
Muchos de los colectores del Área Metropolitana de Guadalajara fueron construidos hace más de 50 años y actualmente ya vencieron su vida útil, lo que representa riesgos importantes por desgaste estructural, señala Arturo Gleason Espíndola, experto en temas hídricos e investigador de la Universidad de Guadalajara.
Uno de los casos más críticos es el colector San Juan de Dios, construido con sección en forma de herradura, con una capa de recubrimiento de concreto de entre 15 y 20 centímetros sobre mampostería. Esa estructura, debido al tránsito constante de agua y sólidos —incluso metales— a lo largo de décadas, presenta un desgaste conocido como abrasión, lo que incrementa la probabilidad de falla. Gleason indica que no existe una evaluación que determine el estado actual de cada colector, ni un diagnóstico técnico reciente para conocer cuáles requieren sustitución.
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“Muchos de ellos ya tendrían que ser sustituidos, pero bueno no hay una evaluación que determine la vida útil que determine el estado actual; el estado actual de cada colector de los que se construyeron por lo menos el San Juan de Dios, que creo que es uno de los más peligrosos”, explica Gleason.
Aunque algunos colectores proyectados desde 1977 ya fueron construidos, el crecimiento urbano desordenado ha superado las capacidades del sistema. En zonas como avenida Malecón, donde se registró un socavón, existían dos colectores contemplados desde entonces que actualmente ya están construidos.
Sin embargo, la ciudad se ha extendido hacia el oriente sin regulación efectiva, guiada principalmente por la especulación inmobiliaria. Esto ha provocado un aumento de superficies impermeables, que generan mayor escurrimiento hacia los drenajes originalmente diseñados para una menor demanda.
“Lo que ha pasado es que fueron diseñados para desalojar cierta cantidad de agua de las áreas impermeables, pero como ha ido creciendo la ciudad sin control, estas áreas impermeables se han extendido sin ninguna regulación más que por la especulación inmobiliaria”, agrega.
En este contexto, Gleason propone un “Plan de Gestión Sustentable de Agua” para la cuenca del Valle de Atemajac, que incluya dos grandes ejes: el suministro sustentable y el saneamiento sustentable.
En el primero, plantea reducir la demanda mediante cultura del agua, equipos de ahorro en casas e industria, el reuso de aguas grises y negras donde sea posible, ampliación de zonas de infiltración para recargar acuíferos, y la modernización de redes, líneas de conducción y plantas potabilizadoras.
En cuanto al saneamiento, subraya la necesidad de un diagnóstico profundo de los más de 500 kilómetros de colectores para identificar su estado, funcionamiento y necesidad de sustitución. También propone implementar sistemas de captación de agua de lluvia en edificios nuevos y existentes, así como reverdecer la ciudad para absorber escurrimientos. Como medida adicional, recuerda una propuesta previa para diseñar un colector profundo que canalice el agua excedente que no sea absorbida o retenida por otras vías.
El experto concluye que se requiere un enfoque integral para enfrentar los desafíos actuales y futuros del manejo del agua en la ciudad.