A largo de todo el sexenio pasado se repitió de manera sistemática, para establecerlo como verdad oficial, que en México no se producía fentanilo, esa droga mortífera que se ensaña con los norteamericanos.
Pocos lo creían, pero casi todos lo repetían para no hacer enojar a ese señor que hoy vive en una finca de Palenque. Mientras aquí se decía que no, diversas agencias norteamericanas decían que sí. Incluso señalaban que las fracciones antagónicas del Cartel de Sinaloa habían concentrado sus actividades criminales precisamente en el abastecimiento de fentanilo al mercado norteamericano. Los delincuentes mexicanos tendrían una asociación estratégica con chinos que les hacían llegar los precursores a alguno de los puertos del Pacífico por los que, ya se vio, entra de todo y sin medida.
El fentanilo es más fácil de manejar que otras drogas y deja más ganancias. Ayer se anunció que se logró un decomiso histórico, diría descomunal. La Secretaría de Marina incautó 1,500 kilos de pastillas de fentanilo en el estado de Sinaloa. Es un golpe histórico. Cualquier acción relacionada con el fentanilo tiene dos destinatarios, la opinión pública mexicana, por un lado, y Donald Trump y su parvada de halcones por el otro.
Trump y su gente están considerando acciones militares en suelo mexicano para detener o eliminar a los jefes de las bandas que introducen fentanilo. No es una amenaza que pueda dejarse pasar de largo. Es un hecho que en el equipo de Trump se está hablando de esa posibilidad muy en serio. Ellos, los norteamericanos, saben que cualquier acción militar recibirá ovaciones de pie en muchos medios de Estados Unidos donde están hartos de que no se haga algo contundente en relación con el fentanilo.
Si un comando de fuerzas especiales del Pentágono detiene o elimina a alguno de los Chapitos que quedan o al Mencho, todavía jefe del CJNG aunque tiene tiempo que no da muestras de vida, con toda seguridad no se detendrá el tráfico de fentanilo pero el gobierno de Trump se podrá colgar varias medallas que al final del día es lo que le interesa. Van por un golpe de efecto y una acción militar cumpliría las expectativas.
En Sinaloa, como todos sabemos, la traición de uno de los Chapitos al Mayo Zambada, desató una guerra que lleva en tres meses 500 muertos y 500 desaparecidos. Mientras ellos pelean a muerte, otros grupos ocupan los espacios en el trasiego de drogas. Hay versiones que las pastillas incautadas en realidad eran de una célula sobreviviente del cartel de los hermanos Beltrán Leyva, que también opera sobre todo en Sinaloa y que se especializan en tráfico de fentanilo. Si los marines vienen a México, irán a Sinaloa, pueden apostarlo.
Hay hasta aquí dos datos duros. Sí se fabrica fentanilo en México y Sinaloa es el epicentro de esa actividad criminal. Otro dato incontrovertible es que el gobierno estatal se desvaneció. Rubén Rocha ocupa un lugar en el Palacio de Gobierno pero la verdad es que no toma ninguna decisión importante. Su nombre aparece en investigaciones criminales en ambos lados de la frontera y más tarde que temprano tendrá que encarar las consecuencias de sus actos ante un juez,
Ante esto desde Palacio Nacional se decidió que el secretario Omar García Harfuch visite el estado, pero no de entrada por salida, sino que se quede por allá varios días en los que será, en los hechos, el poder real en el estado. Ya nadie puede confiar en Rocha que es parte del problema, no de la solución, por lo que el esmerado apoyo político que se le brinda cada vez tiene menos razón de ser. Diversas organizaciones de la sociedad civil le dieron la bienvenida a García Harfuch. Lo ven como una oportunidad real de lograr la paz y exorcizar el fantasma de una nueva invasión yanqui.