BúsquedaToda institución importante y trascendente tiene tras de sí una gran historia; el fundador de la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA), Santiago Méndez Bravo, jamás imaginó la magnitud de la empresa que la Providencia le tenía encomendada.
En su origen modesto, como una pequeña escuela de teología, era difícil pensar que aquella improvisada institución llegaría a convertirse en una universidad con decenas de planteles extendidos en el centro y occidente de México.
Para hablar de los comienzos de la UNIVA hay que retroceder muchas décadas, hasta los años 60 del siglo pasado. El mundo católico estaba expectante ante el Concilio Vaticano II, presidido primero por Juan XXIII y posteriormente por Paulo IV. En aquella magna, solemne y trascendente convocatoria, los mitrados de la Iglesia deliberaron y tomaron decisiones que derivaron en la implementación de un nuevo paradigma eclesial; uno que le daba mayor participación al individuo laico al interior de la Institución y lo comprometía más con la paz del mundo y con las necesidades de una humanidad que padecía pobreza, guerra, marginación, hambre…
En México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) seguía manteniendo por tres décadas más su hegemonía y monopolio del poder como partido político, pero el auge y robustez del presidencialismo y del partido-estado no impidieron que la sociedad viviera momentos de gran agitación política. El país fue sede de los XIX Juegos Olímpicos y las finanzas públicas difícilmente costearon un evento de tal magnitud. Sectores de la sociedad mostraron su indignación ante semejante derroche y protestaron públicamente. El entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz reprimió a los manifestantes. En la plaza de Tlatelolco, de la Ciudad de México, las multitudes, compuestas mayoritariamente por estudiantes y obreros, fueron brutalmente reprimidas por el ejército; hubo muertos y heridos.
El sistema político tambaleaba y sus dirigentes lo apuntalaron dando los primeros pasos a la apertura democrática del país. En la escena local, llegó a la gubernatura de Jalisco, postulado por el Partido Revolucionario Institucional, Juan Gil Preciado; quien tomó posesión de su cargo el 1 de marzo de 1959.
Durante su administración le dio banderazo a la industrialización del estado; tras modificar la Ley de Fomento Industrial, promovió la creación de la infraestructura necesaria para crear un corredor que se extendiera desde los municipios de El Salto hasta Ocotlán donde pudieron asentarse más de cien fábricas (Martinez-Réding Cevallos, 1992, pág. 194).
La ciudad de Guadalajara también experimentó cambios que la enfilaban hacia su modernización: las avenidas Vallarta y Alcalde fueron ampliadas. Rumbo al norte, sobre la Calzada Independencia, se construyó el monumental Estadio Jalisco, casa oficial de los equipos tapatíos Chivas, Atlas, Oro y Leones Negros. Hombres como Juan Rulfo y Juan José Arreola le daban renombre y prestigio al estado en la literatura; Luis Barragán hacía lo propio en la arquitectura; y Guillermo González Camarena, el inventor, sorprendía a sus coterráneos emitiendo la primera señal de televisión a color, allá por octubre de 1960.
Durante la gubernatura de Francisco Medina Ascencio, sucesor de Gil Preciado, Jalisco se perfiló como el granero de México, incorporando el sistema de riego a más tierras. El 1 de agosto de 1968 es inaugurado el Aeropuerto Internacional Miguel Hidalgo de la Ciudad de Guadalajara; el listón rojo lo cortó el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Al año siguiente, en una ceremonia que congregó a autoridades políticas y religiosas, así como a prominentes empresarios, se inauguró la que fuera en su momento la plaza más grande de Latinoamérica: Plaza del Sol. Dentro de este panorama mundial, nacional y local nace el Instituto Pío XII de cara a un creciente despertar de apertura religiosa y política; los hombres y mujeres de la época estaban deseosos de tener una mayor participación social, de hacerse oír, de expresar sus opiniones y saber.
Continuará…