Opinión

De ballenas, leviatanes y futuro

Monstruos terribles de la zoología fantástica Leviatán y Behemot, cuyo origen de pesadilla y arcaico testamento nos resuena con horror de catastrófica digestión cuando pensamos en el pobre Jonás en la panza oscura de la ballena, una descendiente real de los diabólicos e irreales dragones marinos, en cuyo interior --dice el Buen Libro--, habitó ese profeta menor por espacio de tres noches y tres días, hasta ser vomitado gracias al rezo fervoroso y la comprensión divina.

También en la fantasía de Carlo Collodi, seguramente el escritor italiano más famoso del mundo moderno, el muñeco de pino, “Pinocho”, resulta devorado por un enorme y maligno tiburón (el “Atila del mar”, le llama Don Carlo), en un terrible episodio de sus aventuras de madera:

“… El monstruo lo había alcanzado; el monstruo, aspirando fuertemente, se tragó a la pobre marioneta como si fuera el huevo de una gallina, y lo devoró con tanta violencia y avidez, que Pinocho, precipitándose dentro del cuerpo del Tiburón, se dio un golpe tan brutal, que quedó inconsciente por al menos quince minutos…”

En estos episodios literarios hay algunas constantes: el horror, la vulnerabilidad ante los seres mayúsculos y peligrosos y la supervivencia.

Sin embargo hay otra monstruosidad con mayor relación a la materia cotidiana de esta columna con pretensiones de análisis político analíticas (pocas veces logradas): el Estado, según nos dijo Thomas Hobbes.

“…El Estado es un leviatán, pero ningún hombre ama o reverencia a un leviatán. Queda reducido a un artificio útil, bueno para la función que desempeña (cuando en verdad la desempeña, digo yo), pero no es sino el servidor de la seguridad privada… Esta es la generación (siglo XVII) de aquel gran leviatán o más bien, hablando con reverencia, de aquel Dios mortal, al cual debemos --bajo el Dios inmortal--, nuestra paz y nuestra defensa…”

Como se ve la condición para el sometimiento al monstruo, es nuestra seguridad individual. Todo esto derivado de un contrato bajo la siguiente fórmula:

“…Autorizo a este hombre o asamblea de hombres mi derecho a gobernarme a mí mismo, con la condición de que vosotros transferireis a él vuestro derecho, y autorizareis todos sus actos de la misma manera…”

Como vemos en este país de tan menguada seguridad pública e individual, las cosas no han variado en demasía. El leviatán nos habla a veces con paternales palabras y promesas de certeza y en otras se regodea de la forma como nos engulle y presume su voracidad fiscal con datos de recaudación en aumento, con la consiguiente y proporcional merma de la calidad del gobierno.

Seguramente influido por la literatura ballenera, no puedo sino reproducir ante el panorama del caos por venir, uno de los más espléndidos momentos de toda la literatura americana. Se trata de la escena final de “Moby Dick”, la obra maestra de Herman Melville, quien a pesar de todo sufrió grave pobreza.

“…lo que me siento más inspirado a escribir, no lo pagarán…”

Pero la descripción de la desgracia nos dice de esta manera:

“…Y así el pájaro del cielo, emitiendo sonidos terribles, con el pico imperial vuelto hacia arriba y todo su cautivo cuerpo envuelto en la bandera de Achab, se hundió con el barco que --como Satanás--, se negaba a precipitarse en el infierno hasta haber arrastrado consigo una parte viva del cielo.

“Poco después aves pequeñas volaron gritando sobre el abismo aún abierto sobre el cual no tardó en caer el enorme sudario del mar, que guarda celoso en sus más recónditas profundidades, el secreto de tantas tragedias”.

CINISMO

La innecesaria refinería Olmeca, hoy todavía inservible, costó mucho más de lo presupuestado, es inagotable fuente de sospechas por corrupción y crece como elefante blanco, sin embargo su creadora ocupa en el santoral cuatroteista un lugar cercano a Leona Vicario.

Ante tal desmesura en los elogios, sólo queda alzarse de hombros y esperar el leviatán.

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