
En plena conmoción mundial por la hambruna inminente que se cierne sobre dos millones de palestinos en Gaza, luego de dos meses de bloqueo israelí —y con el reloj contando las horas que quedan a unos 14 mil bebés al borde de la muerte por inanición—, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene una preocupación sobre el genocidio en ciernes, pero no el que está en marcha en Israel contra los palestinos, sino el que asegura que ve en Sudáfrica contra los “afrikaners”, los miembros de la minoría blanca herederos del Apartheid.
De genocidio se habló este miércoles en la Casa Blanca, cuando Trump acorraló al presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, en el mismo salón donde hace un mes recibió al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, al que recibió como un héroe, luego de acceder a violar el acuerdo de alto el fuego con Hamás y a reanudar los bombardeos contra la población gazatí, y convertir la Franja en un “infierno”, como el propio republicano le aconsejó.
La escena, en directo para la televisión, presentó el mismo formato de acoso del presidente de EU (y el vicepresidente JD Vance) al ucraniano Volodimir Zelenski, cuando prácticamente llegó a acusarlo de ser el culpable de que el ruso Vladimir Putin invadiera su país.
“Es muy triste verlos”
Sentados, frente a frente, Trump, quien hace una semana recibió los brazos abiertos al primer contingente de familias de afrikaners, le pidió de inmediato “explicaciones” sobre el genocidio de afrikaners, que dio por hecho.
“Generalmente son agricultores blancos que huyen de Sudáfrica, y es muy triste verlo. Pero espero que podamos tener una explicación”, declaró Trump frente a Ramaphosa al ser preguntado por la prensa sobre la acogida de esos refugiados.
Ramaphosa, por su parte, le aseguró que no hay “genocidio de afrikáners” en Sudáfrica, y le pidió escuchar a la población del país para deshacerse de esa idea.
Trump insistió en que existen “miles de historias” que confirman la persecución y ordenó la proyección de un video de casi cinco minutos que mostraba a políticos africanos dando discursos a favor de la violencia contra los blancos e imágenes de montículos y cruces que, según Trump, representan más de 1,000 agricultores asesinados.
“Me gustaría saber dónde es eso, porque yo no lo he visto”, comentó el presidente sudafricano tras observar, incómodo, las imágenes.
Ramaphosa subrayó que, si bien la delincuencia es un problema en Sudáfrica, la mayoría de las víctimas de la violencia “no son blancos, sino negros”, y recordó que aunque la Constitución protege la “inviolabilidad de la propiedad de la tierra”, su Gobierno también tiene el derecho de expropiar terrenos para uso público.
La ley de expropiación de Sudáfrica fue promulgada a principios de año para intentar revertir las desigualdades raciales heredadas del ‘apartheid’ y permite expropiar tierras sin pagar compensación en casos de interés público.
“Los están ejecutando, y resulta que son blancos, y la mayoría agricultores. Es una situación difícil. No sé cómo se explica”, insistió Trump, pese a no aportar pruebas sobre presuntas ejecuciones de afrikaners.
“Si hubiera un genocidio de granjeros ‘afrikáners’ te puedo asegurar que estos caballeros no estarían aquí, incluido mi ministro de Agricultura” (John Steenhuisen), que es un afrikaner, le respondió el líder sudafricano.
La tensión sólo comenzó a disiparse tras la intervención de los emblemáticos golfistas afrikáners Ernie Els y Retief Goosen, quienes formaban parte de la delegación sudafricana. Ambos, admirados por Trump, evitaron respaldar las denuncias de genocidio.
En víspera del viaje a Washington, la ministra sudafricana de la Presidencia, Khumbudzo Ntshavheni, se mostró confiada en que Ramaphosa fuera tratado por Trump con el decoro que merece un jefe de Estado.
“Hemos sido invitados por el presidente Trump. Nadie invita a un invitado para maltratarlo, así que esperamos una conversación muy cordial”, dijo entonces la ministra. Se equivocó.
Afrikaners sí, de otras razas, no
Los sudafricanos llegaron a EU gracias a un programa que brinda asilo a personas que huyen de conflictos, desastres naturales y crisis humanitarias; un gesto cargo de hipocresía ya que la Casa Blanca ha despojado de ese derecho al refugio a otros ciudadanos perseguidos en su países, como los haitianos, venezolanos o los afganos, a quienes está enviando al país bajo el régimen de terror talibán, asegurando que “la sutuación allí ha mejorado mucho”.