
La radiografía del crimen organizado en México cambió de escala, forma y lógica en los últimos 25 años. A inicios de este siglo, el mapa del narcotráfico estaba definido por un puñado de estructuras verticales, jerarquías reconocibles y territorios relativamente delimitados.
Los cárteles eran pocos, poderosos y estables, con liderazgos visibles que controlaban rutas, plazas y lealtades. La violencia, aunque presente, se concentraba en disputas focalizadas y no en un archipiélago de guerras simultáneas como el actual.
Actualmente hay menos imperios criminales y más células atomizadas; menos jefes absolutos y más caudillos regionales; menos orden interno y más conflictos cruzados. La fragmentación no significó el debilitamiento del crimen, pero sí su metamorfosis en un sistema múltiple, disperso y de disputas constantes.
Este fenómeno, documentado y analizado por el investigador Víctor Manuel Sánchez Valdés, permite comprender cómo México transitó de seis grandes organizaciones a un mosaico que rebasa las 20 facciones relevantes, con disputas que se expanden a economías ilegales diversificadas.
Los cárteles que definían el año 2000
En esta época el crimen organizado en México mostraba una distribución concentrada del poder. El Cártel del Golfo figuraba como una de las estructuras más longevas. El Cártel de Tijuana, encabezado por la influencia del clan Arellano Félix, imponía su sello en la frontera noroeste. En el corredor de Ciudad Juárez dominaba el Cártel de Juárez, articulando pasos estratégicos hacia Estados Unidos. Al mismo tiempo, el Cártel de Sinaloa entraba en una fase expansiva que marcaría las décadas siguientes.
El occidente del país se movía bajo la influencia del Cártel del Milenio, semilla de futuros reacomodos, y del Cártel de Colima. Más al sur, el Cártel de Oaxaca sostenía el control de rutas locales. Eran organizaciones amplias, con mando vertical, fronteras de operación relativamente nítidas y disputas que no reconfiguraban el mapa completo con la velocidad que lo hacen hoy.
¿Qué cárteles del narco hay en 2025?
El Cártel de Sinaloa dejó de ser un solo bloque y opera a través de expresiones internas como Los Mayos y Los Chapitos, además de escisiones posteriores como el Cártel de Caborca y el Cártel Nuevo Imperio.
El Cártel del Golfo, aunque vigente, se subdivide en facciones que compiten entre sí, entre las que destacan Metros, Ciclones-Escorpiones y Rojos. Los Zetas, que en su origen funcionaron como brazo armado, se transformaron en dos corrientes diferenciadas, el Cártel del Noreste y Zetas Vieja Escuela.
Desde el linaje del Cártel del Milenio surgió el Cártel Jalisco Nueva Generación, encabezado por Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, El Mencho. Esta organización criminal es hoy una de las fuerzas de mayor expansión territorial. En su órbita, o a partir de rupturas posteriores, se ubican grupos como La Barredora y el Cártel de Tepalcatepec, también llamado Blancos de Troya.

El Cártel de Tijuana y el de Juárez persisten, aunque debilitados frente a nuevos competidores. Del antiguo grupo de los Beltrán Leyva quedaron células operativas como Guerreros Unidos y Los Granados. Paralelamente crecieron expresiones regionales como Cártel de Santa Rosa de Lima, Los Tequileros, La Familia Michoacana y Los Viagras.
En zonas urbanas y corredores locales ganaron protagonismo estructuras como Unión Tepito, Anti Unión, Los Rojos, el Cártel de Tláhuac y el Cártel Independiente de Acapulco. El mapa dejó de ordenarse por jerarquías nacionales y hoy se organiza por dominios fragmentados.
Las tres grietas que rompieron al narco desde adentro
Para Sánchez Valdés, la fragmentación responde a tres categorías de ruptura. La primera es la traición interna: el ejemplo más claro ocurrió en 2008, cuando la captura de Alfredo Beltrán Leyva detonó acusaciones contra Joaquín “El Chapo” Guzmán, desencadenando la salida de los Beltrán Leyva del Cártel de Sinaloa y la creación de una nueva organización.
La segunda obedece a autonomías emergentes dentro de los grupos. Teodoro García Simental, “El Teo”, operador del Cártel de Tijuana, acumuló tal poder que operó independientemente hasta formar alianzas rivales, disputando su antiguo bastión hasta su captura en 2010.
El tercer factor, y el más frecuente, es la caída de liderazgos sin sucesión clara. La detención de Omar Treviño Morales, último jefe de peso de Los Zetas, dejó un vacío de mando que fracturó a la organización en dos vertientes enfrentadas, protagonizada por Zetas Vieja Escuela y el Cártel del Noreste.

La fragmentación no redujo la capacidad operativa de las organizaciones, las multiplicó. La competencia ya no se limita a rutas de tráfico internacional. Hoy se disputa el cobro ilegal de territorios, economías locales, control social, aduanas criminales, mercados ilegales de recursos y cadenas de extorsión.
México pasó de un modelo con media docena de organizaciones predominantes a uno donde grupos con poder en sus regiones se superponen y rivalizan elevando la cifra de homicidios en el país.