
La educación financiera no debe quedar soslayada: construir una cultura en torno al buen manejo de nuestros recursos económicos repercute de forma directa y constante en nuestras vidas, ya sea en una gestión adecuada del sueldo, un mejor aprovechamiento de las instituciones bancarias o bien, en la creación de un patrimonio sólido para lo que venga en el futuro.
Pretextos para eludir esta responsabilidad son muchos: “Creo que soy muy joven para pensar en eso”; “Es que no gano lo suficiente como para que valga”; “Ahorrar es para gente con más lana”; “Se van a quedar con mi dinero los bancos”. ¿Le suenan?
Lo cierto es que el ahorro se torna un camino transitable a medida que sepamos mejor cómo gastar. Para ello, algunas de las medidas que podemos seguir son: 1) comprar bienes e insumos de forma moderada y con relación a sus ingresos; 2) guardar un “colchón” para momentos en que sea necesario ocuparlo (emergencias o situaciones imprevistas); 3) salvaguardar tu dinero en alguna cuenta que propicie un rendimiento o una ganancia adicional (al respecto, consultar información de la Condusef).
No sólo hay que pensar en función del ahora, saldando unas deudas y creando otras o pagando lo mínimo con tal de estar al corriente. El hecho de ahorrar apela a nosotros porque en él reposa el potencial de un beneficio al alcance de todas y todos.