
Jaime, un niño de 10 años, recibió una llamada de uno de los amigos de su hermano Ismael, quienes le pidieron que tomara nota y pasara el mensaje a sus papás, “A Ismael ya lo pasaron a una crujía”, él no sabía ni lo que eso significaba, pero al dar el mensaje a sus papás, ellos estallaron en llanto y se preocuparon como nunca antes, “estaban muy desesperados”.
Tras la angustia y días de frustración, la visita de la familia a la prisión fue cuatro días después de la detención, Jaime relata que tras pasar los torniquetes, al llegar a la zona de las crujías había presos amotinados en cada una de ellas, separados según el delito que habían cometido.
A diferencia de otras celdas, la de los estudiantes era una algarabía, a pesar de que estaban detenidos, todos los jóvenes estaban alegres. Jaime ya olvidó el número de veces que él y sus padres fueron a visitar a su hermano, pero Ismael estuvo ocho meses en prisión.
“Lecumberri era un lugar muy deprimente, yo era un niño y desde que pisé el lugar me puse a llorar”.

Jaime se hizo parte del Comité del 68 cuando se convirtió en un joven, su hermano se fue a vivir a Estados Unidos tres años después de la masacre, “fue un proceso que le ayudó mucho”.
“Lo que mi hermano vivió adentro, mis respetos, los torturaban, les cortaban los brazos. Sin importar eso, ellos gritaban: chingue su madre, Díaz Ordaz; eso se escuchaba en todo el penal. Eran torturas espantosas, yo no lo aguantaría, me hubiera muerto. Ni siquiera puedo contarlo”, dijo a Crónica.
Bloques negros, una deshonra
Jaime lleva 47 años marchando el 2 de octubre, actualmente de 67 años, y es testigo de cómo han evolucionados las manifestaciones, lamentó que actualmente existan grupos de personas que sólo se dedican a vandalizar durante este tipo de marchas, señaló que ello demerita el movimiento y la verdadera causa, pues todos los ojos apuntan a las consecuencias de sus actos.

Y pese a que los bloques negros actúan de manera perversa, son “respaldados por el Gobierno local”, que les permite robar y vandalizar sin que haya consecuencias.
“El Gobierno no hace una investigación exhaustiva para dar con los responsables y que no sigan actuando de esa manera en las marchas. Entendemos a los que hacen pintas, son jóvenes que tienen coraje, frustración pero abrir locales y robar son palabras mayores”, dijo a este diario.