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El hombre más rico no sueña con ser presidente de EU, sino con colonizar Marte; mientras, juega a despedir funcionarios, provocar con saludos nazis y difundir bulos para que la ultraderecha conquiste el mundo

¿Quién es Elon Musk? El “marciano” a quien la Casa Blanca y la Tierra se le quedan pequeñas

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Histriónico Elon Musk salta con su playera de Occupy Mars durante un mitin de Donald Trump en la campaña electoral

Elon Musk tiene un sueño, pero no es convertirse en presidente de Estados Unidos (como llevó a la portada la revista Time para provocar al megalómano Donald Trump), ni mucho menos lo mueve el sueño de fraternidad racial que proclamó Martin Luther King en su legendaria marcha. El sueño del hombre más rico del mundo —nacido hace 53 años en Sudáfrica, en el seno de una familia blanca simpatizante con el Apartheid—, lo lleva estampado en las playeras que lució en los mítines electorales de Donald Trump y se resumen en dos palabras: “Occupy Mars”.

El lema que Musk quiere que vea todo el mundo es toda una declaración de intenciones por partida doble:

“Occupy Mars” es la antítesis de la extinguida “Occupy Wall Street”, el lema de guerra de los movimientos izquierdistas contra los “lobos” financieros que provocaron el crack de 2008 y a una década de recesión global.

Por tanto, Musk juega a revertir los logros de esa rebelión ciudadana, aprovechando que la gente tiene la memoria corta.

Bastó con que irrumpiera en política Donald Trump, acusando de todos los males a la globalización y a los inmigrantes, para que las masas se olvidaran de los verdaderos culpables de que perdieran sus casas y sus ahorros; y bastó con que Musk irrumpiera en el mundo de las redes sociales (con la compra de Twitter), para llenarlas de ataques contra el movimiento woke y contra todo lo que huela a progresismo, para que los estadounidenses volvieran a darle el poder al republicano, pese a que en su primer mandato dividió a la sociedad estadounidense como no ocurría desde la guerra civil.

Por tanto, el mensaje de Musk está claro: “Confíen en nosotros porque vamos a romper los candados (de control sobre riesgos financieros) y el casino abre sus puertas de nuevo y a lo grande”.

En cuanto a la segunda interpretación del “Occupy Mars” es mucho más explícita: Musk no sólo quiere llevar cohetes a Marte, sino que quiere colonizar el planeta rojo con un selecto grupo de personas y ser, además, el creador de una nueva raza humana extraterrestre para lo que propone incluso que se use su propio esperma, según alertó The New York Times. En otras palabras, Musk está jugando a ser Dios, no emperador.

Esta podría ser la explicación de por qué a Trump, que sí tiene ambiciones imperialistas, no sólo no le dio un ataque de celos (al menos de cara al público) al ver la portada de la revista Time.

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Provocación Portada de la revista Time con Musk sentado en el Despacho Oval

De hecho, el presidente de EU invitó esta semana a Musk al Despacho Oval y convocó a los corresponsales en la Casa Blanca (excepto al de AP, en venganza por la decisión de la agencia de negarse a llamar “Golfo de América” al Golfo de México), para mostrar complicidad… y que vieran quién se sienta frente a la enorme mesa de escritorio. Allí fue donde le hizo entrega de la motosierra con la que le otorga poder para cercenar cientos de miles de puestos de trabajo de funcionarios públicos y cerrar agencias que, denuncian, “despilfarran” miles de millones de dólares.

Entre las organizaciones que Trump y Musk quieren cerrar o hacer irrelevante esta USAID, la mayor agencia de ayuda humanitaria del mundo, y una de las pocas instituciones que daba prestigio internacional a la primera potencia.

Y tan preocupante como la nula compasión de los dos magnates con los más necesitados no es sólo que ignoren algo tan básico como que a más miseria en otros países, más aumentará la inmigración, sino que ese dinero que piensa ahorrar no lo destinarán a educación o salud pública, sino que irán destinados a proyectos “prioritarios”... como la misión espacial a Marte.

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Misión cumplida Elon Musk, en el momento que Trump anuncia durante su investidura, el 20 de enero, que uno de sus objetivos es llevar humanos a Marte

La cara de satisfacción de Musk cuando Trump declaró en su discurso de investidura que poner la “bandera de las barras y las estrellas” en Marte era una de las prioridades de su gobierno lo dice todo sobre su ambición personal y la obsesión que le persigue hasta límites fuera de toda lógica. Y en el centro de esta obsesión, una letra que define todo el universo muskiano: la x.

Así se llaman su compañía espacial, SpaceX, su red de mensajería X (pese a que la marca Twitter era una de las más conocidas globalmente) y su hijo más mediático, el que se llevó al Despacho Global y llama X, aunque en realidad su verdadero nombre es X Æ A-Xii.

De nuevo, el nombre del hijo más pequeño dice mucho de la personalidad de Musk: se especula que es una abreviatura caprichosa de AE (Artificial Intelligence) y se cree que A-Xii es un homenaje al avión favorito del magnate.

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Casa Blanca El hijo de Musk observa a Trump en el Despacho Oval (Aaron Schwartz / POOL/EFE)

La fascinación de Musk por la antepenúltima letra del abecedario se remonta a 1999, cuando el joven inmigrante instalado en California, donde ya era evidente su visión empresarial en Internet, quiso llamar X a la empresa de pagos on line que fundó junto con otros inversores. Al final, acabó llamándose PayPal, pero adquirió el dominio X.com, como dijo, porque representa “lo desconocido y la búsqueda de lo nuevo, lo que está por descubrirse”.

Este simbolismo está alineado con la visión de Musk sobre el futuro y su afán por explorar nuevos horizontes, y además, ser el primero en lograrlo, ya sea mediante intentando arrebatar a su rival Sam Altman el mayor centro de investigación de inteligencia artificial, OpenAI, o arriesgándose a poner fecha a la conquista de Marte:

Según sus planes, 2028 debe ser el año de la llegada de una misión no tripulada a Marte, cuyos robots deberán sentar las bases para la llegada de la primera tripulación humana en 2030. Entre 2035 y 2050, contempla la construcción de bases permanentes, invernaderos y fábricas para garantizar la autosuficiencia de la colonia. Según detalló el propio Musk en su cuenta de X, el objetivo final es construir una colonia autosuficiente capaz de albergar a más de un millón de personas para el año 2054.

El cronograma resulta tan poco creíble que Carlos Slim le entró a la polémica. Durante una conferencia en Ciudad de México el 10 de febrero, Slim expresó su incredulidad ante los planes de SpaceX y propuso una apuesta simbólica de un dólar.

“Él dice que para el año 2028 van a llegar a Marte y de regreso. Le apuesto un dólar”, declaró el magnate mexicano.

Este jueves, llegó la respuesta de Musk con un video animado de una ciudad futurista y el mensaje “Welcome to Mars”.

Y finalmente, no se entendería el comportamiento de Musk sin retroceder hasta su abuelos materno, Joshua Haldeman, un estadounidense simpatizante de Adolf Hitler y tan fanático del Apartheid que decidió mudarse con su mujer a Sudáfrica, donde nació su hija Maye, relató recientemente Errol Musk, esposo de Maye y padre de Elon Musk.

Por eso, a Errol Musk no le extraña ni que su hijo hiciera el saludo nazi en público, ni la buena química con Trump (“Hitler también hizo cosas buenas”, dijo el presidente de EU) ni que anime a los alemanes a que dejen de martirizarse por el pasado nazi, como dijo durante un reciente mitin de la extrema derecha, de cara a las elecciones del 23 de febrero en el país europeo.

Si ganan los neonazis en Alemania o son de nuevo invitados a formar gobierno en Berlín, como ocurrió hace un siglo, habrá sido en gran parte por el enorme poder acumulado por Musk para intoxicar con sus bulos y por su propia injerencia en la política internacional para que la extrema derecha conquiste el mundo... ante de empezar a colonizar Marte.

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