
Su nombre era sinónimo de terror: escuchar hablar de ellos era escuchar hablar de la muerte misma, a quien le rendían devoción. Su negocio no era la droga, a pesar de ser parte del problema del narcotráfico, sino el control territorial, el cobro de derecho de piso y las redes de protección: Los Zetas fueron una de las organizaciones criminales más sanguinarias en la historia del país.
A diferencia de los delincuentes comunes y corrientes, fueran sicarios o ladrones, con escasa instrucción en el manejo de armas, Los Zetas, que surgieron en la década de los 90 como el brazo armado del Cártel del Golfo, de Osiel Cárdenas, eran definidos (y temidos) por su entrenamiento militar, la mayor parte de ellos eran desertores del Ejército, en concreto, del cuerpo de élite conocido como Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFES). Sabían asesinar y no dudaban en hacerlo.

¿Cómo surgieron Los Zetas y quiénes eran sus líderes? Esta es la historia
Aunque su zona de operaciones era principalmente en el noreste del país, la mayoría de sus efectivos provenía de los lugares tradicionales de reclutamiento de las Fuerzas Armadas, es decir, del centro y sur del territorio nacional, quienes en 1997 fueron enviados a la frontera norte como policías federales, pero el grueso optó por desertar, renunciar y unirse al Cártel del Golfo como guardaespaldas, explica Benjamin T. Smith, en su libro La Droga: la verdadera historia del narcotráfico en México, editado por el sello Debate, de la editorial Penguin Random House.
Entre los líderes de esta organización criminal, se hallaban Arturo Guzmán Decena, teniente del Ejército Mexicano, quien desertó en 1997, y se le atribuye la formación del brazo armado de Osiel Cárdenas Guillén, así como Heriberto “El Lazca” Lazcano (líder militar) y Miguel Ángel “Z-40” Treviño Morales.
Sobre Los Zetas hay múltiples rumores, algunos ciertos, otros más bien fantasiosos, como que alimentaban a sus tigres con carne de sus enemigos, que eran entrenados por el Mossad (agencia de espionaje israelí), que si eran devotos de la Santa Muerte o que si su nombre provenía de un código militar o de designaciones internas en el Ejército, etcétera.

Lo cierto es que esta organización criminal, la cual en un inicio trabajaba con los cárteles tradicionales del narcotráfico, después comenzó a expandirse más allá de estos, en negocios donde la droga ya no era su principal fuente de ingresos, pues no contaban con contactos exportadores de cocaína o de químicos provenientes de Asia, sino a través de redes de protección y cobro de derecho de piso.
Al principio, se centraron en cobrarle cuotas a los contrabandistas del noreste del país para traficar drogas en sus territorios, para luego extenderse a los puertos y ciudades del Caribe, donde le imponían tributos a las bandas independientes que transportaban cocaína en lanchas; posteriormente, llegaron al occidente, en las zonas de cultivo de marihuana y opio en Michoacán y Guerrero, donde asesinaban a los lugareños que se rehusaban a pagarles por protección.
Así crearon Los Zetas una nueva forma de crimen
Los Zetas evolucionaron allende al cobro de cuotas a narcomenudistas, para comenzar a imponérselas también a ladrones de autos, vendedores de discos y DVDs piratas, allanadores de morada, secuestradores y hasta a policías locales, quienes antes recibían una tajada por estos crímenes.
El hambre de este grupo criminal no cesó ahí, sino que, además, empezaron a extender sus tentáculos a los negocios legales: se le impusieron cuotas por derecho de piso a tenderos, campesinos, propietarios de pequeños negocios, talleres mecánicos, taxistas y cantineros, quienes eran amenazados con armas para que dieran un pago de entre 200 y 500 pesos, en un contexto de crisis económica, la del 2008, y en el que casi la mitad de los mexicanos ganaba 600 pesos a la semana.

“Los Zetas sí popularizaron una forma nueva y espectacularmente violenta de hacer dinero”, escribe Benjamin T. Smith, en La Droga: la verdadera historia del narcotráfico en México.
“Los Zetas muy pronto descubrieron que los más vulnerables eran los más fáciles de extorsionar. También eran los menos riesgosos; la probabilidad de cualquier venganza era prácticamente nula”, señala el autor un par de páginas más adelante.
Fue así como Los Zetas desataron un monstruo que aún hoy persiste en el país, que afecta a los pequeños y medianos negocios, a profesionistas y a trabajadores de distintos oficios, como aquella taxista que murió de un “infarto” en Veracruz hace unas semanas: el de la extorsión y el cobro de derecho de piso.