
En un mundo donde los mercados tiemblan y las barreras comerciales se alzan más rápido que las promesas, mirar hacia dentro se ha vuelto no solo sensato, sino urgente. El relanzamiento de la marca Hecho en México, impulsado por el Secretario de Economía Marcelo Ebrard, se presenta como una estrategia audaz que conecta con algo más profundo que la competitividad: conecta con el alma de nuestra nación.
No es menor la coyuntura: enfrentamos una era de crisis arancelaria global, donde los conflictos comerciales entre potencias sacuden las cadenas de suministro y erosionan la estabilidad económica de países emergentes. En este escenario, México no puede darse el lujo de depender enteramente del exterior. Apostar por nuestros productos, nuestras industrias, nuestra gente, es hoy una necesidad estratégica.
Hecho en México no es solo un sello renovado. Es una declaración. Es el mensaje claro de que lo mexicano puede y debe estar al frente, no al margen. Y Marcelo Ebrard lo ha entendido con precisión quirúrgica. Su apuesta es moderna, abierta al mundo, pero con los pies firmemente plantados en el territorio nacional. Desde textiles hasta tecnología, desde alimentos hasta diseño, cada artículo con esa marca es una afirmación de nuestra capacidad para competir sin renunciar a lo que somos.
La nueva identidad visual de la marca no es un simple rebranding. Es una narrativa estética que nos recuerda que consumir mexicano no es una moda pasajera, es una necesidad estructural en un contexto donde la autosuficiencia es oro. En tiempos donde la inflación importada y las tensiones comerciales dictan las reglas, voltear hacia lo nuestro es una estrategia de resistencia y resiliencia.
Este relanzamiento también abre la puerta a un consumidor cada vez más exigente y consciente, que no solo busca precio, sino origen, historia y compromiso. Ahí, el Hecho en México entra como un puente entre el pasado y el futuro, entre la tradición y la innovación.
Claro está que aún existen retos importantes. La integración efectiva de pequeños y medianos productores al esquema de certificación y visibilidad sigue siendo una tarea compleja. ¿Cómo garantizar que una cooperativa artesanal en Oaxaca o una startup tecnológica en Jalisco puedan acceder en igualdad de condiciones al sello y sus beneficios? Ahí es donde el Estado debe jugar un rol facilitador, con acompañamiento técnico, incentivos y una política pública inclusiva.
A pesar del corto tiempo desde su relanzamiento, la marca ya muestra avances notables: 9 de cada 10 mexicanos respaldan el consumo de productos nacionales. Este dato no es menor, pues demuestra que el mensaje ha calado, que la campaña está funcionando y que el orgullo por lo propio vuelve a tomar fuerza.
Superar los desafíos no será tarea menor. Pero si se logra, el Hecho en México no solo será una marca fuerte, sino un punto de inflexión en la economía nacional. Y todo indica que así será, porque hay convicción, hay estrategia y, sobre todo, hay liderazgo. Con la Secretaría de Economía al frente y un Gobierno decidido a poner a México primero, no hay duda de que saldremos con la mano en alto.
Apostar por lo nacional ya no es un acto romántico. Es un acto profundamente racional.
Y es ahí, justo ahí, donde el proyecto del Secretario Ebrard brilla: porque entiende que fortalecer la economía interna no es cerrar las puertas al mundo, sino abrirlas desde una posición de fortaleza, no de dependencia.