CDMX — Jesús Axel de la Cruz Sierra ha sobrevivido a las 26 semanas de gestación. Hace 22 años, ese bebé fue diagnosticado con cuadriparesia espástica PCI, que en la vida real se traduce en la disminución de su autonomía en movilidad, incluso en la esperanza de vida.
Axel también desafió el desesperanzador reporte que su madre recibió del hospital donde dio a luz, en el Estado de México: su vida transcurriría con soportes para caminar. Al tiempo, cada vez quedaban muy lejos los recuerdos de “palazos y reglazos” que sus compañeros de primaria le propinaron por no “entender que él no se podía mover como ellos”. En esa etapa, su familia y él se toparon con pared en la Comisión Estatal de Derechos Humanos, porque no había nadie que calificara para llamarles la atención.
Cambió tres veces de primaria y dos en secundaria. Ya en la preparatoria también superó la “recomendación” de una profesora que le dijo: “Axel, tú no deberías estar aquí. Vete a tu casa a esperar la muerte”
Contra diversos pronósticos, obtuvo su certificado con 95 aciertos.
Mientras concluía los estudios de nivel medio superior pensaba en el siguiente paso. Estudiar derecho. Se inmiscuyó en programas de Naciones Unidas, y fue así que se animó a ir por informes al Tec de Monterrey, porque sabía que esta institución otorga becas para estudiantes “como él”.
En el área de informes su vida cambió en dos minutos 56 segundos, precisa.
“Miss Lupita”, quien era directora del programa Preparatoria Tec, coincidió ese día con Axel y le abrió la puerta con su injerencia en incluirlo como uno más de sus alumnos.
Actualmente estudia séptimo semestre de la carrera de derecho.
Cuando por fin se inauguró el Tren Interurbano que conecta a su natal Estado de México con la capital del país, Axel Jesús pensó que la vida se le iluminaba.
“Me planteo el reto de ir solo, con mi andadera, ir más allá de mi entorno desde hace 22 años. Y salgo con la perspectiva de ser alguien en la vida, de prepararme, porque también mi gran sueño es legislar a favor de las personas que tenemos alguna discapacidad. Esto no es sencillo, pero es una meta a corto plazo”.
Sin embargo, desde hace dos meses los traslados del estudiante del Tec de Monterrey son un “dolor”, de la estación Zinacantepec a Santa Fe, cuatro estaciones que se recorren en 39 minutos, pero para él ese tiempo se incrementa desde llegar al pie de elevador en Zinacantepec, muchasa veces, curiosamente, para él no funciona, además de bandas perimetrales dentro de las estaciones que le impiden el paso de largo, y sobre todo la antipatía que genera su presencia con su andadera.
“Nadie se ofrece ayudarme, ni policías ni supervisores. Las bandas no se abren. Ni me dicen por qué el elevador algunas veces deja de funciona”.
Fue su cuestionamiento al personal del transporte concesionado de por qué no hacer “ajustes razonables” el que lo marginó aún más.
Ya dentro de vagones, Axel solía sentarse en cualquier asiento, sin invadir espacios para otros usuarios. De hecho, dice, dirigirse hacia “el lugar reservado” le representa una discriminación”. Pero afirma que “su responsabilidad es no provocar molestia a nadie con su andadera”.
Y un día, un operador le dijo que no podía ocupar el lugar para “la gente normal”. Su andadera estaba al ras de puerta, para bajar sin mucha tardanza, y aunque asegura que no obstaculizaba el acceso, el hombre le retiró el soporte, incluso lo dejó inmovilizado, y la andadera la tuvo que recuperar casi con súplicas luego de más de 20 minutos. Debía llegar a la escuela, pero su andadera no estaba.
Tras de ese doloroso episodio, recordó palabras de Amelia Gómez, directora de la ONU en materia de discapacidad.
“Ella dice que nos debemos hacer amigos de la queja, y estoy totalmente de acuerdo”. Y acusó a la supervisora de turno porque le pidió que tomara cartas en el asunto por los obstáculos que encuentra en su paso por el Tren Interurbano, que modifiquen protocolos tan necesarios. La animadversión en su contra creció.
“Axel va a seguir ocupando, va a seguir siendo usuario del Tren Interurbano porque es un servicio público, a nosotros nos quitan impuestos para poderle pagar a las personas que son vigilantes, a pesar de que un oficial me dejó en claro, a partir de mi queja, que ellas y ellos no me van a apoyar en nada porque el Tren Interurbano tiene un hoyito y deben estar atentos también para otras personas”.
El semestre en el Tec de Monterrey concluyó. No obstante, Axel debe continuar yendo al plantel de Santa Fe siguiendo su misma ruta, cargando sus libros de derecho y con el pesar de que ahora es la Comisión Nacional de Derechos Humanos la que no se “amiga” de su queja.
“No podemos intervenir porque es un medio de transporte concesionado”, le dijeron en el organismo que preside Rosario Piedra Ibarra. Y él, pese a ser una persona con capacidades diferentes, paga 60 pesos cada vez que usa el Tren Interurbano. Es becario no sólo del Tec de Monterrey, también de los programas del Bienestar, recursos de los que hace uso para alcanzar otro sueño: ser abogado.

