En los pasillos del Congreso de EU, algunos legisladores ya lo llaman “presidente Musk” o “vicepresidente Musk”. Elon Musk parece haber encontrado un nuevo campo de acción: la política de alto nivel. Su influencia es tan grande que ya se le asume como el “susurrador” del presidente electo, Donald Trump, tras haber invertido más de 200 mdd en su campaña.
Su presencia más que generar admiración desata pánico entre políticos y países aliados, como Israel. Su extrema injerencia, sus viajes no reportados y sus reuniones con líderes extranjeros sin supervisión encienden alarmas en Washington y en las oficinas de inteligencia internacional.
Secretos de Estado bajo riesgo
Musk y su empresa SpaceX están bajo la lupa. Según documentos internos y fuentes cercanas al caso, la compañía ha incumplido de forma reiterada los protocolos de seguridad nacional que regulan el manejo de información clasificada. Desde 2021, ni Musk ni SpaceX han cumplido con los requisitos de informar sobre viajes, consumo de drogas y encuentros internacionales.
Esta falta de transparencia obligó a que tres entidades federales —la Oficina del Inspector General del Departamento de Defensa, la Fuerza Aérea y la Oficina del Subsecretario de Defensa para Inteligencia y Seguridad— abran investigaciones. Incluso, la Fuerza Aérea negó a Musk el acceso a información de alto nivel, citando riesgos potenciales para la seguridad nacional.
SpaceX, uno de los principales contratistas del gobierno estadounidense, recibió más de 10 mil mdd en contratos federales desde 2019, lo que magnifica la importancia de sus fallas. Empleados de la compañía han expresado preocupación por la permisividad con la que Musk trata temas sensibles, pero muchos han sido despedidos o forzados a abandonar la empresa tras levantar estas quejas.
Futuro incierto
El próximo 20 de enero, Trump asumirá la presidencia y Musk tomará un rol clave al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental, creado para recortar el gasto federal. Este nuevo puesto le otorgará al dueño de Tesla un acceso sin precedentes a los procesos internos del gobierno, a pesar de las preocupaciones expresadas por funcionarios de defensa y legisladores como la senadora Jeanne Shaheen.
Además, Trump podría autorizar a Musk a acceder a cualquier tipo de información clasificada, incluso la más confidencial. Esto inquieta a aliados internacionales, que temen que Musk comparta datos sensibles con terceros o utilice su posición para fines personales. Países como Israel ya han planteado dudas sobre su fiabilidad como custodio de secretos de Estado.
El propio Musk no ha ayudado a calmar las aguas. En su red social X, calificó las investigaciones en su contra como una persecución del “estado profundo” y advirtió que, aunque prefiere no buscar conflictos, está dispuesto a terminarlos.
Un historial de sospechas
Elon Musk no solo es conocido por sus éxitos empresariales, sino también por su estilo de vida controvertido. Ha reconocido públicamente el consumo de drogas como marihuana, ketamina y LSD, lo que ha complicado aún más su proceso de autorización para acceder a información clasificada. Abogados de SpaceX advirtieron que insistir en obtener una autorización de mayor nivel podría resultar en la pérdida de los permisos actuales que Musk ya posee.
En respuesta a las críticas, SpaceX aseguró al Departamento de Defensa que Musk no participa en reuniones donde se discuten datos altamente confidenciales. Sin embargo, funcionarios siguen preocupados por su acceso indirecto a información sensible, dado que SpaceX maneja proyectos críticos como el lanzamiento de satélites militares.
Presión al Congreso
En medio de la amenaza de un cierre gubernamental, Musk desató una tormenta mediática al lanzar más de 150 mensajes en X, su plataforma social, exigiendo a los republicanos rechazar el acuerdo de extensión presupuestaria. Fiel a su estilo, el magnate no escatimó en críticas y exageraciones, tergiversando información clave del paquete presupuestario para avivar la polémica.
Entre sus declaraciones más incendiarias, afirmó que el acuerdo incluía un aumento del 40% para los miembros del Congreso. Sin embargo, esta cifra resulta ser una distorsión flagrante. El paquete permite un ajuste salarial de apenas 3.8%, equivalente a $6,600, basado en una fórmula de 1989.
Musk malinterpretó un artículo de Punchbowl News, que explicaba que los salarios de los legisladores habrían aumentado un 40% desde 2009 si se hubieran ajustado anualmente al costo de vida, algo que no ocurrió debido a congelaciones aprobadas por el propio Congreso cada año, según explica el New York Times en una nota.
Con Trump y Musk alineados políticamente, las reglas de seguridad nacional podrían flexibilizarse en los próximos años. Para muchos, esto no solo pone en riesgo la confidencialidad de los secretos de Estado, sino que abre la puerta a una relación peligrosa entre el poder político y el económico.