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El segundo papa más anciano de la historia (88 años) firmó la carta de renuncia tras su elección en 2013, en pleno shock por la histórica abdicación de Benedicto XVI

El agravamiento de la salud de Francisco abre el debate sobre su posible renuncia papal

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Vaticano El papa interrumpió el oficio de una misa en el Vaticano el 9 de febrero por dificultades para respirar (EFE)

“En caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé yo, acá está mi renuncia. Ya la tienen'”. Así confirmó Jorge Bergoglio en una entrevista en 2022 a un diario español que había firmado una carta de renuncia poco después de ser elegido Papa, el 13 de marzo de 2013, cuando todavía cimbraban las columnas de la Basílica de San Pedro por la traumática abdicación de Benedicto XVI, ocurrida trece días antes.

La carta de renuncia la conserva el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal italiano Pietro Parolin, quien sabe que podría recibir en cualquier momento una llamada del Papa argentino, hospitalizado desde el viernes por una bronquitis, que lejos de remitir, se ha agravado hasta degenerar en neumonía.

El parte médico del lunes ya causó preocupación, tras anunciar que el Papa sufría neumonía, pero lo quiso saltar todas las alarmas fue el parte de este martes, que informó que Francisco sufría un cuadro de neumonía en los dos pulmones y señalaba que el pontífice de 88 años atravesaba un cuadro clínico “complejo” (que es la manera eufemística de decir que se encuentra estable, pero grave).

“La tomografía computerizada de tórax a la que se sometió esta tarde el Santo Padre demostró la aparición de neumonía bilateral que requiere terapia farmacológica adicional”, informó el comunicado, que añade que “la infección polimicrobiana, que se presenta en un contexto de bronquiectasias y bronquitis asmática, y que requirió el uso de terapia antibiótica con cortisona, haciendo más complejo el tratamiento terapéutico”.

“Está de buen humor”

En un intento de rebajar la alarma, el Vaticano señaló en el comunicado que “a pesar de todo, el Papa Francisco está de buen humor”.

Aunque nada indique que su vida corre peligro, este empeoramiento de la salud no sólo aleja una pronta recuperación del Papa sino que abre la caja de Pandora de la sucesión; algo de lo que seguramente habrá reflexionado durante las largas horas de confinamiento hospitalario. No es una decisión fácil ni mucho menos: estaría abriendo la puerta a una segunda renuncia Papal en menos de dos décadas, en pleno auge del populismo de extrema derecha antiprogresista, tras el regreso de Donald Trump al poder.

Francisco tiene 88 años y es el segundo pontífice más anciano de los 266 Papas en casi dos mil años ininterrumpidos de Papado desde San Pedro. El único Papa nonagenario fue León XIII, que falleció a los 92 años en 1902.

Benedicto XVI murió con 95 años, pero renunció al “Ministerio Petrino” cuando tenía 85 años, alegando también problemas de salud, aunque a nadie se le escapa que el escándalo de las filtraciones (Vatileaks), que pusieron al descubierto casos de corrupción y acusaciones de pederastia en la Curia, influyeron en la histórica abdicación del alemán Jospeph Ratzinger.

¿Qué diferencia a Bergoglio de Ratzinger?

El caso de Bergoglio es diferente. Forjado en los años duros de la dictadura argentina, cuando la represión militar también se ensañó con los curas de los barrios obreros, una renuncia de Francisco no sería por presiones ni amenazas del sector ultraconservador, abiertamente hostil por el acercamiento del Papa (más de palabra que de hechos) a los homosexuales, los divorciados y a un papel algo más activo de las mujeres en la Iglesia.

Y si no que se lo digan al cardenal estadounidense Raymond Burke (partidario de retroceder a la Iglesia tradicional, anterior al Concilio Vaticano II e ideológicamente cercano a Trump), a quien Francisco humilló rebajando su sueldo y echándolo de su fabuloso departamento de 400 metros cuadrados en la Santa Sede, luego de criticar públicamente la deriva progresista del pontífice latinoamericano.

¿Qué factor puede ser decisivo para su renuncia?

Además de la salud, hay otro factor que podría precipitar su decisión de renunciar al Papado (o de dejar todo atado en caso de fallecimiento): ha renovado casi completamente el Colegio Cardenalicio.

El pasado 8 de diciembre, Francisco completó la renovación con el nombramiento de 21 cardenales, de los que sólo uno supera los 80 años y no tiene derecho ni a elegir al futuro Papa ni a ser elegido. Así, en total habrá 141 derecho a voto: de ellos 112 han sido escogidos por el pontífice argentino, lo que supone un 79% por ciento del total. O lo que es lo mismo, cuatro de cada cinco llevan el sello Bergoglio.

Esto no significa necesariamente que todos estén cortados por el mismo patrón a la hora de decantarse por un nombre en la Capilla Sixtina durante un Conclave, pero ninguno de los nombrados pertenece al sector ultra y redujo al máximo el tradicional eurocentrismo cardenalicio, eligiendo obispos de los cinco continentes.

Según datos revelados por Religión Digital, en la actualidad, entre los 252 cardenales que conforman el Colegio Cardenalicio, existen “94 países representados y la edad media de los electores baja es de 69 años”.

Con tantos papables “periféricos”, como él mismo, que dijo que vino al centro de la Iglesia desde los confines del mundo, Francisco puede, ahora sí, descansar tranquilo. Pero lo que pase por su mente en estos momentos sigue siendo la mayor de las incógnitas.

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