
Este 7 de mayo arranca uno de los rituales más solemnes y misteriosos de la Iglesia Católica: el cónclave. Un total de 133 cardenales se reunirán en la Capilla Sixtina, completamente aislados del mundo exterior, para llevar a cabo la elección del próximo Papa. A continuación, te presentamos a los principales candidatos.
Pietro Parolin (italiano, 70 años): ¿Le afectará el ataque de última hora desde EU?

El secretario de Estado de la Santa Sede (el segundo cargo más poderoso después del papa, nombrado por Francisco en 2013, poco después de ser elegido papa) entra de nuevo como papable, gracias a que es el candidato más equilibrado entre los dos bandos, pues ha sido un hombre de Francisco pero no siempre en sintonía con su aperturismo, y el sector conservador cree que podría reequilibrar los excesos doctrinales del argentino Jorge Bergoglio. Además, podría sumar a su candidatura el voto latino, ya que fue nuncio apostólico en Venezuela y México.
Corre en su contra su poca experiencia pastoral y cercanía al pueblo, precisamente por su dilatada carrera como diplomático, pero sobre todo la grave acusación lanzada el pasado viernes por la ONG estadounidense Bishop Accountability, que lo acusa directamente de ser “el funcionario eclesiástico del mundo que más ha desempeñado un papel central en mantener oculta la información sobre delitos sexuales dentro del Vaticano”.
Matteo Zuppi (italiano, 69 años): el romano que suena a Francisco II

El actual presidente de los obispos italianos es uno de los cardenales más afines al aperturismo de Francisco hacia el diálogo con otras religiones. Cuenta, además, con una amplia experiencia como mediador en crisis internacionales: intervino en los años noventa en la firma de los acuerdos de paz de Mozambique, y en 2023 el Papa lo envió a mediar entre Ucrania y Rusia para negociar, con éxito, en el complicado caso de los 19,000 niños ucranios deportados por Moscú. De hecho, el presidente Volodímir Zelenski se reunió con él cuando fue a Roma al funeral de Francisco.
Podría jugar en su contra que es percibido por muchos como demasiado continuista y por el sector más conservador por ser más progresista que Francisco.
Pierbattista Pizzaballa (italiano, 60 años): el patriarca que se ofreció de rehén a Hamas

El patriarca de Jerusalén es, de los tres “papables” italianos, el más cosmopolita, el puente que une a católicos con musulmanes y judíos, aunque llegó a ser acusado de propalestinos por el gobierno israelí por firmar una carta en la que se pedía al Estado judío “evitar matar gente inocente” en su guerra en Gaza, pero no condenaba explícitamente el ataque terrorista de Hamás. Más tarde, buscó la reconciliación ofreciéndose él mismo como rehén, a cambio de la liberación de niños a manos de los terroristas palestinos. A favor de este franciscano de vocación muy temprana, está precisamente su discurso más apaciguador con las autoridades israelíes, algo que agrada a los cardenales estadounidenses (luego de las malas relaciones entre Israel y la Santa Sede por las duras críticas de Francisco ante la crisis humanitaria en Gaza) y sobre todo, algo que comparte con los otros dos connacionales papables: la presión creciente para que haya de nuevo un papa italiano, algo que no ocurre desde hace 47 años.
En su contra, que su “juventud” —60 años en tiempos vaticanos es casi un puberto—, lo convertirían a priori en un papa con todo el poder durante demasiado tiempo; tras los 27 años de Juan Pablo II se prefieren pontificados más cortos.
Robert Francis Prevost (estadounidense, 69 años): la estrella ascendente del país-tabú

Este cardenal de Chicago, que pasó 40 años predicando en Perú, ha pasado de tapadillo a papable en los últimos días y es probablemente el candidato oculto con más opciones. Francisco lo nombró por sorpresa en 2023 jefe del potente dicasterio para los obispos, un cargo en el que ha tenido contacto con todos los continentes.
El principal obstáculo que encuentra su candidatura es que hay una regla no escrita que impide a los cardenales estadounidenses llegar a ser papas, por proceder del país más poderoso, pero Prevost podría romper ese tabú, sobre todo tras señalar Donald Trump que, a parte de él, que se considera el mejor indicado para ser papa, el siguiente sería el conservador Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, de línea conservadora.
Luis Antonio Tagle (filipino, 67 años): la estrella del granero asiático atacada desde EU

El exarzobispo de Manila, 67 años, progresista, aunque fue nombrado cardenal por Benedicto XVI, es el único favorito sólido no occidental. Su trayectoria fue ascendente durante el pontificado de Francisco, con quien exhibió gran sintonía. Ha criticado a menudo el capitalismo y la postura rígida y conservadora de la Iglesia hacia los homosexuales y los divorciados y ha defendido a los migrantes.
Sus raíces en Filipinas, un país con una excepcional mayoría católica formada por 80 millones de fieles, lo convierten en un puente estratégico para consolidar la expansión de la fe católica en Asia, donde más está creciendo el cristianismo, este empuje podría compensar la hemorragia de fieles y vocaciones de otros lugares como Europa o América.
En su contra tiene su cuestionada labor en la organización Caritas Internationalis, que acabó con su destitución y la de todo su equipo en 2022, y también se vio salpicado por el duro informe de Bishop Accountability, que denuncia que “a pesar de hablar con elocuencia sobre la sanación de las heridas de las víctimas de abuso sexual por parte del clero, Tagle ha sido ineficaz para mejorar la difícil situación de las víctimas de abuso sexual en la Iglesia filipina”.
Jean-Marc Aveline (francés, 66 años): un defensor de los migrantes cercano a Francisco

El arzobispo de Marsella, de 66 años, nacido en Argelia, representa un puente entre distintos mundos que puede resultar útil para dar continuidad a dos facetas claves del pontificado de Francisco: la atención a los migrantes y a los más desfavorecidos y el diálogo interreligioso, cargo para el que fue expresamente nombrado por Francisco, quien también fue quien le nombró cardenal.
Fue nombrado cardenal por el Papa argentino, con quien compartía gran afinidad y la idea de que la Iglesia debe ser menos eurocéntrica. A su favor cuenta que es una cara familiar entre los purpurados y ha sido uno de los que han criticado sin tapujos la pederastia en el seno de la Iglesia. Sus críticas contra el narcotráfico o el abandono de Marsella por parte del Estado francés le acarreó un enfrentamiento con el presidente Emmanuel Macron, que lejos de perjudicarle le dio notoriedad.
En su contra se señala su escasa sintonía con el poderoso lobby de purpurados italianos.
Carlos Aguiar Retes (mexicano, 75 años): el latinoamericano con más peso

El arzobispo primado de México (la mayor diócesis del mundo) es, probablemente, el cardenal que habla mejor el mismo idioma que el pontífice fallecido, no sólo porque comparten la misma lengua, sino por afinidad ideológica y mismas preocupaciones: las comunidades marginales y el cambio climático.
El continuismo que ofrece Aguiar es una apuesta, sobre todo, tras la gran popularidad que cosechó Francisco, pero tiene en contra la escasa probabilidad de que salga por segunda vez consecutiva dos papas latinoamericanos.
Mario Grech (maltés, 68 años): el obispo puente entre reformistas y conservadores

Aunque sus orígenes fueron conservadores. abrazó el aperturismo de Francisco. Como secretario general del Sínodo de los Obispos, está en contacto con todos los purpurados del mundo, por lo que es una cara conocida para los cardenales que votarán en el cónclave. Ha sido el encargado de poner en práctica una de las reformas más importantes del pontificado de Francisco: el intento de arraigar en la Iglesia la sinodalidad, una palabra casi desconocida en el pasado y que busca convertir a la institución en una estructura más horizontal y universal, donde se pueda abrir la toma de decisiones a todos los bautizados. Desde el Sínodo, Grech respaldó y aceleró el debate de los temas más divisivos, como el papel de los laicos, la sexualidad, el acceso de la mujer a los ministerios ordenados e incluso la bendición de parejas del mismo sexo.
El problema es que la sinodalidad, tal y como se ha planteado, para los conservadores es un despropósito, pues creen que pretende democratizar la Iglesia, y Grech simboliza todo ese proyecto (con información de El País, EFE, NYT, CNN).