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Ciencia para todos: Enjambres en Espacio Profundo

Ciencia para todos


En la última década, la reducción drástica en el tamaño de los satélites ha redefinido los límites de la exploración espacial. Hasta hace poco, solo plataformas de varias toneladas podían albergar los complejos instrumentos necesarios para medir radiación, tomar imágenes de alta resolución o transmitir datos con fiabilidad. Sin embargo, hoy en diadisponemos de picosats —con pesos entre 100 g y 1 kg— y femtosats —inferiores a 100 g— que, al operar en conjunto, alcanzan capacidades antes reservadas a gigantes monolíticos, y a un coste sensiblemente menor.

En este orden de ideas, un enjambre espacial consta de decenas, a veces incluso cientos, de estos módulos diminutos, en donde cada unidad asume una tarea específica —capturar fotografías del terreno, monitorizar la actividad solar o servir de relé de comunicaciones—, mientras un software de coordinación distribuye de modo eficiente tareas y rutas orbitales. De este modo, si uno de los satélites falla, el resto reconfigura su misión y mantiene la continuidad operativa; un atributo crucial cuando los intervalos de comunicación con la Tierra pueden prolongarse varios minutos.

Entre los proyectos más prometedores figura HelioSwarm, cuya ventana de lanzamiento está prevista para los próximos años. En su diseño, un satélite “hub” actúa como centro de control, mientras ocho nodos dispersos trazan trayectorias independientes. Gracias a ello, se obtendrán mediciones simultáneas de la turbulencia del viento solar y del campo magnético interplanetario, incluyendo variaciones espacio-temporales que hasta ahora resultaban inaccesibles.

Mirando al porvenir, las posibilidades se multiplican. Por ejemplo, enjambres de picosats podrían orbitar un asteroide y ejecutar, de manera coordinada, escaneos ópticos y análisis espectrales, lo que permitiría mapear su composición en tiempo real y con un ahorro logístico y energético notable. Del mismo modo, constelaciones de femtosats lunares podrían ofrecer cobertura continua de comunicaciones para rovers y bases automatizadas. Más allá, en Marte, estos satélites funcionarían como repetidores, conectando cualquier punto de la superficie con órbitas superiores y facilitando el flujo constante de datos hacia la Tierra.

No obstante, desplegar enjambres en espacio profundo requiere afrontar varios retos. Primeramente, la coordinación de lanzamientos compartidos demanda planes de separación milimétricamente calibrados para evitar colisiones durante la fase de despliegue. A su vez, la asignación de frecuencias se ve limitadapor acuerdos internacionales que garanticen la coexistencia pacífica de múltiples operadores. Por otra parte, la resistencia a la radiación cósmica y la autonomía energética —mediante paneles solares de alta eficiencia y baterías de larga duración— son condicionantes esenciales para una misión de larga vida. Finalmente, el desarrollo de un software de control altamenteeficiente y autónomo resulta de alta importancia, pues solo así podrá adaptarse en tiempo real a imprevistos sin intervención desde Tierra.

Claramente, los enjambres de picosats y femtosats representan una alternativa más flexible, resistente y asequible frente a los satélites convencionales. De superarse sus desafíos técnicos y regulatorios, no solo asistiremos a un incremento en la frecuencia de misiones, sino también al acceso democratizado a datos espaciales de alta resolución y en consecuencia, instituciones de todos los tamaños podrán contribuir activamente a la exploración del sistema solar y más allá, inaugurando una era de descubrimientos verdaderamente colaborativa.

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