En el punto decimosegundo de la Declaración Final de la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible (Mondiacult 2022), de la que México fue sede y promotor principal hace un par de años, se indica:
“[Los ministros de cultura firmantes] nos comprometemos a fomentar un entorno propicio para el respeto y el ejercicio de todos los derechos humanos, en particular los derechos culturales, [y] a fortalecer los derechos económicos y sociales de los artistas. […] Instamos encarecidamente a que se preserve y fortalezca la financiación de la cultura, con el objetivo a mediano plano de asignar un presupuesto nacional que aumente progresivamente para satisfacer las nuevas necesidades y oportunidades del sector cultural”.
La declaración fue suscrita en la Ciudad de México por los ministros de cultura de más de 160 países, y representa un logro notable del gobierno mexicano y de la UNESCO. Sin embargo, el presupuesto asignado para el ramo 48 (Cultura) en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal de 2025 (PPEF), que la Secretaría de Hacienda envió hace uso días a la Cámara de Diputados, y que estaría por aprobarse, contempla una reducción real en el gasto para cultura de 30.87% respecto al ejercido en 2024. Esto es, en números redondos, poco más de 12 mil millones de pesos para el año entrante, frente a los 17 mil 500 millones de pesos del año anterior.
Si bien los compromisos asumidos en Mondiacult son de carácter meramente declarativo, es decir, no son en modo alguno vinculantes u obligatorios, aún bajo cualquier argumento que se elabore para justificar esta disminución real en la financiación pública del sector cultural en México, quedará en entredicho lo pactado en un foro global, y nos pone como país en una situación difícil de explicar cuando en unos meses se realice la nueva edición de Mondiacult en la ciudad de Barcelona.
En las discusiones y negociaciones previas a Mondiacult 2022, circuló y se discutió ampliamente la propuesta -sostenida desde hace mucho por expertos en políticas culturales, foros y organismos de diversa naturaleza en esta materia- que han planteado como un escenario ideal para la cultura el que se le asigne el uno por ciento del gasto público de los países. No sólo resulta sobradamente optimista esta posibilidad, sino que además hace tabla rasa de la realidad internacional, y les exige las mismas condiciones de gasto a países con grados de desarrollo económico extremadamente desiguales. Por lo que finalmente se eliminó de los borradores preliminares de la declaración.
Quizá una manera de entender este noble despropósito del uno por ciento del gasto público para la cultura, sería aterrizándolo al caso mexicano para el PPEF del año entrante, el cual alcanza la cifra estratosférica de nueve billones trescientos dos mil, quince millones ochocientos mil pesos (nueve millones de millones en pocas palabras). Si dispusiéramos del uno por ciento de esta enorme cifra para la cultura, en lugar de los 12 mil millones asignados en esta ocasión, tendríamos una bolsa para la cultura superior a los 90 mil millones de pesos.
2.
Regreso a la realidad. Para justificar esta reducción de poco más del 30 por ciento del gasto público en cultura en el salto de un año al siguiente, se ha ofrecido como argumento principal que obedece a la conclusión de tres proyectos en materia cultural impulsados en la administración pasada: Chapultepec, Naturaleza y Cultura; la inyección fabulosa de recursos adicionales asignados al INAH para adquirir terrenos, necesarios para llevar a cabo el proyecto del Tren Maya; y las obras de reconstrucción de los inmuebles afectados por el sismo de 2017.
Hay, sin embargo, otras maneras de leer con números esta reducción, que no es sólo de este año al próximo, sino que ha sido continua y gradual en la última década: la proporción del gasto designado al ramo 48 en relación con presupuesto público global.
Me explico. En 2015 el presupuesto asignado para cultura representó el .41 por ciento del gasto total del gobierno; en 2018 el 0.24 por ciento; en 2022 el 0.21 por ciento; en 2023 el 0.19 por ciento; en 2024 el 0.18 por ciento; y para el 2025 sería el 0.13 por ciento.
Visto así resulta irrefutable: invertimos cada vez menos recursos públicos en cultura. Ha aumentado el gasto público, pero disminuido de manera continua, lo que de él se le asigna al ramo 48. Si destináramos en 2025 el .41 por ciento del presupuesto total a la cultura, como ocurrió en 2015, esto representaría cerca de 38 mil millones de pesos, más del triple de lo contemplado en esta ocasión.
En otras palabras, en 2015 estuvimos a .59 décimas de alcanzar la cifra soñada del uno por ciento del gasto público para cultura, hoy nos alejamos a .87 décimas de la meta. Vamos para atrás.
3.
En cualquier caso, lo cierto es que la variación en el presupuesto cultural se había mantenido relativamente estable en la última década, nunca con una alteración superior a un dígito. Incluso en el trienio anterior se mantuvo ligeramente al alza: 5.3 por ciento de aumento en 2022 con respecto al año anterior, 5.9 por ciento en 2023 y 5.2 por ciento en 2024.
Este debería ser un dato que nos ayude a pavimentar la discusión, alejándonos de las posturas catastrofistas que de manera imprecisa y por demás exagerada denuncian al gobierno por haber “abandonado por completo a la cultura”. No es así. Como tampoco es cierto que el presupuesto en término reales no presente una preocupante tendencia a la baja y una caída aún mayor para el próximo ejercicio fiscal. El diálogo de sordos, donde todo está mal o todo está bien, no alientan la conversación desapasionada ni el entendimiento.
Hay, además, otro aspecto que ha pasado de largo, o en el que no hemos reparado lo suficiente: hay también recursos para la cultura en otras áreas del presupuesto gubernamental que no corresponden al ramo 48, destinado en su mayor parte a la Secretaría de Cultura y en menor proporción a la SEP. Me refiero al presupuesto que en 2025 ejercerán, como cada año, la Secretaría de Relaciones Exteriores, la de Economía, la de Turismo o el IMSS, por sólo poner cuatro ejemplos, y donde existen rubros específicos de gastos destinados a temas vinculados al desarrollo cultural, sin que sepamos con exactitud sus montos y formas de aplicación.
¿Cuánto gastará la cancillería mexicana para la instrumentación de su diplomacia cultural? ¿Cuánto el IMSSS al mantenimiento de su sistema de teatros? Muy probablemente en ambos casos un porcentaje aun inferior al 0.13 por ciento que en el presupuesto global se destinará al Ramo 48. Es una revisión pendiente y un aspecto que debería integrarse a la discusión.
4.
Hace unos días, en el marco de la Cumbre del G20 en Brasil, la presidenta Sheinbaum propuso que los países más ricos del planeta destinen el uno por ciento de su gasto militar a un programa global de reforestación. Sería una medida estupenda, de gran ayuda para combatir la creciente amenaza del cambio climático.
¿Qué pasaría si, para el caso mexicano, le tomáramos la palabra, y destináramos el uno por ciento del presupuesto que en 2025 ejercerán la Secretaría de la Defensa y la Secretaría de Marina a la cultura?
Hablamos del uno por ciento sobre un monto para ambas secretarías que será de poco más de 216 mil millones de pesos. Esto quiere decir que, si disminuyéramos el gasto militar en México en uno por ciento, tendríamos para la cultura un monto extra de 2 mil 178 millones de pesos. Poco menos de lo que este año se le ha restado a la cultura. Aplausos, no balazos.