
Esta sábado, el Zócalo de la CDMX se llenó de colores al albergar el inicio de la 17° edición del Desfile de Alebrijes Monumentales, con alrededor de más de 170 creaciones, evento que comenzó en 2007 gracias a la idea del Museo de Arte Popular.
El reloj marcó exactamente las 12:00 del mediodía cuando el bullicio en el Zócalo capitalino se transformó en una explosión de color, música y fantasía. Así dio inicio el tradicional desfile de alebrijes monumentales, uno de los eventos más esperados del año en la Ciudad de México, que reunió a miles de familias, turistas y curiosos para admirar las impresionantes criaturas de cartón, madera y pintura que recorrieron las principales avenidas del Centro Histórico rumbo al Ángel de la Independencia.
Desde los primeros pasos del contingente, las banquetas de la calle 5 de mayo comenzaron a llenarse por completo, hasta arribar a la avenida Juárez. Niños sobre los hombros de sus padres, jóvenes con cámaras y teléfonos en alto, adultos mayores sentados buscando un mejor ángulo desde las jardineras queriendo capturar un instante de la caminata que, como cada año, transforma el asfalto en un lienzo de imaginación popular.
El desfile dejo ver grupos como la Banda Musical Troyanos de Veracruz, que marcó el ritmo festivo con melodías alegres que acompañaron la entrada de los alebrijes. A su paso, los espectadores respondían con aplausos y gritos de emoción, creando una atmósfera celebración. Detrás de ellos avanzaron instituciones y colectivos de diferentes estados del país como Tlaxcala, Morelos, Puebla, Veracruz, entre otros, asimismo como representantes de diversos ayuntamientos, destacando el de Ciudad Nezahualcóyotl, que participó con una de las piezas más aclamadas del recorrido.
El Colectivo Cartoneros CDMX, integrado por artesanos y estudiantes, desfiló con orgullo mostrando el fruto de semanas de trabajo intenso, de manos manchadas de pintura y sueños transformados en figuras fantásticas. Cada alebrije, con su combinación de líneas, puntos y colores brillantes, parecía cobrar vida bajo las nubes de la capital.
Aunque la lluvia comenzó a amenazar desde temprano con algunas gotas dispersas, el ánimo no decayó. Al contrario: paraguas, impermeables y risas se mezclaron con la música y los colores, dando un toque aún más pintoresco a la jornada. El público, lejos de dispersarse, permaneció firme, decidido a acompañar el desfile hasta su destino final en el icónico monumento del Ángel de la Independencia.
Criaturas de otro mundo
A lo largo del recorrido, los alebrijes parecían surgir de un sueño compartido entre artistas y espectadores. Entre ellos, uno de los más comentados fue “Chiwiwi”, una criatura que desató gritos y aplausos a su paso. Con cuerpo de alacrán, patas de araña y tenazas de cangrejo, sus grandes ojos redondos y brillantes le daban una expresión entre tierna y traviesa que encantó especialmente a los niños. Cada vez que el “Chiwiwi” se acercaba, los pequeños saltaban y bailaban, mientras los adultos se apresuraban a tomarle fotos o grabar videos.

Otro de los favoritos del público fue “Ludwik Edek” una fusión entre un caballito de mar y un caballo terrestre, adornado con tonos azul marino, morado y rosa. Su estructura combinaba elegancia y dinamismo, como si estuviera suspendido entre el aire y el mar. Las texturas y detalles de su piel parecían moverse con la brisa, captando la atención de los espectadores que se agolpaban para verlo pasar.

Sin embargo, uno de los grandes protagonistas de la jornada fue “Camazotz”, una imponente figura de más de tres metros de altura que no pasó desapercibida. Inspirado en la mitología mesoamericana, su nombre hace referencia al dios murciélago, símbolo de la noche y del inframundo. Este alebrije, con colmillos afilados y alas extendidas, estaba pintado en una mezcla vibrante de rojo, azul, verde y amarillo. Su presencia imponía respeto, pero también fascinación: muchos adultos se detenían a observar sus detalles, mientras los niños lo señalaban con una mezcla de susto y asombro.

Un desfile que une tradición y creatividad
El desfile de alebrijes no solo es un espectáculo visual, sino también un homenaje a la creatividad artesanal mexicana. Detrás de cada figura hay semanas a veces meses de trabajo colectivo, en los que los artistas moldean el cartón, refuerzan estructuras y pintan a mano cada detalle.
Hoy, ese sueño sigue creciendo gracias al esfuerzo de cientos de creadores que participan en el desfile organizado por el MAP, con apoyo de instituciones educativas y culturales. Este evento se ha consolidado como una de las celebraciones más representativas del otoño en la capital, junto con el Día de Muertos, ya que ambos comparten ese espíritu de color, imaginación y conexión con las raíces culturales del país.

Durante el recorrido, no faltaron los vendedores ambulantes que ofrecían tamales, esquites, globos y juguetes artesanales, complementando el ambiente festivo. Las familias aprovechaban para tomar fotos junto a los alebrijes detenidos por momentos o durante los descansos del desfile, que en su trayecto recorrió las avenidas 5 de Mayo, Juárez, Paseo de la Reforma y concluyó entre aplausos frente al Ángel de la Independencia.
El sonido de los tambores marcaron el cierre de una jornada llena de magia, creatividad y orgullo cultural. Mientras los últimos contingentes llegaban al Ángel, la gente seguía tomando fotos, aplaudiendo y despidiéndose de las criaturas fantásticas que, por unas horas, transformaron la ciudad en un universo de fantasía.
El desfile de alebrijes volvió a demostrar que el arte popular mexicano no solo se observa: se vive, se comparte y se celebra. Y aunque la lluvia intentó robar protagonismo, los colores, la música y la imaginación colectiva fueron, una vez más, los verdaderos triunfadores del día.