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La revolución ya no existe, la economía está en coma, los que pueden se van y nadie quiere hijos. Seguir culpando al embargo es tan inmoral como que EU lo perpetue o como el silencio tras la muerte del último reo político en la cárcel

Cuba a oscuras y La Habana se cae a pedazos ¿Hasta cuando dejará el régimen agonizar al pueblo?

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Decadencia Derrumbe mortal de un edificio en La Habana este sábado, en medio del apagón

La madrugada del pasado sábado se desplomó un edificio multifamiliar en La Habana Vieja. Tres personas murieron, entre ellas una niña de siete años. No habían pasado ni dos horas cuando otro edificio se derrumbó en la periferia capitalina, dejando atrapado a un hombre de 60 años. En ambos casos, los cuatro cuerpos fueron rescatados por los bomberos a oscuras, debido al apagón nocturno que ya forma parte de la rutina nacional por la crisis crónica de generación de electricidad.

Esta es, en resumen, la tragedia de Cuba: la de ser el único país del mundo que, sin estar en guerra, sufre como si estuviera siendo bombardeado diariamente por un país enemigo. Al menos en Kiev, sus habitantes saben que si no hay luz y si oyen cómo se derrumba un edificio se debe a un ataque con misiles rusos a objetivos civiles o centrales eléctricas; en La Habana, se desploman también a oscuras, pero sin necesidad de que lancen bombas un país extranjero. En este caso es obra del enemigo interno: la monarquía comunista que fundó Fidel Castro, heredó a su hermano Raúl y este cedió a Miguel Díaz-Canel, sin tomarse la molestia de consultar al pueblo en las urnas.

Atrapados en un bucle maligno

El régimen cubano es consciente de la grave situación que sufre el país desde que dejó de ser subvencionado por la URSS, tras su colapso en 1991, y es consciente de la situación crítica desde hace al menos cinco años; pero llevan décadas vendiendo la misma versión sesgada, la de que el único culpable es el embargo estadounidense.

El gobierno de Díaz-Canel admite que existe tal tragedia cubana, pero no es política sino económica. Achaca la culpa de todo al embargo estadounidense (desde hace casi seis décadas), pero en ningún caso atribuye el origen del hundimiento de Cuba al pecado original, la traición de Fidel cuando violó su promesa de dar democracia al pueblo, nada más tomar el poder, ni al fiasco de sus planes quinquenales económicos.

Esta es la versión que compran sin rechistar sus aliados más poderosos de la región: el brasileño Lula da Silva, quien hace una semana invitó a la cumbre de los BRICS al dictador cubano Miguel Díaz-Canel, y la mexicana Claudia Sheinbaum, quien lo invitó a su toma de posesión, a sabiendas de que ella misma, de haber nacido en Cuba, estaría en una cárcel, como los cientos de cubanos que el histórico 11 de julio de 2021 perdieron por un día el miedo y salieron a la calle a pedir algo tan fundamental como la democracia.

Hipocresía estadounidense, traición castrista

La apuesta del gobierno de Donald Trump por endurecer aún más el embargo, alegando la falta de democracia, no sólo es inmoral, puesto que hace más miserable las vidas de los que viven en la isla sin los privilegios del régimen (destinados principalmente a mantener contentos a los mandos del Ejército y del Partido Comunista de Cuba (PCC), sino también es una burda hipocresía, puesto que el pasado 4 de julio, EU firmó un acuerdo comercial con Vietnam y consideró “un gran honor” haberlo firmado con To Lam, secretario general del Partido Comunista de Vietnam (al igual que en Cuba, partido único).

Pero la responsabilidad última del bienestar del pueblo es de quien lo gobierna. En 1959, tras el triunfo de la Revolución, Fidel Castro prometió elecciones en 18 meses, pero las canceló definitivamente en 1960, consumando la traición al anhelo de democracia, que siguen esperando 66 años después.

Pronto el sueño revolucionario se transformó en pesadilla autoritaria y represora. La última víctima de la dictadura que preside Miguel Díaz-Canel ocurrió el pasado 7 de julio de 2025, con la muerte de Yan Carlos González, de 45 años, tras una prolongada huelga de hambre y sed de más de 50 días.

El caso de Yan Carlos es típico de un régimen represor con un poder judicial sumiso y al servicio de los represores. Fue acusado sin pruebas de haber incendiado un cañaveral en el Complejo Agroindustrial George Washington y fue condenado a una dura pena de 20 años de prisión por “sabotaje” y “daños al patrimonio” y a la “patria”.

Como forma extrema de protesta, se cosió la boca y los ojos, y rechazó alimentación y tratamiento médico. Su estado de salud se deterioró gravemente, sin recibir atención adecuada, y fue excarcelado solo cuando estaba moribundo, lo que organizaciones como Cubalex denuncian como una táctica para eludir responsabilidad por muertes bajo custodia.

La noticia del último caso de preso político muerto en una cárcel castrista fue ampliamente difundida por las redes del exilio cubano o de activistas en favor de la democracia. El Consejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC) hizo un llamado urgente a las cancillerías latinoamericanas para que exijan explicaciones al régimen.

Pero los gobiernos de la región guardan silencio... en este caso. Porque, la muerte del preso politico coincidió con el anuncio de Washington de imponer sanciones directas a Díaz-Canel y su familia, en el marco del cuarto aniversario de las protestas del 11-J, que dejaron más de 1,400 detenidos, incluidos menores de edad.

Los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) condenaron las “infames sanciones”, que son “reflejo del temor profundo que el imperialismo siente ante el ejemplo vivo de resistencia, dignidad y soberanía que representa la Revolución Cubana”.

¿Queda algo de la Revolución Cubana?

Básicamente, lo único que perdura de la esencia de la Revolución castrista es la propaganda interna (no existe la libertad de expresión ni de prensa, si no es para cantar alabanzas al régimen) y el romanticismo nostálgico de tantos miles de latinoamericanos, que ven todavía la isla como la última trinchera contra el imperialismo, sin importarles la suerte del pueblo cubano, que pide el mismo derecho que sus hermanos en tierra firme: vivir en un Estado de derecho, elegir en libertad a los gobernantes, y echar de poder a los corruptos y malos gestores económicos.

Desde las histórica protestas al grito de “abajo la dictadura” del 11-J, al menos cinco presos políticos cubanos han muerto mientras cumplían condena en prisión, mientras que hay 1,158 presos políticos, según el informe de julio de 2025 de la organización Prisoners Defenders.

Recesión económica y demográfica

Este lunes, el Ministerio de Economía de Cuba informó que el Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo 1.1% en 2024, cuando la previsión era un crecimiento del 2%.

La caída de la economía cubana el año pasado representa el segundo ejercicio consecutivo de contracción —en 2023, el PIB cayó 1.9%—. En 2024, la crisis energética se agravó, con apagones diarios y dos caídas totales del sistema eléctrico, el azote de dos huracanes y dos sismos.

Ante la comisión económica del Parlamento cubano, el ministro de Economía, Joaquín Alonso Vázquez, admitió que el PÏB suma ya una caída del 11% en cinco años.

También agregó como causas de la crisis la “imposibilidad de adquirir combustibles” para poner a andar el sistema eléctrico de la isla y la caída en los ingresos en divisas a través del turismo, una rama que llegó a ser motor de la economía y que sigue por debajo de sus registros anteriores a 2020, cuando se declaró la pandemia por COVID-19.

Como consecuencia de los apagones y la escasez de alimentos y medicinas, la mayoría de los cubanos viven en condiciones miserables y causan además, un efecto colateral perverso: ante la falta de futuro, cada vez son más los que se van de Cuba o no quieren tener hijos, causando una alarmante caída demográfica.

La isla vaciada

De hecho, el año 2024 cerró con un hito que debería hacer saltar las alarmas al gobierno: por primera vez en 30 años, la población residente en Cubano bajó de los 10 millones, hasta cerrar en 9.7 millones (la última vez que se superó los dos dígitos fue en 1995). Además, desde 2021, Cuba registra más muertes que nacimientos desde que hay registros: 117,739 fallecimientos frente a 90,392 nacimientos.

Y finalmente, está la sangría de cubanos que abandonan la isla. En 2024, más de 250,000 cubanos emigraron, según cifras oficiales de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). Sin embargo, estudios independientes estiman que el número real podría superar los 545,000 emigrantes, lo que representa más del 6% de la población en un solo año.

Este éxodo masivo está considerado como el más grande en la historia moderna de Cuba, superando incluso las cifras del Mariel (1980) y la Crisis de los Balseros (1994).

El dramático apelo de la Iglesia de León XIV

Pero si hay un sector que ha dejado atrás su silencio y a puesto el grito en el cielo es la Iglesia y este cambio radical ha ocurrido tras la llegada al Trono de San Pedro de León XIV.

En la carta abierta titulada “Peregrinos de esperanza”, publicada el 15 de junio por la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), los prelados reflexionaron sobre la difíciles condiciones en que viven los cubanos y animaron a quienes tienen “responsabilidades más altas” a “cambiar el rumbo de esta situación, sin miedo a hacer algo por salvar a Cuba y devolver la esperanza”.

“Son muchos los que viven desesperanzados, aprisionados por la incertidumbre y la confusión ante un presente dramático y un futuro que no se acaba de ver con claridad, porque se tiene la impresión de que hemos perdido los resortes, el dinamismo y la voluntad para cambiar las durísimas condiciones de vida del pueblo”, señalaron.

“Este reclamo es una invitación a todos, pero fundamentalmente a los que tienen responsabilidades más altas a la hora de tomar decisiones para el bien de la nación”, recalca el duro texto que solicita implícitamente que el régimen acepte por fin el juego democrático.

Consideraron que es el momento de “crear un clima, sin presiones ni condicionamientos internos y externos, donde se puedan llevar adelante los cambios políticos que Cuba necesita”, porque, concluyen, “con desesperanza y sin alegría no hay futuro para ningún pueblo”.

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