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Cumbre de emergencia en Londres para apoyar un plan de paz que no se una rendición de Ucrania a Rusia, como pretenden Putin y Trump

Los líderes europeos arropan a Zelenski tras la pesadilla que vivió con Trump

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Cumbre en Londres El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski junto al anfitrión de la reunión de emergencia, el británico Keir Starmer, y el resto de líderes de la OTAN, menos los aliados de Vladimir Putin: Donald Trump y el húngaro Viktor Orban (JAVAD PARSA/EFE)

Los líderes convocados este domingo en Londres para tratar la crisis de Ucrania y la necesidad de rearmar Europa han llegado a una clara conclusión: Europa no puede contar con Estados Unidos, y mucho menos tras el bochornoso espectáculo del presidente Donald Trump y su vicepresidente, JD Vance, gritándole al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a quien acusó de querer provocar la tercera guerra mundial, como si fuese él el culpable de la invasión rusa de su país, ordenada por Vladímir Putin hace tres años.

Keir Starmer, anfitrión de la cumbre de emergencia, El anfitrión del encuentro, Keir Starmer, ha anunciado que “el Reino Unido, Francia y otros países” —que no ha especificado— “trabajarán junto con Ucrania en un plan para poner fin a los combates, que será luego discutido con Estados Unidos para que pueda ser impulsado conjuntamente”.

Junto a otros líderes, como el presidente francés, Emmanuel Macron, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, admitieron que cualquier acuerdo de paz entre Kiev y Moscú necesitará garantías de seguridad por parte de Washington ―que hoy Trump aún no está dispuesto a ofrecer—, pero se han comprometido a que Europa sea la primera en aportar esas garantías.

“Poner botas militares”

Starmer ha sido el único en ofrecer una rueda de prensa al final de la reunión, en la que además de anunciar el comienzo de los trabajos para forjar ese plan de paz, ha desgranado todos los acuerdos alcanzados en dos horas de reunión.

En primer lugar, todos los países asistentes, entre los que estaban incluidos Canadá y Turquía, se han comprometido a “mantener el flujo de ayuda militar” a Ucrania, así como a seguir presionando económicamente a Rusia, para mantener la fortaleza negociadora de Kiev.

En segundo lugar, han reafirmado su voluntad de que cualquier acuerdo de paz duradero cuente con Ucrania en la mesa de negociación y consolide la soberanía y seguridad del país. En tercero, dijo Starmer: “En el caso de que se alcance un acuerdo de paz, seguiremos reforzando las capacidades defensivas de Ucrania para que pueda frenar cualquier futura invasión”.

El líder laborista ha reiterado el ofrecimiento de su país de “poner botas militares en el terreno” cuanto antes, y ha anunciado además la oferta británica a Ucrania para que acceda a sus créditos de ayuda a la exportación, por valor de dos mil millones de dólares, para la adquisición de 5 mil misiles de defensa antiaérea fabricados en el Reino Unido.

Zelenski tiende la mano a Trump

Al término de la reunión, Zelenski escribió en sus redes sociales que trabajará con sus aliados europeos para crear “una base sólida” que permita avanzar junto a Estados Unidos para lograr “una paz justa y con garantías de seguridad”.

En su mensaje en sus redes, el presidente ucraniano explicó que Ucrania está abordando con sus socios representados este domingo en Londres la creación de “garantías de seguridad y de condiciones para una paz justa para Ucrania”.

Una de las cosas que irritaron a Trump y a Vance fue la insistencia de Zelenski en pedir que se aclaren, antes de que se declare un alto el fuego, las garantías de seguridad que recibirá Ucrania para que se respete cualquier acuerdo de paz.

Según declaró el primer ministro británico en la cumbre de Londres, Reino Unido y Francia elaborarán junto a Ucrania una propuesta para detener la guerra que incluya esas garantías de seguridad que exige Kiev para presentársela a EU con la idea de negociar después con los rusos desde una postura común.

Al finalizar la cumbre, Zelenski fue recibido por el rey Carlos III de Inglaterra en la residencia privada real en Sandringham.

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