tierra suelta, no puedo detenerme y caigo al agua.

Intento gritar, pero no puedo, solo agua fría en mi boca, las hierbas se enredan en mis brazos, parece que alguien me jala. Me alejé tanto que nadie puede ver que me hundo en el lago.

El tiempo se detiene, no hay sonido, veo, con mis ojos cerrados, el patio de mi casa alimentado con el agua del lavadero, la espuma en los alcatraces, los restos del mezquite en la cerca de la casa, yo y mis amigos jugando con insectos. El sol se levanta y cae muy rápido, una y otra vez, en mi piel aparecen arrugas y hay canas en mi cabello. Me veo en un espejo de agua a una persona parecida a mí, me llama y me toca con una caricia que me hace respirar.

Abro los ojos, todavía sintiendo el agua, con el miedo en todo mi cuerpo. Veo a un pastor, el cetro que sostiene me encandila porque hay un sol en el espejo. Sus adornos de escarcha hacen arcoíris en el agua. Me dice sin que yo pregunte.

─No veas el agua tan cerca. El agua llama, busca la luz en los rostros, crea ilusiones en su reflejo. Cuando caíste creí que era uno de mis compañeros que vamos con nuestros trajes a cantarle al niño dios. Te vi parecido a un rey, yo pienso que cuando crezcas lo serás. Tu reflejo me mostró lo que buscas, pero lo que buscas se encuentra en tu interior.

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