
En 2012, España estaba al borde de la bancarrota y tuvo que implorar a Alemania para que autorizara un préstamo de 100 mil millones de euros. Menos de década y media después, España es la economía que más crece de los países desarrollados (3.2% en 2024), mientras que Alemania se hundió en la recesión (-0.2%). El mundo al revés.
Otro dato: la guerra de aranceles de Donald Trump ha forzado a la OCDE a revisar a la baja el crecimiento mundial para este 2025 y 2026, incluidos sus principales estados miembros, entre ellos, EU, Brasil, Japón, Alemania, Francia, Canadá y México; excepto una excepción, al que revisó al alza: España.
¿Qué ha pasado para que, en poco menos de década y media, el país ibérico pasara de formar parte del humillante grupo de los PIGS —acrónimo en inglés de las economías europeas azotadas por la crisis de la deuda: Portugal, Italia, Grecia y España— a ser elegida a finales de 2024 por la prestigiosa revista británica “The Economist” como “la mejor economía del mundo”?
Hay varias respuestas, pero dos sobresalen: la apuesta por la energía verde y, especialmente, la apuesta por la fuerza laboral de los inmigrantes, que fueron vitales para reactivar el consumo y la economía.
¿Qué está haciendo Trump?
La estratégia de Trump es la contraria: su obsesión con deportar a más de diez millones de inmigrantes —este año espera batir el récord histórico de un millón—, y de expulsar a miles de estudiantes y científicos extranjeros, unido a su guerra arancelaria y su apuesta por desinvertir en las energías renovables, está empobreciendo aceleradamente a Estados Unidos y llega en el peor momento: cuando China y su Nueva Ruta de la Seda la conecta comercialmente con todo el mundo, como paso previo para alzarse con la hegemonía global.
Prueba de que algo va mal en la primera economía bajo la Trump es que el PIB fue negativo en su primer trimestre de gobierno (-0.2%, frente al 2.8% del último año de Joe Biden).
Pero, en esta ocasión, el protagonista es el presidente que ha puesto en marcha el modelo totalmente opuesto: Pedro Sánchez.
Regularización masiva: requisitos
El nuevo Reglamento de Extranjería de España entró en vigor el 20 de mayo de 2025 y permitirá regularizar a 470 mil inmigrantes que entraron al país antes del 31 de diciembre de 2024. Se trata del mayor proceso de regularización del mundo en la actualidad.
La nueva ley se ha reorganizado en cuatro categorías principales: 1) Reagrupación familiar, permitiendo la llegada de hijos no mayores de 26 años y facilitando la reunificación de ascendientes mayores de 65 años. 2) Ampliación de las opciones de regularización, incluyendo el arraigo de segunda oportunidad, que permite a quienes perdieron su residencia legal recuperarla si han permanecido en España al menos dos años. 3) Creación de un nuevo visado de búsqueda de empleo, que permite a los inmigrantes residir en España hasta 12 meses mientras buscan trabajo. 4) Reducción de los plazos para obtener permisos de trabajo y residencia, eliminando trabas burocráticas y permitiendo que estudiantes extranjeros trabajen hasta 30 horas semanales.
Se espera que el Congreso español apruebe la regularización masiva antes del verano de 2025, con la mayoría parlamentaria izquierdista. Una vez aprobada la ley, el procedimiento y requisitos específicos se definirán con un plazo máximo de seis meses para su implementación. Se estima que hasta 900,000 personas podrían beneficiarse de esta regularización en los próximos tres años.
Pese a las críticas de la derecha —el PP (conservador)— y de la ultraderecha xenófoba —Vox— la regularización masiva no está generando rechazo social.
Según una encuesta reciente de More in Common, el 63% de los españoles considera que la inmigración es una oportunidad o una necesidad para el país, mientras que el 29% la percibe como una amenaza.
Pero, para entender por qué España cerró como la economía europea que más creció en 2024 y por qué hay que ponerse en contexto.
¿Cómo ocurrió el “milagro ibérico”?
En 2014, dos años después del doloroso rescate que salvó a España de la quiebra, la cifra de desempleo era la más alta de los países industrializados, con un 23.6%. Además, España arrastraba otro problema que confirmaba su condición de ser el patito feo de Europa: era (junto con Italia) el país que menos niños nacía (por falta de oportunidades) y que más rápidamente envejecía, lo que amenazaba dos de los pilares del bienestar de un Estado de Derecho: la sanidad pública y las pensiones.
Los flujos migratorios hacia Europa, principalmente de africanos, europeos del este y de Oriente Medio, pasaban de largo por España en busca de países más ricos e industriales, como Francia, Alemania, Gran Bretaña, Holanda, Bélgica o Italia. A España sólo llegaban, tímidamente al principio, inmigrantes, en su mayoría musulmanes marroquíes, europeos del Este y latinoamericanos.
Sin embargo, esta excepcionalidad española resultó a medio plazo providencial para su crecimiento económico y para que la sociedad española sea de las menos hostiles con la inmigración, a diferencia de sus vecinos.
La llegada masiva de inmigrantes en los países más industriales europeos crearon barrios marginales donde empezaron a hacinarse inmigrantes de diversas razas y religiones, en su mayoría musulmanes. Al ser el flujo mucho menor en España, los inmigrantes se integraron más fácilmente en barrios donde ya vivían españoles de clase obrera, eliminando así el efecto guetto.
Transición ecológica
Pese a que España fue uno de los países más golpeados económicamente por la pandemia, —se frenó en seco la llegada de turistas, primera industria nacional— el gobierno aprovechó el trienio de confinamiento del COVID-19 para impulsar la energía renovable y se alió con compañías privadas para sembrar el país de centrales eólicas y solares. Por el contrario, las tres mayores potencias industriales europeas —Alemania, Francia e Italia— siguieron apostando por el gas barato ruso, hasta que Vladimir Putin ordenó la invasión de Ucrania en 2022 y la Unión Europea impuso un embargo al gas y el petróleo rusos para intentar frenar (sin éxito) la guerra.
La consecuencia de este embargo fue un aumento desorbitado del gas, del que dependía Europa (particularmente la industrial Alemania y los países del Este). A falta de gas ruso, España aprovechó su centrales de energías renovables para suplir la demanda de electricidad; desde entonces goza de una tarifa más barata, lo que hizo su industria más competitiva, generando más puestos de trabajo y más demanda de mano de obra extranjera, que vino a suplir así otro problema: rejuveneció dramáticamente la envejecida población.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la población extranjer en los últimos cinco años ha crecido en 2.5 millones, alcanzando un total de 9,498,002 personas nacidas fuera del país en abril de 2025. Esto representa el 19.3 % de la población total, un porcentaje récord en la historia de España. Prácticamente, todos los habitantes que ganó España en 2024 —430 mil— son de origen inmigrante y en su gran mayoría jóvenes.
Por último, la nueva Ley de Extranjería tiene un valor añadido, ya que incentiva la regularización y desincentiva la entrada irregular en el país, un drama que está convirtiendo al mar Mediterráneo en un gigantesco cementerio de personas que huyen de sus países por hambre o miseria.
Pese a todo, España no es inmune a la crisis migratoria ni a todas las lacras derivadas de ella: xenofobia, ataques racistas y crecimiento de los partidos de extrema derecha, que culpan de todo (falta de trabajo y delincuencia) a los inmigrantes.
Sube la xenofobia
El Ministerio de Igualdad español alertó recientemente que las agresiones racistas aumentaron un 33% por ciento en lo que va de 2025: en paralelo al aumento de la población extranjera y el discurso de odio de la formación de ultraderecha Vox, en las redes sociales, pero también en medios afines e incluso en los diputados, que han adoptado un discurso cristiano e islamófobo del húngaro Viktor Orban.
Los colectivos más afectados son personas negras, magrebíes y gitanos, aunque algunas asociaciones de migrantes latinoamericanos alertaron de agresiones de grupos ultras —especialmente en Madrid, donde vive más de un millón de latinoamericanos de todas las nacionalidades.

La inmigración descontrolada, producto de un mundo tremendamente desigual, se ha convertido en uno de los problemas más graves de la humanidad, lo que hace más urgente experimentar modelos de integración realistas.
Pero, lo que vemos, es la cruel persecución de inmigrantes desatada por la administración Trump, que empobrecerá a los países de origen de los deportados, pero también, al país que se convirtió en potencia mundial por los inmigrantes, y que sin ellos está condenado a perder la hegemonía y ser más pequeño de nuevo.