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Mamá adolescente

Tenemos un problema de embarazo infantil y adolescente: México es uno de los países de América y de la OCDE con una Tasa de Fecundidad en Adolescentes más alta, 60.3 por cada mil adolescentes.

Las estadísticas también nos indican que la situación no es igual en toda la república: un mayor grado de marginación y desigualdad implica un incremento en el índice de embarazos adolescentes. De hecho, la tasa más elevada es en Chiapas, de 81.7 por cada mil, unas cifras cercanas a las del África Subsahariana. Mientras que en Ciudad de México es de 47.1 por cada mil, por debajo la media de América.

Embarazo
En jóvenes de 15 a 19 años se duplica el riesgo de muerte En jóvenes de 15 a 19 años se duplica el riesgo de muerte (La Crónica de Hoy)

¿Pero por qué se embarazan las niñas y las adolescentes? La respuesta es compleja y multifactorial. Definitivamente, en un contexto machista en el que se sexualiza a las mujeres desde temprana edad, encontramos que se normaliza que los hombres adultos tengan relaciones íntimas con niñas y adolescentes no solamente a través de la violencia, sino utilizando estrategias de manipulación, coerción o chantaje, aprovechando las vulnerabilidades y carencias de sus víctimas.

No olvidemos que, a menudo, los embarazos en niñas y adolescentes conllevan situaciones de abuso sexual, pues de acuerdo con datos de INEGI, cuando se conoce la edad del padre, en más del 40% de los casos se trata de hombres adultos que les llevan varios años de ventaja.

Otra de las explicaciones radica en la falta de educación sexual integral en adolescentes y jóvenes. No solamente en el uso de prevención, sino también en el plano de la igualdad y el consentimiento. De acuerdo con la Secretaría de Salud, un 20% de los jóvenes entre 12 y 19 años no utilizó ningún método anticonceptivo en su primera relación, a pesar de que en su mayoría los conocían. La dificultad para obtenerlos, la vergüenza de colocarlos, exigirlos o llevarlos, así como la idea entre los varones de que un condón reduce el placer y los estigmas que van asociados a su uso, junto con las prohibiciones religiosas y el tabú de hablar de sexualidad entre parejas y con la familia, generan las condiciones ideales para que las y los adolescentes que inician su vida sexual corran el riesgo de embarazos no deseados y transmisión de enfermedades sexuales.

Un embarazo adolescente tiene enormes impactos para la vida de las jóvenes madres y sus familias, empezando por su salud: las complicaciones que puede experimentar aumentan exponencialmente entre más joven es, poniendo en riesgo la vida de la madre y del bebé. Su vulnerabilidad las hace más susceptibles del maltrato obstétrico y, psicológicamente, deben afrontar enormes retos, incluyendo la estigmatización social.

Las niñas y adolescentes que son madres no pueden seguir estudiando con normalidad, y la probabilidad de que ellas y sus hijos sufran un deterioro en su movilidad social es muy alto. Además, aumenta la vulnerabilidad a la violencia de sus parejas y familia, sin posibilidades de desligarse.

Los embarazos adolescentes no tienen nada que ver con pérdida de moral, pues ante un panorama con escasas posibilidades de desarrollo personal para las mujeres jóvenes, con condiciones de inseguridad, desigualdad y, por supuesto, machismo, la maternidad temprana se convierte en una opción que parece brindar reconocimiento social, proyecto de vida y la percepción de que, al fundar una familia propia, se puede dejar atrás un entorno inseguro, en un espacio donde serán protegidas.

Sin embargo, esas percepciones rara vez son ciertas y más frecuentemente conllevan un precio muy alto para estas jóvenes mamás y sus bebés.

Mariana Espeleta Olivera y María de la Concepción Sánchez Domínguez-Guilarte

*Mariana Espeleta Olivera y María de la Concepción Sánchez Domínguez-Guilarte, académicas del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia del ITESO

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